En plena pandemia, ¿cómo se hace para cumplir con las medidas de aislamiento necesarias si en la vivienda no hay espacio suficiente? ¿Cómo se respetan las medidas de higiene cuando no es posible acceder a productos básicos como tapabocas o alcohol en gel?
Desde que se declaró la emergencia sanitaria los asentamientos de nuestro país se enfrentan a este desafío, que se suma a los golpes que la crisis económica está descargando sobre los sectores más vulnerables.
A un año de la llegada de la pandemia a Uruguay, la situación en esos barrios ha empeorado. Según un reporte de la ONG Techo, aumentó el número de familias que viven en asentamientos. Además, dice el informe, se constató un agravamiento de las carencias alimentarias y económicas y mayores dificultades para cumplir con medidas básicas para evitar contagiarse de covid19.
Para profundizar en las conclusiones y recomendaciones que incluye este trabajo de Techo y cuál es hoy la situación en los asentamientos, el programa En Perspectiva, emitido por Radiomundo, entrevistó a Rosina De Mucio, directora ejecutiva de Techo, y a Mónica Otero, referente de esa organización en el asentamiento 24 de enero, en Casavalle.
"TECHO es una asociación civil presente hace 18 años y está en 19 países de América Latina. Se la asocia mucho al voluntariado en construcción de casas de emergencia, pero realizamos también otras acciones con participación de vecinos, como empoderar a las personas que viven en los asentamientos a través de la participación en mesas de trabajo", cuenta De Mucio a modo de introducción. Junto a los vecinos se realizan tareas de relevamiento y "con los fondos que recibimos por donaciones llevamos adelante proyectos de infraestructura comunitaria en conjunto con los vecinos".
En cuanto a Mónica Otero, trabaja en OSE y vive en el barrio desde hace 13 años. Es referente en el centro comunal, en las tareas del merendero y la olla, y para los vecinos. Se encarga de recibir y gestionar insumos y se coordina con los vecinos tareas como cocinar y distribuir alimentos.
Según el informe de TECHO, en el asentamiento 24 de Enero hay 213 viviendas y viven 478 personas. En el 57% de los hogares hay una persona empleada por hogar, y en el 26% ninguna. El reporte recoge información de 78 asentamientos similares en todo el departamento de Montevideo.
De Mucio cuenta que el informe sigue la línea de otros realizados con anterioridad a escala nacional acerca de la situación de los asentamientos en la pandemia.
"En este nos centramos en Montevideo e hicimos entrevistas telefónicas a 78 referente de barrios de Montevideo para saber cómo se estaba viviendo en algunos temas clave". Y las conclusiones fueron poco tranquilizadoras.
La activista destaca la situación de emergencia alimentaria. "Sólo 3 de los 78 referentes dicen que la alimentación no es un problema en sus barrios y que todas la familias se aseguran 3 comidas diarias, pero en el resto encontramos un grupo importante de vecinos que dicen que la mayoría de las familias pueden hacerlo, en otros pocas, y en algunos ninguna familia puede hacer eso. Hablamos de una situación muy crítica, y que recrudece en comparación con informes anteriores".
En esta situación, "las ollas y merenderos siguen trabajando, siguen apareciendo como una solución a la falta de acceso a los alimentos y están dando alimentos no sólo a la media de las personas del barrio, sino que hacen un fuerte enfoque en los niños".
"En los informes anteriores no se reportan estas ollas, que en su mayoría comienzan a funcionar en 2020 e incluso en 2021", detalla. "Entendemos que son una respuesta a un problema en cierto modo nuevo". En ese sentido, recuerda que "en relevamientos anteriores el acceso de las familias a la alimentación no figuraba como una dificultad al nivel de ahora. Cuando preguntábamos en 2018, en todo el país, las principales necesidades, no surgían las mismas que ahora, que son alimentación, empleo y acceso a productos de higiene y limpieza". En los informes anteriores, asuntos como el estado de las calles y el saneamiento ocupaban los primeros lugares.
A su turno, Otero cuenta que empezaron al inicio de la pandemia con una olla y llegaron a tener cuatro. "A veces nos quedábamos mal porque alguien no se podía llevar su porción, porque era mucha gente la que venía. Hasta hoy eso no ha parado y parece que cada vez es más la necesidad de alimentos", cuenta.
"Acá mucha gente se quedó sin trabajo y hay muchos niños, se hace difícil tener las tres comidas todos los días, es imposible. La gente se rebusca cartonenando cortando pasto, pero a veces no hacen ni un peso".
Agrega que en un principio cocinaban a leña, pero luego lograron pasarse al gas, gracias a un quemador que les regaló otra organización activista, llamada Solidaridad Carbonera.
"No tenemos ninguna ayuda del gobierno ni de nadie en particular, y a veces hemos puesto plata de nuestro bolsillo. Es un camino largo, parecería que lleváramos cinco años haciendo esto, aunque sólo es uno", relata.
Con cara de mujer
"Hay muchas madres solteras y muchas madres que son la persona que trabaja" en su hogar, detalla Otero, quien recuerda que al principio, cuando la olla funcionaba a leña, algunos hombres ayudaban a cortar y acarrear la madera.
"Ahora somos todas mujeres, si hay hombres que se quieren arrimar a ayudar, no hay ningún problema", comenta con humor. La dotación fija de la olla es de cinco personas. Como se ha dicho, todas de sexo femenino.
De Mucio agrega que "eso también es consistente con el informe: el 80% de los referentes con los que contactamos son mujeres. El tema de las mujeres siempre está super presente y desde la organización sabemos que son con quienes siempre trabajamos en los barrios", y añade que ellas viven como rutina una triple jornada laboral: "hacen su trabajo, las tareas de cuidados en su casa y son las primeras en tomar la posta en las actividades colectivas".
El informe de TECHO incluye algunas recomendaciones para paliar la situación respecto a las necesidades básicas antes mencionadas, y que son las que más se demandan desde los asentamientos relevados.
Sin embargo, la directora de la asociación enfatiza que la atención a esta emergencia debe ir de consuno con "medidas a largo plazo que permitan mejorar el acceso a los derechos y reducir la desigualdad estructural", porque "la idea no es que las ollas resistan por siempre, sino que haya otros mecanismos que permitan a las familias resolver su alimentación, comer lo que deseen y cuando deseen, y no depender de la solidaridad de gente como Mónica".
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