A fines de 2023, un inversor argentino que es propietario de 19 hectáreas de la península de Punta Ballena, en Maldonado, dio a conocer un proyecto para construir allí 29 edificios con 300 apartamentos.
La noticia generó rechazo entre los vecinos, que consideran que ese desarrollo afectará un paseo público que se emplea como mirador o para realizar deportes. A su vez, organizaciones de la sociedad civil y la Universidad de la República también alertaron por la pérdida de biodiversidad que ocurriría si se construyera en esa zona.
La Intendencia de Maldonado y la Junta Departamental ya aprobaron la iniciativa. Pero el Ministerio de Ambiente está estudiando el impacto que tendría, y todavía no ha otorgado el aval para que el promotor pueda comenzar las obras y comercializar las parcelas.
En medio de esta controversia apareció otra empresa que busca adquirir esas tierras para preservar su valor patrimonial y ambiental. Se trata de Triple Impacto, una firma que se dedica a comprar predios para proteger sus valores naturales o, si es necesario, regenerar su biodiversidad.
Se trata de una empresa y no una ONG, como explicó a En perspectiva Maximiliano Cañas, uno de sus fundadores.
Triple Impacto está conformada por un grupo de profesionales de distintas disciplinas, uruguayos y argentinos, que se conocieron gracias a sus hijos: eran todos padres de un colegio.
Lo que vende la compañía no es la tierra en sí, sino una experiencia virtual sobre ella. “Lo que buscamos primero con nuestro equipo es analizar estas tierras que están explotadas o próximas a explotar. Y, de alguna forma, encontramos un modelo en el cual la sociedad, o los adquirentes de parcelas digitales, a través de un pequeño aporte, acceden a una experiencia, tanto virtual como digital, sobre ese territorio por un período de tiempo”, manifestó el hombre, que es ingeniero.
“Es una especie de suscripción en la que los usuarios pueden sentirse propietarios del proyecto de conservación sobre la tierra”, resumió.
Para Cañas, la clave y lo novedoso está en la “perpetuidad”, es decir, que la tierra no se considera un activo que se va a valuar dentro de las acciones de la empresa, sino que es algo que se mantiene. “La tierra que ya se adquirió, y que es un proyecto, está preservada y conservada en perpetuidad”, añadió.
De hecho, esta perpetuidad en la protección de la tierra se mantendría incluso si la empresa desapareciera. En ese caso, las tierras serían donadas “automáticamente a la entidad más propicia para poder continuar con el plan de manejo”. En Uruguay irían al Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SNAP).
En esta línea, el empresario aludió al “poder colectivo” e hizo referencia, en particular, al caso del proyecto inmobiliario en Punta Ballena. “Hay muchas personas en el mundo queriendo que esto no suceda, queriendo que los espacios se mantengan en estado natural. Y muchas personas están dispuestas a hacer un aporte de dinero”, consideró.
Los adquirientes pueden ser personas particulares o empresas. Con las parcelas digitales se les brinda acceso a un panel exclusivo donde pueden vivir diversas experiencias: fotos, videos, informes, visitas presenciales y visitas virtuales. Dentro de las visitas presenciales se ofrecen catas de vinos, glamping, entre otras actividades.
“Nos acostumbramos de alguna forma a que, para proteger un lugar, dependemos siempre del Estado que venga e intervenga”, detalló Cañas, quien destacó lo novedoso de esta modalidad privada de protección del medioambiente.
“Queremos salvar al mundo, tenemos esa ambición, por así decirlo, y lo que queremos hacer es salvar territorio en cualquier parte de este planeta”, sentenció.