La violencia y los episodios violentos con armas de fuego están llegando a diferentes centros y organizaciones que involucran a niños, niñas y adolescentes del país. Por ejemplo, el episodio que terminó con el ingreso de una bala perdida por una ventana de la Escuela 92 en el barrio Lavalleja es la cara a una problemática que parece estar escalando.
Para ponerle cara a esta situación que viven diversas organizaciones y grupos que trabajan en los barrios más afectados, el programa En Perspectiva que se emite por Radiomundo dialogó con Gonzalo Méndez, que trabaja en un club de niños en Flor de Maroñas, que a su vez forma parte de la Mesa de Coordinación Zonal en ese barrio capitalino junto a otras instituciones y vecinos.
Según contó el funcionario, el tema violencia barrial se está volviendo “recurrente” en las diferentes mesas de intercambio y aseguró que lo que se viene vivenciando es una “escalda” de la violencia vinculada a las armas de fuego. “Es un elemento que vemos con preocupación”, indicó.
“No tuvimos el evento que vivió la escuela en el barrio Lavalleja, pero sí eventos muy cercanos, de ver desde nuestro centro educativo, de escuchar balaceras, y también dentro del barrio nos comunicamos 'está pasando esto en tal lugar' y tomamos las medidas correspondientes dependiendo del protocolo porque trabajamos en convenio con Inau (Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay)”, agregó.
Contó que cada vez que sucede un hecho de estas características, en el que están involucradas las armas de fuego y tiene un desenlace traumático, el acontecimiento “impacta” en los chicos que atienden. En este sentido, contó que se dan espacios cotidianos, principalmente de escucha, de sostén y de contención para que los pequeños “no carguen con la angustia y el medio” que generan este tipo de episodios.
“Lo primero que sucede es que estos episodios tiñen todos los temas de conversación de los chiquilines, entonces las preguntas van entorno a dónde fue, qué pasó, quién fue, por qué sucede. De alguna manera, la conversación del barrio va en ese sentido y tratamos de entre todos elaborar respuestas comunes y contener esa angustia y ansiedad que genera estar tan cercano a situaciones de violencia”, contó.
“El abordaje de las organizaciones es limitado, no podemos solucionar el problema de la seguridad, eso es una responsabilidad estatal que nos trasciende, pero sí algo hay que hacer porque esto repercute en la vida cotidiana de los niños, los vecinos, la gente con la que trabajamos. Si bien no trasciende, algo podemos hacer, entonces el abordaje que hemos realizado desde los espacios de encuentro es trabajar en lo comunitario”, añadió.
Finalmente, el integrante de la organización contó que el trabajo comunitario se da porque es una situación de violencia cuya consecuencia es el repliegue, tanto de los equipos que trabajan en la zona como de las familias que se quedan en sus casas.
“En cualquier situación de violencia la primera consecuencia es repliegue: de los equipos y de los vecinos que se quedan en sus casas, entonces, ante eso de alguna disputar los espacios comunes que tenemos, habitarlos con actividades recreativas, culturales”, dijo Méndez.
Por último, expresó que estas disputas no van a solucionar el tema, pero reconoció que se tienen que generar esos espacios para que eso lugares “puedan ser vividos y vivenciados de manera positiva. “Es muy importante para sobrellevar las consecuencias que tienen los episodios de violencia”, concluyó.