Contenido creado por Gonzalo Charquero
El nacimiento del Uruguay moderno

Nacimiento del Uruguay Moderno (53)

Por qué la era de los frigoríficos se inició tan tarde en Uruguay

Las guerras mundiales no beneficiaron al país salvo en los años finales: los precios eran muy buenos pero no había fletes suficientes.

24.04.2025 10:17

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2025-04-24T10:17:00-03:00
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¿Por qué los frigoríficos florecieron dos décadas antes en Argentina que en Uruguay? En parte se debió a la preferencia de las empresas británicas por esa orilla del Río de la Plata y la abundancia del crédito externo que llevaron consigo; en parte por una mayor disponibilidad allí, en la Provincia de Buenos Aires, de ganado ovino y bovino de calidad; y también por medidas específicas de estímulos, como una ley argentina de 1888 que liberó a los frigoríficos y a las fábricas de conservas de todo impuesto nacional y provincial, así como de gravámenes sobre sus importaciones de maquinarias e insumos, y sus exportaciones.

Entre fines del siglo XIX y principios del XX, cuando Argentina era vista como “una segunda Estados Unidos”, los emigrados europeos arribaban en masa, así como la inversión británica en ferrocarriles, servicios públicos, fábricas y préstamos a empresarios y al Estado.

“Somos la traza de una gran nación, destinada a ejercer una poderosa influencia en la civilización de la América y del mundo”, predijo el general Julio Argentino Roca al asumir su primera Presidencia en octubre de 1880 (ver capítulo 49 de esta serie).

En torno a 1870 el producto bruto per capita de Uruguay era casi 50% superior al de Argentina, mientras en 1913 estaba por debajo (solo representaba el 80%): una caída relativa de Uruguay muy importante; o, en otros términos, un ascenso vertical de Argentina. La diferencia con Brasil, sin embargo, continuó siendo enorme e incluso aumentó. Los salarios mantuvieron un comportamiento parecido (1).

Estados Unidos comenzó a enviar carne congelada a Gran Bretaña ya en la década de 1870, en tanto Australia y Nueva Zelanda se sumaron en 1885.

Los primeros frigoríficos se instalaron en Argentina en la década de 1880 en la zona de Zárate y Campana, sobre el río Paraná, al norte de la ciudad de Buenos Aires. Argentina comenzó a exportar carne ovina congelada en 1883, y vacuna a partir de 1885. Ya no dejaría de hacerlo, a medida que caía el precio del transporte marítimo y se iba perfeccionando la cadena de frío, la carne llegaría hasta los hogares de Gran Bretaña, el cliente casi exclusivo.

En Uruguay, si bien la River Plate Fresh Meat Co estableció en 1884 un breve precedente de exportar carneros congelados desde Real de San Carlos (ver capítulos 36 y 51 de esta serie), la industria frigorífica para carne vacuna debió esperar hasta el siglo XX. Recién entre 1902 y 1904 se montó en punta de Sayago, al oeste del cerro de Montevideo, una planta de faena de ganado bovino y ovino y conservación por frío: el frigorífico La Uruguaya, creado por empresarios locales entre los que se contaban Manuel Lessa, Luis Ignacio García, Francisco Haedo Suárez, Andrés Palma y Julio Olivera Calamet. Esa planta realizó su primera exportación de carne congelada hacia Gran Bretaña en marzo de 1905. En 1911 fue vendida a la firma anglo-argentina Compañía Sansinena de Carnes Congeladas.

Frigoríficos estadounidenses

El gran salto se registró en Uruguay a partir de 1912, cuando comenzó a funcionar en Punta Lobos, también en la zona del cerro, sobre el antiguo saladero Cibils, el Frigorífico Montevideo, perteneciente a la compañía estadounidense Swift, instalada en Argentina desde 1907-1909. En 1916, tras ser adquirido por el grupo National Meat Packing Company de Chicago, que reunía a Swift y Armour, pasó a llamarse Frigorífico Swift de Montevideo. Fue el más grande de los frigoríficos instalados en Uruguay, al menos durante la primera mitad del siglo XX (2).

Desde fines del siglo XIX tres saladeros propiedad de uruguayos operaban en Santana do Livramento, ciudad vecina de Rivera, y embarcaban charque (cecina) y otras conservas por el puerto de Montevideo a través de The Central Uruguay Railway Ltd (Ferrocarril Central). Uno de esos saladeros, propiedad de Pedro Irigoyen y Francisco Anaya, fue comprado en 1917 por la compañía Armour, que montó en los suburbios un gran frigorífico y barrio jardín según planos de John Adams, inglés residente en Uruguay, y Adolfo Shaw. Esa planta industrial, que fue cambiando de propietarios, fue el mayor empleador de la zona hasta su cierre en la década de 1990.

