En noviembre de 1878 se procuró la normalización institucional de Uruguay a través de elecciones legislativas, aunque los “principistas” se abstuvieron. El 15 de febrero de 1879 se instalaron las nuevas cámaras y Lorenzo Latorre, hasta entonces dictador, fue elegido por unanimidad presidente constitucional para el período 1879-1883. Asumió el 1º de marzo, pero no pareció cómodo en la nueva situación ni con la demora del Parlamento en aprobar una serie de medidas económicas, entre ellas la creación de un banco estatal.
En enero de 1880 pidió licencia por enfermedad, y el 13 de marzo presentó renuncia, argumentando: “En mi desaliento, he llegado a pensar que los orientales son ingobernables”.
Latorre se apartó entonces de la vida política, y aunque intentó regresar, sus enemigos y algunos de sus antiguos colaboradores buscaron impedirlo; también fue dado de baja en el Ejército. Pasó a residir en Yaguarón, Brasil, frente a Villa Artigas, actual Río Branco. El gobierno de Vidal pidió a Brasil su internación porque lo consideraba una amenaza para la paz; se le ordenó radicarse en Porto Alegre, pero prefirió hacerlo en Buenos Aires, ciertamente rico. Allí permaneció casi todo el resto de su vida, aunque regresó dos veces a Montevideo: la primera, en agosto de 1887, con la intención de volver a radicarse en el país, pero el gobierno de Máximo Tajes lo expulsó; la segunda, un mes después, debido al fallecimiento de su esposa. También hizo un viaje a Europa en 1889 junto a sus nueve hijos. En Argentina adquirió la estancia Pampa Oriental, ubicada en Pehuajó, provincia de Buenos Aires, y se dedicó a criar ganado. En 1891 lo invitaron a unirse a una conspiración contra el presidente Julio Herrera y Obes, pero se negó. Siete años más tarde, durante una recepción en Buenos Aires, alguien pretendió reconciliarlos, pero Latorre respondió con un puñetazo en el rostro de Herrera y Obes. Falleció el 18 de enero de 1916 en Buenos Aires.
“Nada lo recuerda en la nomenclatura de calles, lugares o pueblos. Extraña ingratitud la de los herederos y beneficiarios del Uruguay parido por Latorre”, escribió el socialista Carlos Machado, el primer historiador que lo reivindicó desde la izquierda política. “Quizá resentimiento, porque para impulsar con sentido burgués, propietarista, las transformaciones, debió desplazar a los muy ilustrados burgueses”.
La figura del coronel Lorenzo Latorre también fue reivindicada fuertemente por los militares y civiles que tomaron el poder en Uruguay tras el golpe de Estado de 1973. Su gestión fue ampliamente propagandeada, en especial durante 1975, que llamaron “Año de la Orientalidad” por cumplirse el 150º aniversario de la Cruzada Libertadora (y un siglo de los inicios del Militarismo). Incluso llamaron Latorre a la calle Convención de Montevideo, que sin embargo recuperó el original tras la apertura democrática.
Continuación del Militarismo con Máximo Santos
El acomodaticio médico Francisco A. Vidal (1) asumió como presidente desde el 15 de marzo de 1880; aunque el poder lo concentraba el ministro de Guerra y Marina, Máximo Santos (2), un antiguo amigo de Latorre.
En las elecciones legislativas de 1881, el fraude y la coacción aseguraron una mayoría favorable a Santos, que fue elegido presidente el 1º de marzo de 1882. Según Enrique Méndez Vives: “Santos acentuó la incidencia del Ejército en el gobierno, y es en ese sentido que puede afirmarse que fue un gobierno más militarista que el de Latorre, pero al contrario de este, que prescindió de las divisas tradicionales, Santos tiñó fuertemente de colorado su gobierno”. Incorporó a dirigentes de ese partido e incluso se creó un sector llamado Gran Partido Colorado, que lo tuvo como jefe (3).
