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Una columna escrita por Marco Moscardi, CEO de Learninc.
¿Qué pasa cuando escuchamos esta frase de que con Chat GTP no hace falta estudiar más?
Lo bueno es que muchos de nosotros frente a esta frase no saltamos de alegría, porque no sabemos si el ChatGPT o Bard Google son nuestra solución mágica a todo lo que nos da trabajo… o si se va a quedar con nuestro trabajo.
Hace unos días, una empresa cliente nos propuso diseñar en conjunto una herramienta usando inteligencia artificial (IA) que permita corregir y ajustar textos al nivel en el que estudia un trabajador que se encuentra en un proceso de capacitación, simplificar los textos que recibe a su nivel y, por último, sugerir ejercicios de vocabulario o gramática para practicar las áreas donde hay espacio para mejorar. ¿Por qué haríamos esto? Para intentar transparentar el nivel escrito de los trabajadores y alinearlo con su nivel real.
Esto se debe a que en la industria IT, que trabaja frecuentemente con Estados Unidos, se han recibido muchos comentarios de clientes que han sentido desconfianza de que realmente se entiendan con su contraparte, pues cuando se ven en una videollamada o hablan telefónicamente e interactúan, el nivel oral de la persona no coincide con su desempeño escrito hasta el momento.
Se pone en tela de juicio su autenticidad, y esto tiene un impacto en la confianza entre los miembros del equipo y, por transitiva, confianza en la empresa. Se generan dudas sobre qué tipo de comunicación es la que efectivamente se está dando y cuánto realmente entienden quienes participan de la misma. “Sé que tus empleados utilizan ChatGPT para escribirnos”, dicen los gringos/clientes.
¿Qué buscamos con esta herramienta? En esencia, una forma más de ayudar a nuestros alumnos a realizar su labor diaria de la mejor manera, y que ese mismo trabajo sea fuente de motivación para estudiar más, ir más a clase y poder continuar progresando en el idioma. Buscamos trabajar la confianza y la autenticidad de quienes están aprendiendo y trabajando en un idioma que no es de ellos. En breve nos pondremos a trabajar en eso y por acá les comunicaremos si llegamos a buen puerto o no.
Hace un tiempo escribí una columna titulada “Bienvenida la era de la cobotización” y, si bien cuando escribí esa columna no había salido el fundador de Open AI a pedir al Congreso de EE. UU. regulaciones por el posible riesgo a la humanidad, personalmente sigo creyendo que mayoritariamente estas herramientas nos empoderarán. A algunos mucho y otros no tanto.
Lo que sí es cierto es que cada vez más habrá formas de intentar “saltearse” procesos largos y difíciles como el de aprender un idioma, pero ¿a qué costo? ¿Realmente quisieras que alguien hable por vos en un idioma que no sabés? ¿Qué garantías tendría el no saber quién está diciendo qué en nombre tuyo? O si lo que estás leyendo o escuchando, ¿es efectivamente lo que la persona quiso decir y no te están diciendo lo que alguien más quiere que entiendas? ¿Podés realmente generar conexión con otra persona a través de una IA?
Es tentador pensar en una solución rápida que no lleve esfuerzo, pero aprender un idioma es como aprender karate: se requiere mucha disciplina y práctica. Es necesario entrenar y estudiar regularmente. Hay que meterle, se necesitan unas 500 horas para ir de nivel inicial a culminar un nivel intermedio. Hay que adquirir nuevas habilidades y estrategias también.
Para entender bien a una persona que habla otro idioma se requiere comprensión cultural; uno debe interiorizarse en esa cultura para ir absorbiéndola y, por último, siempre hay un proceso de progresión y dominio. Uno va aprendiendo lo básico para construir sobre eso y mejorar.
No hay escape ni caminos cortos. En algún momento cerrás la pantalla y te sacás los auriculares y vos ahí, peladito, tenés que poder hablar por vos mismo. Y eso solamente se logra manteniéndose firme el tiempo que se necesita.
¡No hay pastillas de ChatGPT que hagan eso por nosotros… aún!