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Cuando los niños y adolescentes están teniendo ideas suicidas, con frecuencia los padres podrían no saberlo, muestra un estudio reciente.
El estudio incluyó a más de 5,000 niños y adolescentes de 11 a 17 años y a un padre de cada uno de los jóvenes. Los investigadores encontraron que entre esos jóvenes, un 8 por ciento dijeron que habían pensado en el suicidio en algún momento. Pero apenas la mitad de los padres eran conscientes de ese hecho.
La misma diferencia apareció cuando los investigadores observaron el mismo problema desde un ángulo distinto: alrededor de un 8 por ciento de los padres dijeron que su hijo había pensado alguna vez sobre el suicidio.
Casi la mitad de las veces, el niño lo negó, según los hallazgos publicados en la edición en línea del 14 de enero de la revista Pediatrics.
Todo esto apunta a "un desacuerdo bastante sustancial" entre los reportes de los padres y de sus hijos, señaló el líder del estudio, Jason Jones, científico investigador en el Hospital Pediátrico de Filadelfia.
En los casos en que los padres no eran conscientes de los problemas de sus hijos, un motivo podría ser simplemente que las señales no eran obvias, según Jones.
"Con frecuencia, es difícil saber qué sucede en la mente de otra persona", dijo en declaraciones recogidas por la reportera especializada Amy Norton, en un artículo publicado en HealthDay.
Eso no quiere decir que no haya señales de advertencia del riesgo de suicidio, apuntó Jones.
Algunas de las señales de advertencia incluyen un retraimiento de los amigos, la familia y las actividades; dormir demasiado o demasiado poco; una conducta irritable o agresiva; y regalar las posesiones, según la American Foundation for Suicide Prevention.
Aun así, para los padres puede resultar difícil discernir cuándo sus propios hijos están teniendo pensamientos suicidas, concurrió una médica de emergencias de San Francisco.
E incluso cuando existen señales, la mente de los padres podría resistirse ante la posibilidad, según la Dra. Jacqueline Grupp-Phelan, directora de emergencias pediátricas en el Hospital Pediátrico Benioff de la Universidad de California, en San Francisco.
"A veces no quieren reconocer el problema porque es aterrador", dijo.
Por eso es importante evaluar la depresión y el riesgo de suicidio en los jóvenes, y dirigir a las familias a la ayuda, según Grupp-Phelan, coautora de un editorial publicado con el estudio.
La depresión es un factor de riesgo importante del suicidio, y hasta un 20 por ciento de los adolescentes sufren depresión en algún momento, según la Academia Americana de Pediatría (American Academy of Pediatrics, AAP). A principios de año, la AAP publicó unas directrices actualizadas en que instan a los pediatras a evaluar la depresión de forma rutinaria en los adolescentes de a partir de 12 años de edad, utilizando unos cuestionarios estándar durante las revisiones anuales.
Para identificar a los que están en riesgo de suicidio, las evaluaciones deben preguntar específicamente sobre el tema, enfatizó Grupp-Phelan. No todos los niños deprimidos piensan en el suicidio, y los que son suicidas no siempre tienen depresión, apuntó.
Los nuevos hallazgos se basan en 5,137 niños y adolescentes de Filadelfia. Les hicieron las mismas preguntas a ellos y a sus padres, para explorar si ellos (o sus hijos) habían pensado alguna vez en el suicidio, o habían "pensado mucho sobre la muerte o morir" en algún momento.
Pensar sobre la muerte no necesariamente significa que un niño sea suicida, dijo Jones. Pero puede señalar distrés o depresión.
En general, alrededor de un 9 por ciento de las chicas y un 7 por ciento de los chicos dijeron que habían pensado en el suicidio. Solo la mitad de los padres eran conscientes de ello, mostraron los hallazgos.
Por otra parte, poco más de un 15 por ciento de los chicos y las chicas dijeron que habían pensado en la muerte con frecuencia. Los padres no eran conscientes alrededor de tres cuartas partes de las veces, según el informe.
También hubo casos en que los padres creían que sus hijos habían considerado el suicidio, pero el niño lo negaba.
Podrían estar sucediendo algunas cosas, dijo Jones. El niño podría estar en negación. O los padres podrían haber malinterpretado algo de la conducta de su hijo. En algunos casos, los padres y los niños podrían haber interpretado las preguntas de la encuesta de forma distinta.
Tanto Jones como Grupp-Phelan enfatizaron la importancia de una comunicación abierta entre padres e hijos.
"Cree un ambiente seguro y de respaldo en el hogar en que sus hijos sepan que pueden hablar sobre cualquier problema que tengan", aconsejó Jones.
Y Grupp-Phelan sugirió "pregunte a sus hijos cómo se sienten. Asegúrese de que sepan que pueden contar con usted, pase lo que pase".
Si a los padres les preocupan los problemas de salud mental, añadió, hablar con el pediatra es un buen punto de inicio.
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