El programa Barrios sin Violencia del Ministerio del Interior comenzó a funcionar en marzo de 2024 para paliar las cifras de homicidios a través de “interruptores” en el territorio.
En entrevista con En Perspectiva, tres integrantes de este programa, los psicólogos Federico Ugarte y Rosina Artía, y Magdalena Seona, que trabaja como “interruptora” de violencia, explicaron cómo funciona.
“Es un programa que también reconoce que existe una problemática instaurada, que es la naturalización de la violencia donde cuestiones menores, cotidianas y vecinales pueden tener un desenlace fatal”, dijo Ugarte por su cuenta.
En ese sentido, destacó el enfoque en “intervenir desde un lugar que no sea únicamente la represión cuando las cosas ya sucedieron”.
Por su parte, Artía señaló que “este proyecto tiene el enfoque comunitario, que es la característica central”.
“Es un proyecto que se mete en los barrios, en lugares quizás inaccesibles para la institucionalidad. Quizás es una demanda de la comunidad, como que el Estado ‘no llega’”, agregó.
Asimismo, resaltó que también se pone foco en “el acompañamiento a las personas que están en situación de riesgo”, así como “fomentar cambios de conducta en los involucrados”.
Seona, que actúa como “interruptora” en el territorio, contó cómo llegó a esa posición desde un pasado del que “no se enorgullece”.
“He salido de un mundo bastante conflictivo. Fui parte” de ese mundo de violencia, comentó.
Así, se refirió a la presencia del Estado en barrios como Peñarol, Manga, Casavalle, Las Acacias, Villa Española y Marconi, donde está trabajando Barrios sin Violencia.
“No es que no haya Estado en el barrio, sino que no lo aceptan mucho. No es fácil para un técnico presentarse y decir ‘yo te quiero ayudar’”, manifestó.
Además, señaló que, por su experiencia, “hay un lenguaje no solamente verbal, sino corporal”, así como también “hay un olfato de saber dónde me voy a meter y dónde no”.
Seona dijo que estuvo en “situación de calle tres años y medio” y “20 años en adicciones”, rodeada de “gente pesada”.
“Cuando vi que era terminar presa o muerta, yo salí por la parte espiritual; hoy soy terapeuta en adicciones. Yo salí por ahí, sanando un montón de cosas”, comentó.
“Un interruptor de violencia tiene que tener por lo menos la claridad de la responsabilidad y el miedo, el miedo necesario para mantenerte alerta”, agregó.
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