Contenido creado por Gonzalo Charquero
El nacimiento del Uruguay moderno

Nacimiento del Uruguay Moderno (49)

La crisis de 1890: fin de un gran ciclo en Uruguay y el apogeo argentino

En las últimas dos décadas del siglo XIX las exportaciones uruguayas permanecieron iguales en tanto las de Argentina aumentaron 220%.

27.03.2025 11:39

Lectura: 9'

2025-03-27T11:39:00-03:00
Compartir en

Por Miguel Arregui
miguelarregui@yahoo.com

El médico Carl Brendel, un gran cronista del Uruguay de las décadas finales del siglo XIX, pasó por Buenos Aires en 1892 antes de regresar definitivamente a Baviera. En la capital argentina alternó con la colectividad alemana y contó lo siguiente: “Aquí se vive más holgada, alegre y despreocupadamente [que en Montevideo]. Con sus bonos los porteños han engañado a todo el mundo, hasta lejanos pueblitos alemanes, han colocado oro, en parte, en construcciones portuarias útiles [se refiere al gran Puerto Madero, entonces en desarrollo], pero bastante más en manos de ladrones que lo disfrutan en París, con un lujo excesivo, mientras que en casa y entre los acreedores se está en la ruina” (1).

Pero Brendel, bien informado por sus paisanos, también advirtió que una nueva Argentina “muy rica y fuerte” se había gestado en las últimas décadas, con “el pasaje a la agricultura de la ganadería originaria exclusiva, por la inmigración masiva europea, casi siempre italianos y españoles, y el enorme aumento del valor de la tierra”.

Por entonces tanto Uruguay como Argentina habían caído en una profunda crisis económica y financiera. El mojón principal fue la debacle de la banca Baring Brothers de Londres, que había concentrado en exceso sus créditos en el Río de la Plata, y que debió ser asistida entre 1890 y 1891 por el Banco de Inglaterra para no cerrar sus puertas, y para contrarrestar el pánico generalizado.

Los disturbios producidos en Argentina después del default de julio de 1890 provocaron la caída del presidente de la República, Miguel Juárez Celman.

El auge de las inversiones inglesas en Uruguay y Argentina en la segunda mitad de la década de 1880 y la crisis posterior pueden considerarse parte del mismo proceso, debido a su cronología y a los estrechos vínculos económicos entre ambos países (2).

Para 1890 las economías de los países del Río de la Plata estaban en depresión, las exportaciones caían en picada, Argentina primero y Uruguay un año después dejaron de pagar la deuda pública (default) y el crédito era nulo. El gobierno argentino, que tenía un tipo de cambio flotante desde 1885, permitió una gran emisión de billetes, fiel a su ya larga tradición empapeladora, a costa de una gran devaluación e inflación. Uruguay, mientras tanto, solo salió brevemente del patrón oro cuando se declaró la inconvertibilidad de la moneda en julio de 1890, pero volvió a él poco después y al valor nominal anterior del peso.

La crisis en Argentina, que ha sido largamente estudiada, fue provocada fundamentalmente por una abrumadora afición al crédito, que fluía generosamente en la década de 1880, y el posterior reflujo de capitales. La deuda externa —contraída para financiar obra pública, sobre todo en Buenos Aires, ferrocarriles y puertos— casi se duplicó entre 1884 y 1890 (en Uruguay creció 68% en el período 1880-1889). Pero también la economía argentina fue envenenada por grandes déficits fiscales, la expansión monetaria y la inflación. Solo en 1887 la inflación en Buenos Aires fue de 25% (2).

Los bancos públicos, tanto en Uruguay como en Argentina (los dos bancos Nacional y el Banco de la Provincia de Buenos Aires), cayeron en un grave despilfarro con profusión de créditos incobrables.

“Hay pruebas de que Uruguay se benefició del caos monetario de su vecino en la década de 1880 al recibir entradas de oro de éste, que amortiguaron los efectos de las pérdidas globales de oro en el resto del mundo”, sostiene Gastón Díaz Steinberg, profesor del Programa de Historia Económica y Social de la Facultad de Ciencias Sociales. “Estas entradas de oro fueron probablemente inducidas por la adhesión al patrón oro y la relativa seguridad que ofrecía el sistema bancario uruguayo” (2). Cualquier parecido con la situación contemporánea, al menos hasta 2023, no es casual.

Argentina como nueva frontera

A mediados de la década de 1880 el stock vacuno en Uruguay estaba en el máximo que admitían los campos naturales de entonces, casi sin mejoras: entre ocho y nueve millones de cabezas.

La década de 1880, y más aún la de 1890, cerró un largo ciclo de auge en Uruguay, que se inició con el fin de la Guerra Grande en 1851. Entonces el péndulo de los favorecidos por la historia se desplazó hacia Argentina.

A partir de 1878 el Ejército argentino inició una ofensiva hacia los grandes territorios indígenas del suroeste, en la Pampa y la Patagonia, bajo el mando del general Julio Argentino Roca, primero ministro de Guerra del presidente Nicolás Avellaneda y luego presidente a partir de 1880.

Esa sucesión de pequeñas ofensivas, que se prolongó hasta 1885, fue a la vez una operación de propaganda, una pacificación policial contra los malones, una gigantesca apropiación de territorios y un exterminio metódico de los escasos pobladores indígenas. Para estimular a su tropa y consolidar la nueva frontera, Roca premió a jefes y soldados con parcelas en las tierras tomadas.