Si bien durante su mandato no se registraron los excesos de Latorre contra las personas y las libertades públicas, Santos fue acusado de corrupción. Ambos dictadores también se diferenciaron en su carácter: Latorre fue calificado de recatado, gris y austero hasta la tacañería, en tanto Santos era desenfadado, dispendioso y adicto al boato y los uniformes brillantes.
Santos y su entorno se enriquecieron, los gastos del Estado aumentaron, y los batallones profesionales del Ejército se duplicaron.
La inclinación de Santos por el lujo y la apariencia puede vislumbrarse en La revista de 1885, el óleo encargado por sus subalternos que Juan Manuel Blanes realizó a cambio de una gran suma de dinero, que lo muestra a caballo con su escolta en la plaza Independencia; también en sus posesiones, como su casa quinta del Prado, de 1878; o bien su notable Palacio Santos, en el Centro de Montevideo, actual sede del Ministerio de Relaciones Exteriores, inaugurado en 1886 (4).
Durante su gobierno se creó la sección Enseñanza Secundaria y se reformó la Universidad de la República, con la creación de las facultades de Derecho, Matemáticas y Medicina. Estableció la obligatoriedad del matrimonio civil y prohibió la apertura de nuevos conventos, lo que le valió la crítica de la Iglesia Católica. Favoreció la extensión de la red de ferrocarriles y planificó un nuevo puerto para Montevideo. Dispuso la exaltación de la figura de José Artigas como héroe nacional y propuso la construcción de un monumento al prócer (el actual en la plaza Independencia, aunque se inauguró recién en 1923). Devolvió a Paraguay los trofeos tomados durante la Guerra de la Triple Alianza (5).
La economía uruguaya vivió un gran auge entre 1875 y 1885, período en el que las exportaciones se duplicaron, con aumento en todos los rubros, particularmente lanas. Se enviaron al exterior un promedio anual de casi dos millones de cueros, casi treinta mil toneladas de lanas y treinta y seis mil toneladas de tasajo.
Los militares y sus socios civiles podían adjudicarse una parte del mérito. La paz en la campaña, sin revoluciones y con un cuatrerismo decreciente, favoreció el repunte del stock de vacunos y ovinos hasta un máximo en la historia. Otros factores coadyuvantes fueron el alambramiento masivo, que estimuló la productividad, y el apogeo de la cría de ovejas y del mestizaje.
Lorenzo Latorre, Máximo Santos y Máximo Tajes fueron también estancieros en algún momento de su vida.
Pero a partir de 1885 el ciclo se invirtió. Quedó en evidencia la sobreoferta de ganado para faena cuando arreció la competencia de los saladeros argentinos y se redujo la demanda de Cuba por tasajo, que comenzó a abastecerse de conservas en Estados Unidos. El novillo para saladeros, que llegó a valer entre 15 y 17 pesos durante el auge 1878-1884, cayó a poco más de 12, en tanto los costos de producción y los impuestos habían aumentado (6).
El frente político, hasta entonces impasible, también comenzó a sacudirse.
Cuando finalizó su mandato el 1º de marzo de 1886, Francisco A. Vidal asumió nuevamente la Presidencia. Ante la prohibición constitucional de la reelección, Santos pergeñó una complicada maniobra para asegurar su continuidad: dispuso la creación de un nuevo departamento, Flores, y se hizo elegir senador por el mismo, pues las bancas se atribuían por circunscripción departamental; de inmediato fue designado presidente de la Cámara de Senadores, tras lo cual, el 24 de mayo de 1886, Vidal —un “hombre de paja” de Santos— presentó renuncia. De acuerdo con lo previsto para la sucesión presidencial por la Constitución de 1830, el presidente del Senado, o sea Santos, asumió la Presidencia de la República.
