La última vez que Gabriel Camilo estuvo preso recibió una condena de 11 años. Estuvo en el penal de Libertad y en el Comcar. La última vez que cumplió una pena decidió cambiar: pensó en sus hijos, su motor.
De ese modo, encontró un nuevo plan de vida. Primero, comenzó con el camino de la literatura. Después, con la ayuda del exfutbolista Andrés Fleurquín y su esposa Andrea, se postuló a un llamado del Ministerio de Desarrollo Social (Mides) que hizo tangible la ONG Nuestros Hijos Nos Esperan y Lo de Carlo, una casa que brinda alojamiento a exreclusos del Instituto Nacional de Rehabilitación (INR).
Entonces, desde 2023, está al frente de Lo de Carlo, que también hace que los recién liberados tengan acceso a la alimentación, a una bolsa de trabajo y a talleres para aprender oficios.
Dos de los residentes de Lo de Carlo, Gabriel Piñeiro, uno de los primeros en vivir en el hogar, e Ignacio Lucas, que lleva tres meses en la casa, y Camilo dialogaron con En perspectiva.
Ambos residentes coinciden en que vivir en Lo de Carlo les hace “bien”. Camilo, por su parte, contó cómo fue el día en el que decidió que cambiaría su estilo de vida.
Si bien dice que no hay un “motivo puntual” por
el que empezó a delinquir, el encargado de Lo de Carlo dice que “siempre pensó”
que esa era su “forma de vida”, la del delito.
De todos modos, después de estar cerca de tres meses en una celda de seguridad por un motín del que asegura que no fue parte, un día recibió una llamada de una de sus hijas, Nicole. “Papá, tengo hambre”, le dijo. Y el pensó que no podía “ser tan idiota”, “tan imbécil” y “tan malo”. Y se dio cuenta de que no quería seguir siendo así.
“En ese lugar empezó una travesía: empecé a discernir realmente quiénes eran los más damnificados de mis actos, no solo las personas a las que yo le quitaba sus bienes, sino que mis hijos”, contó a la radio.
Se preguntaba cosas: “Qué puede pensar esa niña cuando se va a dormir, qué puede sentir en el corazón si su papá está ausente por ser irresponsable, inmaduro, imprudente”.
Así, intentó cambiar la situación en la que estaba. Primero, hizo una huelga de hambre para llamar la atención del director del penal de Libertad. Después, vendría otro suceso revelador: cuando tuvo un infarto por el que murió, al menos, durante un minuto.
Cuando se despertó, le dijo al cirujano: “Usted no se va a arrepentir de lo que hizo, usted le salvó la vida a un delincuente, a un criminal; usted le salvó la vida a una persona que tiene más de 20 antecedentes”.
Para Camilo, esa fue una “hermosa oportunidad” para ayudar o colaborar a sanar el corazón de sus hijos. “Ese fue el principal motivo de mi cambio, la consciencia se me despertó y dije ‘no van a sufrir más por mi culpa’”, contó.
Desde que cumplió su última pena, se encargó de la parte técnica de Nuestros Hijos Nos Esperan. Ahora vive con sus hijas, con su familia, y ayuda a las personas que salen del sistema penitenciario.
“La verdadera prisión para una persona es cuando sale de la cárcel y no tiene a dónde ir, ese es el momento. Porque cuando estás en la cárcel, de alguna u otra forma, tenés algo solventado, tenés un plato, un colchón”, reflexionó.
Para comunicarse con Gabriel Camilo, referente de Nuestros Hijos Nos Esperan, se pueden comunicar al 098 454 283.