El español Carlos Alcaraz, tercera raqueta del mundo, jugará su primera final en Roland Garros tras firmar una épica remontada ante el italiano Jannik Sinner, virtual número 1, 2-6, 6-3, 3-6, 6-4 y 6-3 en 4 horas y nueve minutos.
A sus 21 años, el español se convierte en el jugador más joven de la historia en alcanzar finales de Grand Slam en todas las superficies, y buscará sumar su tercer Grand Slam contra el vencedor del duelo entre el alemán Alexander Zverev, cuarto del mundo, y el noruego Casper Ruud, séptimo favorito.
“Ha sido un sufrimiento. Aquí hay que disfrutar de la grandeza de este torneo, pero hoy, durante cinco sets, hemos tenido que pelear y hay que saber también disfrutar del sufrimiento”, dijo el español.
Alcaraz, que el año pasado cayó en una dramática semifinal contra el serbio Novak Djokovic, se convierte en el segundo finalista más joven sobre la tierra batida de París, por detrás de su compatriota Rafa Nadal.
Como en su ya legendario choque en el Abierto de Estados Unidos de 2022, en el que Alcaraz levantó una bola de partido antes de apuntarse el choque y, posteriormente, el torneo, lo que le propulsó al número 1 del mundo, los dos contendientes batallaron durante cinco sets.
Considerado el duelo entre los dos mejores exponentes de la generación nacida en el siglo XXI, la presión fue la tónica dominante durante el partido y atenazó a ambos contendientes, que multiplicaron los errores.
A falta de calidad, el partido tenía que resolverse por la épica, la constancia y la fe y el español, que estuvo a remolque durante buena parte del encuentro, tuvo un poco más para aguantar en el tramo final y terminar levantando los brazos.
Con su quinta victoria en nueve duelos contra Sinner, la segunda este año tras la de la semifinal de Indian Wells, Alcaraz frenó la progresión del italiano, que este lunes será el primero en coronar el ranking del tenis y que encadenaba doce triunfos consecutivos en Grand Slam tras haber levantado en Australia el primero del año.
Y también aguó el festín del tenis italiano en este Roland Garros, frenó el póker que preparaban y dejó al cuadro individual masculino como el único que no tendrá el fin de semana un finalista transalpino.
Jasmine Paolini jugará este sábado la final contra la polaca Iga Swiatek y el domingo, junto a Sara Errani, la final de dobles, mientras que Simone Bolelli y Andrea Vavassori jugarán la del doble masculino.
Alcaraz comenzó mal, estuvo tenso todo el partido, multiplicó los errores (58), pero supo sobrevivir para llegar con opciones hasta el final, contra un rival que más allá del primer set, tampoco tuvo un tenis fluido, y también firmó numerosos fallos (44).
No era un día para retrasos en un París tomado por las fuerzas de seguridad, con calles cortadas para dejar paso a los presidentes de Estados Unidos, Joe Biden, y Ucrania, Volodímir Zelenski, de regreso de la conmemoración del desembarco de Normandía, pero Alcaraz llegó tarde.
Estaba en la central de París a la hora acordada de su cita con Sinner, la novena de su corta carrera que, a buen seguro, traerá otras, pero aunque hizo acto de presencia, realmente no había llegado aún cuando empezó el peloteo.
Un 4-0 de salida, dos servicios rotos del español, dos juegos en blanco con su saque el italiano y ya el partido hipotecado, cuesta arriba.
Veinte minutos tardó el español en ganar su primer juego, 26 el romper el primer saque a su rival, pero cuando parecía que se reenganchaba, el martillo del virtual número 1 volvió a golpear para cerrar la manga.
No encontraba la vuelta al duelo el murciano, obligado a arriesgar para contrarrestar la eficacia de Sinner con su servicio, una apisonadora con una eficacia del 85 %, y así tanto se acierta como se falla.
A Sinner, el cándido, se le ponía cara de asesino, apretaba el puño con rabia, cerraba la mandíbula y en sus ojos se dibujaba sangre. No quería dejar escapar la presa.
La segunda manga parecía discurrir por el mismo cauce, 2-0 de entrada y un augurio sin apelación: a ese ritmo no se puede ganar al italiano.
Pero el tren de tenis de Sinner fue perdiendo fuerza, su servicio dio algo de oxígeno al español, su derecha empezaba a hacer estragos (14 golpes ganadores) y mandaba bolas más altas, más molestas, a las que el italiano no supo responder (solo dos golpes ganadores). Cinco juegos seguidos se apuntó Alcaraz y la segunda manga de su lado. Otro partido.
El duelo se fue a la deriva. Nerviosos, tocados físicamente, los dos adversarios multiplicaron los errores, que fueron más que los aciertos desde ambas raquetas, dejaron escapar una y otra vez opciones de cobrar ventaja.
El fisio atendió al italiano, de la mano derecha y de las piernas, como si quisiera prevenir posibles calambres. El español tampoco rulaba a pleno rendimiento. Sin calidad, el partido se aferró a la emoción.
Alcaraz golpeó primero, rompiendo el servicio en el tercero, pero enseguida cedió el suyo y ya no lo pudo recuperar, pese a que dispuso de hasta cuatro opciones para conseguirlo.
El saque del español entró en una fase dramática, mustio, inofensivo, sin picante, un regalo para Sinner que se lo arrebató en el sexto juego y ya no dejó escapar el margen.
Se aferró al cuarto set Alcaraz, el más impreciso de todos, una hoja caída de un árbol que podía ir a cualquier lado. Atenazados por el miedo, arriesgaban poco y fallaban mucho, pero el español amarró el set en un acelerón final, que no fue más que el preludio de la apoteosis final.
Carlitos había recuperado el colmillo y en el quinto set zarandeó al italiano, colocándose 4-1 y llevando toda la presión al campo rival. Se aferró a su servicio y, con mucha tensión, cerró el duelo.
EFE / FútbolUy.