A partir de 1915 se montó entre la bahía de Montevideo y el arroyo Pantanoso el Frigorífico Artigas, de capitales nacionales; aunque fue adquirido poco después por la firma Armour de Chicago, que también operaba en Argentina desde 1907-1909, y que comenzó a faenar en Uruguay en 1917.

Los frigoríficos representaron el caso de industrialización más exitoso de la época en Uruguay. No solo produjeron alimentos con cierto grado de elaboración, en forma masiva, sino que provocaron una serie de requerimientos en cadena, desde mano de obra hasta materias primas y fletes.

La demanda de los frigoríficos de carnes más tiernas, abundantes y veteadas de grasa, por fin arrastró a los productores rurales en masa a comprar reproductores finos para mejorar sus rodeos. Esa inversión, finalmente, valía la pena. El ganado criollo desapareció con cierta rapidez, a la par de los saladeros y la sofisticación del consumo interno.

En poco tiempo los frigoríficos instalados en torno a la bahía de Montevideo, provistos de ganado vacuno y ovino por el ferrocarril de capitales británicos, que lo transportaba hasta el complejo La Tablada, superaron las exportaciones de la Liebig’s de Fray Bentos y de los saladeros.

Las compañías estadounidenses o inglesas que dominaron la industria frigorífica uruguaya en la primera mitad del siglo XX tenían además acceso a los mercados consumidores europeos y a fletes competitivos, una marcada ventaja sobre los industriales criollos.

El mayor riesgo, en todo caso, fue el del trust: la concentración de un mercado en las mismas empresas coaligadas, explícita o implícitamente, que incidían fuertemente sobre los precios.

Las empresas estadounidenses y británicas habían acordado en una conferencia de fletes de 1911 el reparto del transporte de carnes desde el Río de la Plata a Gran Bretaña, que era con largueza el principal mercado. Básicamente los estadounidenses producían y los ingleses transportaban.

Los dudosos beneficios de la guerra

La Gran Guerra europea, luego conocida como Primera Guerra Mundial, que estalló en 1914, aumentó enormemente la demanda por carnes, conservas y otros insumos provenientes del Río de la Plata, el sur de Brasil, América del Norte y Oceanía.

El precio de los novillos saltó en Uruguay de 15-17 pesos en 1900, a 22,75 pesos promedio en 1905, y hasta 51,21 pesos en 1915.

Pero la escasez de fletes disminuyó radicalmente las exportaciones en los primeros años del conflicto. Recién se recuperaron con fuerza a partir de 1917, cuando los aliados anglo-estadounidenses pudieron controlar el océano Atlántico, redujeron el peligro de los ataques de los submarinos alemanes e incrementaron el número de barcos mercantes.

Por entonces, en los años finales de la guerra, Gran Bretaña y Estados Unidos sustituyeron transitoriamente a Bélgica y Francia como clientes de las exportaciones de Uruguay, en tanto Brasil prácticamente desapareció como comprador de tasajo.

En síntesis: durante la Gran Guerra aumentaron los precios de cueros, carnes, lanas y conservas, pero cayó el volumen vendido. Uruguay no se benefició del conflicto salvo en los dos años finales.

La Primera Guerra Mundial terminó en noviembre de 1918; y desde fines de 1919 el mundo capitalista occidental ingresó en una gran depresión, de la que Uruguay saldría recién, completamente, en torno a 1922.

En la posguerra las empresas de capitales británicos, instaladas sólidamente en Uruguay desde la década de 1870, comenzaron a competir en el rubro frigorífico con las firmas estadounidenses.

En 1924 la compañía de origen británico Vestey Brothers se hizo cargo de las operaciones de la Liebig’s en Fray Bentos, que en 1922 se había transformado en frigorífico, y pasó a operar como Frigorífico Anglo. Esta empresa se retiró del país en 1967 y la planta pasó a manos del Frigorífico Nacional (Frigonal), que lo explotó hasta su cierre definitivo en 1979.

Durante la segunda Presidencia de José Batlle y Ordóñez (1911-1915), en medio de un fuerte impulso creador de empresas públicas, se discutió la instalación de una planta de propiedad mixta (pública y privada) o puramente estatal. Muchos empresarios y políticos creían que un frigorífico del Estado, en competencia con los extranjeros, podría mejorar el precio para los productores rurales.

El proyecto recién se concretó el 6 de setiembre de 1928 con la creación por ley del Frigorífico Nacional (Frigonal), que contó desde sus inicios con el monopolio del abasto de carne vacuna, ovina y porcina a Montevideo, el principal mercado nacional. Sus actividades comenzaron un año después con el arriendo y posterior compra de la planta de la Compañía Sansinena, instalada en punta de Sayago, en las faldas del cerro (3).

Con el Frigonal el Estado uruguayo inició una férrea intervención en la industria cárnica; reguló los precios del ganado en pie, de la carne al consumo, y estableció exoneraciones e impuestos (detracciones) a la exportación de carnes.

