La semana pasada se conocieron al menos cuatro casos de edificios de apartamentos en Montevideo que fueron grafiteados en casi todos sus pisos en los últimos días.

En esta línea, hubo respuesta del sistema político. Un ejemplo de esto es un proyecto de ley para sancionar a aquellos que realicen grafitis o pintadas en propiedad privada sin el consentimiento del titular del bien, presentado por el diputado colorado Martín Melazzi.

En paralelo, el Ministerio del Interior y la Fiscalía están investigando cámaras de videovigilancia para identificar a los autores, para así someterlos a la Justicia por los delitos o faltas que hayan cometido.

Javier Dotta, decano de la Facultad de Cultura del Claeh, quien ha investigado el rol del grafiti en la cultura urbana, explicó a En perspectiva que el fenómeno de las inscripciones en monumentos y espacios públicos datan de varios miles de años.

“Es una práctica que existe desde el inicio del intercambio, porque básicamente es una práctica de intercambio”, acotó.

En particular, sobre el tipo de grafiti que se ha visto en los edificios montevideanos, Dotta lo definió como los “grafiti hip hop”, que se vinculan con una cultura que surge en Nueva York a fines de la década del 60, junto con el estilo musical y una “cultura visual” particular.

“En Montevideo estamos acostumbrados también a tener otros géneros del grafiti”, contó, y ejemplificó con el “grafiti leyenda”, aquel a través del que se inscriben las consignas políticas o partidarias de algunos cuadros de fútbol.

Sobre fines de los 90 en Uruguay empiezan a aparecer este tipo de inscripciones. En esta línea, citó al autor Eduardo Rolan en el libro Contra cualquier muro, que recorre la historia del grafiti uruguayo.

En el caso del grafiti hip hop, su “principal característica está en la firma del seudónimo del autor, básicamente su nombre”. El investigador describió que, en general, quienes comienzan a hacer este tipo de inscripciones lo hacen a edades “muy tempranas”.

Además, dijo que “hay una intención muy concreta de reafirmar quién soy”. “Ese quien soy es, digamos, entre las tinieblas, porque no estoy dando mi verdadero nombre”, sumó, y dijo que “muchos de los chicos que hacen grafiti tienen un recorrido artístico hecho, aparte”.

Dentro de este grafiti hay tres subgéneros: el tag (la firma rápida), las bombas (son más grandes e incluyen hasta tres tintas) y las piezas (que incluyen más tintas, son grandes y siempre se trabaja en muros abandonados o cedidos).

Dotta habló de que los grafiti hip hop buscan la reiteración, es decir, hacer la cantidad de estas firmas para que las personas recuerden su seudónimo y para que otros miembros de la comunidad grafitera los tengan en su radar y competir con ellos.

El riesgo de por medio y hacer el grafiti en lugares inaccesibles es la otra característica de este tipo de prácticas.

“Hablamos de chicos relativamente jóvenes que no tienen lecturas críticas acerca del momento en el que vivimos, pero te cuentan las reflexiones que tienen acerca de nuestro panorama visual urbano”, comenzó narrando, y agregó: “Les afecta muchísimo lo que sucede con la publicidad o lo que va a suceder en estos meses con las campañas electorales: una ciudad que se viste de los nombres, mensajes y consignas políticas, sin ningún tipo de acuerdo colectivo”.

“Entonces, en la base existe un acto revolucionario o contestatario a un panorama que nos pertenece a todos, a esa cultura visual urbana, de la cual ellos no pueden o pretenden incidir de alguna forma. De hecho, parte del juego muchas veces es rayar la publicidad de las marquesinas que hay en la calle. Ahí hay un lugar de ensañamiento, contra esto van”, terminó la reflexión.

“A veces, cuanto más daño se hace, más llama la atención y es lo que buscan estos chicos”, sumó.

Montevideo Portal