(1) Francisco Antonino Vidal (San Carlos, 1827-Montevideo, 1889) fue presidente de la República en dos ocasiones y tres veces como interino. Segundo hijo del constituyente Francisco Ramón Antonino Vidal y de Joaquina Silva, tuvo una buena educación para los estándares de la época, luego de que la familia se mudara de San Carlos a Montevideo. Estudió medicina en la Universidad de París y se doctoró en 1853, a los 26 años, luego de una carrera brillante. Paralelamente, cursó una licenciatura en Letras. Fue practicante interno de cirugía y medicina en hospitales parisinos y en 1849 recibió una medalla al valor y la abnegación por el desempeño que tuvo durante una epidemia de cólera. En 1854 regresó a Uruguay y se convirtió en uno de los médicos más reputados de Montevideo. Presidió el Consejo de Higiene y fundó la Sociedad de Médicos del Uruguay. Ingresó luego en la política, campo en el que su desempeño sería mucho más discutible. Ministro de Gobierno en 1865, durante la dictadura de Venancio Flores, ejerció la titularidad del Poder Ejecutivo cuando el caudillo marchó a la guerra contra Paraguay. En 1868 fue electo diputado por Cerro Largo y en 1870 senador por Montevideo. Ocupó en tal carácter la Presidencia de la República cuando el general Lorenzo Batlle salió en campaña a combatir la revolución de las Lanzas del Partido Blanco. En 1873, luego de la Paz de Abril, fue senador por Minas, actual Lavalleja, y desempeñó otra vez la titularidad del Ejecutivo entre el 15 de febrero y el 1º de marzo de 1879, cuando Lorenzo Latorre reasumió la Presidencia. Al producirse la dimisión del coronel, en marzo de 1880, el Parlamento lo eligió para completar la legislatura, pero ya por entonces actuaba como subordinado a Máximo Santos, que fue su ministro de Guerra y Marina. En ese período hubo varias y graves violaciones a los derechos individuales. El 28 de febrero de 1882 presentó renuncia y el Parlamento eligió a Santos como presidente de la República para el período 1882-1886. Colaboró con la maniobra de Santos para perpetuarse en el poder y fue electo presidente constitucional el 1º de marzo de 1886. Casi de inmediato renunció argumentando que la tarea era “superior a sus fuerzas” y Santos, a la sazón presidente del Senado, asumió nuevamente la Presidencia de la República, violando así groseramente el precepto constitucional. Incluso su prestigio profesional sufrió un notable menoscabo y comenzó a ser llamado “el doctor Julepe”, por afirmarse que huía cuando se hallaba en peligro ante una epidemia. En 1887 fue electo diputado por Paysandú, pero no terminó el período ya que falleció en Montevideo el 7 de febrero de 1889. Fue el único médico en ejercer la Presidencia de la República hasta la asunción de Tabaré Vázquez en 2005. (Biografía tomada de La enciclopedia de El País, diario El País, 2011).