La Segunda Guerra Mundial, iniciada en 1939, implicó una fuerte recuperación de los precios de las materias primas, después de la Gran Depresión internacional. Pero la inicial escasez de fletes, como ya había ocurrido en la Primera Guerra Mundial, impidió que Uruguay se beneficiara hasta los años finales del conflicto.

Declive de los frigoríficos y su renacimiento

La prosperidad del negocio duró hasta mediados de la década de 1950, cuando la producción y exportación de carnes refrigeradas declinaron. Gran Bretaña, el tradicional demandante, cerró sus mercados para los embarques procedentes del Río de la Plata y pasó a abastecerse de sus socios de la Commonwealth, en particular Australia y Nueva Zelanda.

El sector ganadero, que a través de controles de cambios e impuestos subsidió el desarrollo de una industria protegida, que sustituía importaciones, se estancó. Desde la década de 1930 se realizaron “fuertes transferencias de recursos desde el sector exportador, típicamente la ganadería, hacia los sectores orientados a la producción del mercado interno, la industria, los servicios y las actividades del Estado”, resumió el economista Gabriel Oddone en su libro, basado en su tesis doctoral, El declive (4).

La oferta uruguaya de lanas y carnes, los principales rubros de exportación, cayó en términos reales (comparada con el aumento de la población). Los frigoríficos acumularon una elevada capacidad ociosa, con el consiguiente aumento de los costos, la falta de inversión y una competitividad decreciente.

En 1957 los frigoríficos Swift y Armour, que no obtenían ganancias, dejaron de operar en Uruguay. Con sus plantas expropiadas se creó por la ley 12.542 de octubre de 1958 el complejo Efcsa (Establecimientos Frigoríficos del Cerro SA), que absorbió a los 4.530 funcionarios cesantes de ambas empresas. Este complejo decayó durante la década de 1960, redujo su plantilla y, tras operar con intermitencia, cerró definitivamente en 1989.

Debido a la escasez de materia prima y para promover las exportaciones, diversos gobiernos entre las décadas de 1950 y 1970 redujeron la venta de carne para el consumo interno, particularmente en Montevideo, mediante “vedas” o prohibiciones que implicaron la creación de fronteras interdepartamentales.

“Hecha la ley, hecha la trampa”, narró Lincoln Maiztegui: Las familias del interior enviaban ovinos faenados a sus parientes de la capital, mientras los montevideanos “salieron de los límites departamentales a comprar carne, lo que determinó que en la zona sur de Canelones se multiplicaran las carnicerías: El Novillo Alegre, La Estancia de Martín, Copacabana, etcétera. A cierta altura, el gobierno decretó la prohibición de ese tráfico, y puso controles en el límite entre ambos departamentos —como si se tratase de dos países diferentes— de manera de decomisar la carne comprada ‘de contrabando’. A los ojos de un lector del siglo XXI esto parece demencial, pero así fue” (5).

En 1978 se decretó el cese del Frigorífico Nacional luego de 50 años de monopolio del abasto en Montevideo, se liberó el comercio de reses y carnes en todo el territorio nacional y el Estado se retiró de su función de regulador de los precios. La industria frigorífica, que renació y se diversificó en plantas más pequeñas, se alejó de Montevideo y su bahía gracias al flete por camión refrigerado.

Las dos primeras décadas del siglo XXI mostraron un nuevo auge de esta industria gracias a los buenos precios de exportación y la diversificación de mercados, con China como primer comprador. La carne bovina era en 2024 el principal producto de exportación de Uruguay, junto a la celulosa (producida en zonas francas), la soja, los lácteos y el arroz.

Desde 1996 las ruinosas instalaciones del Swift sirven de base a la Armada nacional, en tanto entre los escombros del Frigorífico Artigas (ex Armour) la Intendencia de Montevideo creó a partir de 1997-1998 el Parque Tecnológico Industrial del Cerro (PTI), que alberga pequeñas y medianas empresas.

La industria frigorífica, que gestó una fuerte identidad cultural en el Cerro, es ahora leyenda.

(1) Desarrollo, vaivenes y desigualdad – Una historia económica de América Latina desde la Independencia, de Luis Bértola y José Antonio Ocampo – Secretaría General Iberoamericana, 2010.

(2) Ingleses, ferrocarriles y frigoríficos, por Guillermo Vázquez Franco, fascículo de Enciclopedia Uruguaya, Editorial Arca, 1968.

(3) La enciclopedia de El País, en 16 tomos, diario El País, 2011.

(4) El declive – Una mirada a la economía de Uruguay del siglo XX, de Gabriel Oddone París, Cinve – Linardi y Risso, 2010.

(5) Orientales. Una historia política del Uruguay, tomo III, de Lincoln R. Maiztegui Casas, Editorial Planeta, 2008.

Próximo capítulo: Las exportaciones uruguayas: de la edad del cuero a la era de la lana y los frigoríficos