De hecho, esta Conquista del Desierto formalizó una situación prexistente: la población autóctona estaba muy disminuida por siglos de luchas y epidemias, y se retiraba gradualmente hacia la región de la cordillera de los Andes.

“La posteridad habrá de asombrarse cuando los historiadores puntualicen que el secular problema del indio concluyó con un paseo casi sin enfrentamientos, donde nuestra lucha tuvo como destinatarios a los habilitados, los despenseros y los proveedores… y también el frío y la viruela (…). Los indios ya estaban derrotados”, hace decir al líder de aquellas expediciones el periodista e historiador Félix Luna en su magnífica novela histórica Soy Roca (3). Sin embargo la historia revisionista argentina de las últimas décadas sostiene que los indígenas no eran tan pocos, ni la distribución de las tierras apropiadas tan generosa (4).

Solo entre 1878 y 1879 se habilitaron otros 500.000 kilómetros cuadrados de tierras —casi tres veces la superficie de Uruguay— para la producción ganadera y agrícola. En los años siguientes la conquista se extendió hasta el extremo sur del continente.

Argentina, que ya era un gran productor agrícola y ovejero, aumentó enormemente su potencial económico. En las décadas finales del siglo XIX y en las primeras del siglo XX arreció la inmigración europea, mayoritariamente italiana y española (mientras se extinguía el flujo hacia Uruguay), y la economía del país, pujante y abierta, se incorporó al capitalismo triunfante (5).

En 1880 Uruguay exportó alrededor de 7,5 millones de libras esterlinas, y Argentina unos 13 millones. En las dos décadas siguientes las exportaciones uruguayas permanecieron más o menos iguales, en tanto las del vecino aumentaron más de 220%.

Argentina adhirió al patrón oro de 1900 a 1914, como corolario —y a la vez base— de sus espectaculares resultados económicos. Entre 1875-1879 y 1910-1913 el valor de las exportaciones de Argentina se multiplicó por 7,2.

La traza de una gran nación

En torno a 1890 los campos de Argentina rebozaron de agricultura, vacunos y lanares como nunca antes para proveer a los mercados internacionales de trigo, maíz, lino, lanas, cueros, tasajo y carne refrigerada; a veces en competencia directa con Uruguay, como por el mercado brasileño del tasajo.

“Somos la traza de una gran nación, destinada a ejercer una poderosa influencia en la civilización de la América y del mundo”, auguró Roca el 12 de octubre de 1880, al asumir su primera Presidencia.

El 25% de la población de Argentina en 1895 había nacido en el extranjero, y el 30% en 1914 (alrededor del 15% en Uruguay). Solo entre 1905 y 1909 había arribado más de un millón de inmigrantes a un país que sumaba siete millones de pobladores: dos millones en el Gran Buenos Aires y menos de cien mil en la Patagonia.

La crisis desatada en Londres en 1890, aunque la languidez ya era evidente unos años antes, golpeó con dureza en Argentina y Uruguay, que entonces ya estaban mucho más integrados a los mercados internacionales que en situaciones de “pánico” anteriores, como el de 1857 y el de 1873, que habían afectado a Estados Unidos, Europa occidental y los países de “nuevo asentamiento” europeo.

La economía uruguaya se había desarrollado a gran ritmo desde el fin de la guerra civil en 1851; pero era particularmente vulnerable ante las convulsiones internacionales debido a la escasa diversificación de sus exportaciones.

El grueso de las ventas de Uruguay al exterior dependía de solo tres rubros: lanas (30,5% del total en 1890), cueros vacunos, lanares y equinos (35%) y tasajo (15%). Otros productos exportables, como las grasas y sebo (7%), el extracto de carne (6,5%), el ganado en pie (2%), las conservas y los granos tenían una importancia menor en el total.

Algunas industrias de exportación de alto valor agregado ya incipientes en Argentina, como las carnes congeladas y la agricultura a gran escala, sobre todo de trigo y maíz, eran aún una promesa en Uruguay.

Las importaciones uruguayas mientras tanto caían severamente como porcentaje del PBI desde la década de 1880, años en que el proteccionismo se exacerbó y se gestó una industria sustitutiva; pero también porque, al disminuir las exportaciones cuando la crisis con epicentro en 1890, no había con qué pagar importaciones.

(1) El gringo de confianza. Memorias del médico alemán Carl Brendel en el Río de la Plata 1867-1892, editado por Fernando Mañé Garzón y Ángel Ayestarán - Moebius Editor, 2010.

(2) Uruguay, Argentina, el patrón oro y la crisis de 1890 - Essays on the Gold Standard: The Case of Uruguay, de Gastón Manuel Díaz Steinberg, doctorado en Ciencias Sociales, opción Historia Económica, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de la República, 2023.

(3) Soy Roca, de Félix Luna, Editorial Sudamericana, 1989.

(4) Ver por ejemplo Una guerra infame. La verdadera historia de la Conquista del Desierto, de Andrés Bonatti y Javier Valdez, Edhasa, 2015.

(5) Breve historia de la Argentina, de José Luis Romero, Colección Tierra Firme, Fondo de Cultura Económica, 1996.

Próximo capítulo: La prédica del intervencionismo estatal y del activismo monetario como reacción a la crisis.

Por Miguel Arregui
miguelarregui@yahoo.com