El 1-0 de Liverpool sobre Rentistas tuvo poco de entretenido. O más bien nada. Se trató de un discretísimo partido que se definió con un centro que se fue cerrando y terminó en la red del arco locatario para mantener con vida a los visitantes en la tabla del descenso.
Durante la montaña humana que se construyó sobre el joven Nicolás de la Cruz en el festejo de su gol, Mario Saralegui pareció no inmutarse. El entrenador negriazul permaneció sentado en el banco de suplentes y aprovechó la soledad del momento para encender un cigarro tranquilamente.
Precisamente en ese arco se dio uno de los hechos curiosos de la fría mañana dominguera; antes de comenzar el cotejo los árbitros constataron que la red no estaba en condiciones y era necesario atarla en la parte superior, cerca del travesaño. Jorge Bava intentó solucionar el problema con cinta aisladora pero la altura era una complicación, hasta que el goleador Junior Arias se subió en los hombros de un compañero y arregló todo.
A los bichos colorados les habían robado los cables que llevan energía al vestuario visitante en la noche previa al partido.
Durante el cotejo, ya en el transcurso del segundo tiempo, un perro se metió al campo y obligó al árbitro Jonathan Fuentes a parar el juego. Nadie pudo sacarlo, ni siquiera su propio dueño. El canino abandonó el terreno por su propia voluntad, luego de un par de minutos teniendo a todos pendientes de sus corridas por el césped.