La planta desalinizadora encargada en Estados Unidos por la Universidad Tecnológica del Uruguay (UTEC) llegó a nuestro país en los últimos días de julio, casi tres meses después del anuncio de su compra.
En el interín hubo demoras en la concreción de la adquisición y luego varias dificultades logísticas. Las dimensiones del equipo, un poco más grande que un contenedor convencional, hicieron imposible el transporte en uno de los aviones Hércules que tiene la Fuerza Armada Uruguaya y que iba a enviarse especialmente para esta operación.
Se optó entonces traerlo por vía marítima. Pero en ese trayecto también se presentaron imprevistos. Bueno, la semana pasada, finalmente la desalinizadora quedó operativa e instalada en la Usina de Laguna del Cisne, en el departamento de Canelones.
En este momento, ya no estamos en lo peor de la crisis en el abastecimiento de agua potable en la zona metropolitana, eso ya pasó. Entonces, ¿qué destino se le dará a este equipamiento?
En caso de que haya un retroceso, en caso de que se complique de nuevo el servicio de OSE, ¿cuál puede ser la utilidad de la desalinizadora? Sobre todo, teniendo en cuenta que su capacidad máxima de producción es de 200 mil litros por día.
Para entender el proceso y el uso de la planta, En perspectiva entrevistó a Héctor García, doctor en ingeniería ambiental, coordinador del posgrado de Saneamiento e Ingeniería Sanitaria en la UTEC.
Desde Delft (Países Bajos), donde está trabajando con UTEC en varios programas y proyectos relacionados con el agua, el experto dijo que la decisión de avanzar en este tipo de tecnologías se retrotrae a mayo de 2022, cuando la UTEC lanzó el programa de posgrado en conjunto con el Instituto de Delft para la Educación sobre el Agua (perteneciente a la Unesco).
“Comenzamos a desarrollar vínculos y colaboraciones con todos los actores claves del sector agua. Con OSE, el más relevante, hicimos ciertos acuerdos para lograr que profesionales del agua de OSE participen en nuestro programa, también con el Ministerio de Ambiente y con gobiernos departamentales. Ahí se inicia el vínculo y la idea nuestra es, como universidad tecnológica, poder apoyar a las instituciones de agua en lo que nos involucra, que es la parte tecnológica”, dijo.
“Entonces se dieron posibilidades para avanzar en desarrollar tecnologías, algunas de saneamiento y otras de agua. Cuando se agrava la situación de déficit hídrico, ahí es que le propusimos a OSE avanzar en la evaluación de este tipo de tecnologías que utilizan membranas para potabilizar el agua —una tecnología que en las últimas décadas ha tomado mucha importancia y relevancia— para validarla, evaluarla y también darle una solución para producir un volumen de agua que no es menor en el marco de la crisis hídrica. OSE aceptó nuestra propuesta y ahí avanzamos en este proyecto específico”, agregó el ingeniero.
García dijo que es una planta con una “capacidad importante de producción” que el contexto permite validar, “dado que las concentraciones de sales que se encuentran en el agua, en la distribución de la región metropolitana, son específicas, por lo que la planta está diseñada para ese contexto”.
“En un futuro nos permite seguir avanzando, evaluando y validando otros conceptos de tratamiento de agua. Por ejemplo, el tratamiento de aguas de pozos, que tienen otros contaminantes como es el nitrato arsénico, o la misma aplicación de la planta en zonas costeras del este de Uruguay, que los pozos de agua o las fuentes de agua tienen intrusión salina”, señaló el académico.
Explicó que hay diferentes tipos de agua y con base en eso, las distintas membranas que se deben utilizar para potabilizarla. Definió tres tipos: el agua dulce de pozo, el agua dulce superficial o el agua de mar o salina.
Fuera de esas tres grandes categorías, puede haber “combinación”, dado que se puede dar “intrusión salina de agua de mar en aguas superficiales o de pozo”, que da lugar a lo que se conoce bajo el término inglés brackish water (agua salobre).
“A lo que respecta al campo de membranas, existen algunas que no son digamos tan complejas como las de ósmosis, son más simples, para tratar aguas que son superficiales, agua dulce, por ejemplo, del río Santa Lucía, que reemplazan a los procesos convencionales. Por ejemplo, lo que hoy tiene OSE en Aguas Corrientes son membranas que se conocen como microfiltración o ultraflitración, y su objetivo principalmente es remover partículas y mediante la remoción de partículas estamos removiendo microorganismos que son patógenos aquellos que causan enfermedades”, señaló.
“En el caso de las membranas que usamos de nanofiltración u ósmosis inversa, que son el caso de esta planta. Son específicas para remover sales, como en el caso de este problema de OSE que es sodio y cloruro. Estos compuestos son iones, son solubles en agua, es decir, cuando uno agrega una cucharadita de sal en agua uno ve que desaparece, porque está disuelta y son muy difíciles de remover”, indicó García.
El ingeniero afirmó que, cuando se habló con quienes diseñaron la planta, se pidieron ciertas especificaciones para adecuar su uso al caso puntual uruguayo.
“En ese diseño, nosotros hablamos del pretratamiento que tiene que tener una planta. Las membranas de ósmosis son muy delicadas, por lo tanto, si uno expone la fuente de agua a tratar directamente a la membrana, uno puede dañar la membrana, se tapa y deja de producir agua. Entonces, dependiendo de la fuente de agua que se va a tratar es el pretratamiento que hay que ponerle a la planta. También dependiendo del agua que se va a tratar es el tipo de membranas de ósmosis que se utilizan. Puede haber 20 a 40 tipos distintos de membrana. También está la capacidad y también están los materiales de construcción de las bombas y cañerías, a los efectos de que puedan resistir las diferentes fuentes de salinidad y también pensando en los usos posteriores. En ese pretratamiento también, si vamos a tratar agua de pozo en el futuro, debe tener otras especificaciones. Todas esas especificaciones fueron las que discutimos en este caso con el fabricante”, puntualizó García.