(2) Máximo Santos (zona del arroyo Pando, 1847-Buenos Aires, 1889), presidente de la República entre 1882 y 1886, fue militar y una de las figuras principales del período conocido como Militarismo, que se extendió entre 1876 y 1890. Su madre y su abuelo paterno, de apellido Dos Santos, eran brasileños. Participó junto a sus hermanos en la revolución de Venancio Flores de 1863 contra el gobierno de Bernardo P. Berro. Fue escolta presidencial durante el gobierno de Lorenzo Batlle (1868-1872), integró los cuerpos de la Policía de Canelones y combatió contra la revolución de las Lanzas del Partido Blanco (1870-1872). Su amistad con Lorenzo Latorre le sirvió para ascender en el Ejército, aunque él siempre sostuvo que se debió a sus servicios militares. Fue uno de los principales colaboradores de Latorre durante su dictadura, y como tal, acusado de ejecutar personalmente algunas de las acciones de más dura represión contra los opositores y contra personas del entorno de Gregorio Goyo Suárez, a quien Latorre neutralizó. En el momento de la renuncia de Latorre (1880), Santos era el principal caudillo militar. El presidente Francisco Vidal lo designó ese año ministro de Guerra y Marina. Vidal renunció a la Presidencia en 1882 y el 1º de marzo de ese año Santos fue elegido presidente de la República. Pese a haber llegado al cargo por vías constitucionales, los historiadores consideran su mandato como una dictadura, pues su poder no tuvo frenos legales, aunque fue relativamente tolerante con el funcionamiento de los partidos y hasta con la prensa opositora. Se consideraba un hombre del Partido Colorado, pero no realizó un gobierno de partido (incluso tuvo gestos conciliadores hacia los blancos), sino que basó su poder en la fuerza del Ejército, que modernizó al tiempo que aumentó el número de sus unidades. Al llegar al gobierno, Santos encontró un momento de crecimiento económico, favorecido por las inversiones extranjeras, en especial británicas. Gustaba de la fastuosidad y se enriqueció durante el ejercicio del poder. Creó para sí y para su principal jefe militar (y sucesor) Máximo Tajes el grado de teniente general. Utilizó por primera vez la banda presidencial, uniformes de lujo y una numerosa escolta. La maniobra para volver a ejercer la Presidencia (violando la prohibición constitucional) y el creciente autoritarismo exhibido determinaron que sus opositores organizaran una rebelión para derrocarlo: la efímera revolución del Quebracho. Su segundo gobierno padeció una severa crisis económica, que se agravó por el despilfarro en las cuentas públicas. El atentado del alférez Gregorio Ortiz contra su vida, en agosto de 1886, derivaría en una serie de hechos que condujeron a la renuncia de Santos el 18 de noviembre. Tajes fue electo presidente para completar el mandato. Santos viajó a Europa con su familia y regresó el 11 de febrero de 1887; pero Tajes, que había sido su colaborador y amigo, le impidió desembarcar bajo el argumento de que su vida corría peligro, lo cual representó de hecho un destierro. Santos vivió un tiempo en Río de Janeiro y luego pasó a Buenos Aires, donde falleció el 19 de mayo de 1889, con apenas 42 años. Sus restos fueron repatriados de inmediato y sepultados en el Cementerio Central. (Biografía tomada de La enciclopedia de El País, diario El País, 2011).
(3) Historia Uruguaya – El Uruguay de la modernización: 1876-1904, de Enrique Méndez Vives, Ediciones de la Banda Oriental, 1987.
(4) Este simbólico palacete y suntuosa vivienda, ubicada en la avenida 18 de Julio 1177, Montevideo, fue encargada en 1881, cuando Máximo Santos era ministro de Guerra, e inaugurada en 1886, cuando era presidente de la República. El ingeniero Juan Alberto Capurro plasmó en ese edificio los lineamientos característicos de la arquitectura del Renacimiento italiano, seguramente inspirado en el Palacio Pandolfini de la ciudad de Florencia. Se destacan la calidad de los materiales y su tratamiento en el mobiliario (traído de Hamburgo y París), el artesanado de techos, las pinturas murales y la yesería. Especial valor tiene el patio central, que cuenta con una fuente de mármol de Carrara. En 1920 la finca fue adquirida por el Estado; sirvió de sede del Ministerio de Interior, del Ministerio de Hacienda y del Consejo Nacional de Gobierno (Presidencia de la República colegiada de nueve miembros). Desde 1955 se convirtió en la sede del Ministerio de Relaciones Exteriores y es utilizado fundamentalmente para actos de carácter protocolar.
(5) Ver La enciclopedia de El País, en 16 tomos, diario El País, 2011.
(6) Historia rural del Uruguay moderno 1851-1885, tomo I, de José Pedro Barrán y Benjamín Nahum, Ediciones de la Banda Oriental, 1967.
Próximo capítulo: Un balazo en la cara de Santos y las presidencias de Máximo Tajes y Julio Herrera y Obes
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