Los 300 años de Montevideo, además de polémica en el sistema político, también significaron un hito para la cultura de la capital del país. El viernes 19 de enero se presentaron por primera vez en conjunto la Orquesta Filarmónica de Montevideo y la Banda Sinfónica de Montevideo.
Cada una ubicada en su escenario a pocos metros de la otra y coordinadas por sus dos directores, Martín Jorge y Martín García, las dos agrupaciones transitaron un repertorio de piezas célebres de la música clásica internacional y también de la música uruguaya, con varios intérpretes invitados.
El espectáculo se complementó, además, con números de danza y otras expresiones artísticas. Así, Igor Yebra, bailarín, corógrafo, profesor y exdirector artístico del Ballet del Sodre, entró en escena.
Jorge, García y Yebra dialogaron con En perspectiva sobre cómo se gestó esta producción y qué hubo detrás de la celebración por los 300 años de Montevideo.
Para Jorge, el espectáculo del 19 de enero fue “un hito muy grande”, porque tanto él como García buscaron antecedentes de un suceso así, en el que los dos cuerpos de música compartieran escenario, pero no encontraron.
“Hasta que no lo vimos, no lo creímos”, señaló García. “A veces, los grandes proyectos surgen a partir de propuestas inocentes”, agregó.
De este modo, el director de orquesta contó que la Intendencia de Montevideo (IM) pidió un espectáculo que sería el “inicio de celebraciones por el proceso fundacional de la ciudad”. Así, les pidieron que la Filarmónica y la Sinfónica confluyeran.
“Esa fue la primera coordenada que recibimos. En algún momento tuvimos que empezar a definir qué era lo que íbamos a hacer: no hay una música fundacional de Montevideo, no hay música sinfónica en el origen de la ciudad. En todo caso, aparece sobre finales del siglo XIX, [cuando] surge una vida orquestal propiamente dicha, se empieza a definir lentamente y luego se consolida a comienzos del siglo XX”, agregó García.
Entonces, barajaron opciones y armaron un repertorio “potente” y “atractivo”.
Jorge dijo que “el desafío era mostrar los dos cuerpos, los dos elencos”. Por eso, uno de los puntos de partida fue utilizar dos escenarios. El segundo fue determinar “qué antecedentes en música hay, qué compositores escribieron pensando en que una orquesta y una banda sonaran juntos”.
Así llegaron a “Obertura 1812”, de Piotr Ilich Chaikovski, que fue pensada para ser tocada al aire libre. Y, después, a la ópera italiana, inspiradora para el desarrollo de la música sinfónica en Uruguay.
Según Yebra, el proyecto fue “una locura maravillosa”. “Yo estaba tranquilamente en medio de una obra de teatro y recibí una llamada de Martín Jorge, que me habló un poco del proyecto. Como a mí me gustan los retos y lo desafíos, amo Uruguay y Montevideo, me pareció de mi agrado y decidí incorporarme”, contó.
A la hora de pensar la danza, los movimientos, “había que darle un sentido, un hilo conductor y contar una historia”.
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