La empresa sueca Our Ecolution, fundada en 2018, se instalará en el Parque Industrial de Pando, para implementar una tecnología que data de la posguerra: la elaboración de placas para construcción a base de residuos agrícolas, principalmente paja de trigo y arroz.
“Estas placas se presentan como sustituto de todo el paquete de particionamiento que se usa en los muros interiores de placa de yeso”, sostuvo Juan Manuel Vázquez, ingeniero agrónomo argentino y director ejecutivo de Our Ecolution en América Latina, que adelantó que pretenden introducirse en el mercado del particionamiento usado en los muros interiores de placa de yeso.
“Hoy, Uruguay importa 4.500.000 metros cuadrados de placa de yeso al año. Nuestra idea es ofrecer un producto nacional de la economía circular que sustituya la importación, con ventajas técnicas y ambientales”, explicó en entrevista con En perspectiva.
Vázquez indicó que son placas con fibra comprimida, ya que “se les levanta la temperatura a 180 grados, y la lignina, propia de la paja, se licúa, se comprime y funciona como aglutinante natural”. Además, mencionó que las placas van revestidas de papel kraft.
El ingeniero señaló que un tablero de cuatro centímetros de espesor “tiene 380 kilos por metro cúbico de compresión”, mientras que “una madera tiene entre 400 y 800”, en referencia al parecido de la placa con la madera.
“En un futuro no muy lejano, todos los materiales de construcción tienen que ser cultivados”, subrayó.
En cuanto a ventajas acústicas y térmicas, Vázquez indicó que las placas aíslan hasta 38 decibeles y tienen una conductividad térmica “similar a la madera”. También comentó que los materiales “biobasados” son “amortiguadores” de humedad.
“En cuanto al fuego, la placa comprimida lo autoextingue: ponés la mano del otro lado y ni se siente la temperatura”, manifestó. En materia de precios de sus productos, los catalogó como “competitivos”.
Ambientalmente, se refirió a la emisión de carbono, y dijo que “la industria de la construcción es la actividad humana que más emite carbono”.
“Nosotros trabajamos con materiales con balance negativo de emisión de carbono, por tener base biológica. La mejor bomba de carbono, que lo toma de la atmósfera y lo baja a la superficie, es la fotosíntesis. Entonces, la paja que usamos tiene fijado carbono en la estructura, que nosotros la transformamos en un tablero”, aseguró.
Vázquez señaló que “sacando dos toneladas de materia seca de paja por hectárea en un cultivo”, no se mueve “la aguja”, en alusión a las consecuencias que tiene la actividad sobre el suelo productivo.
“Nosotros somos los que más queremos cuidar el ambiente y los suelos; en Argentina, por ejemplo, se queman más de 100.000 hectáreas de paja de arroz al año”, expresó.
Con respecto a la inversión de la fábrica en Uruguay, dijo que “ronda los 10 millones de dólares, con un personal de 20 personas por turno”. Además, se refirió a las razones de elegir a Uruguay como sede, y resumió que no tiene “nada que decir respecto a su seguridad política, jurídica y económica, y es un productor de trigo y arroz importante”.
Esta tecnología ya tiene décadas en el mercado y es usada, sobre todo, en Europa. Está cobrando mucha fuerza en los últimos años como un sistema de construcción alternativo al tradicional, cuya fabricación emite gases de efecto invernadero que agravan el cambio climático.
Ahora Uruguay puede transformarse en un punto de referencia para la producción y el desarrollo de materiales de construcción en base a residuos agrícolas.
El objetivo es el abastecimiento del mercado local, pero la compañía también aspira a que Uruguay sea un centro regional en capacitación, investigación y desarrollo en nuevos sistemas constructivos.