El remo uruguayo dio un golpe de autoridad en estos Juegos Deportivos Sudamericanos (Odesur) no solo ganando diez medallas (seis de oro), sino que, además, obtuvo el medallero de su deporte, algo sin precedentes en la historia de las once citas anteriores. Ahora, es claro que nada de esto es casualidad.
Este deporte llegó a Asunción con el antecedente de las siete medallas de bronce obtenidas cuatro años antes en Cochabamba 2018, donde ya aparecía Bruno Cetraro haciendo de las suyas y aún no tenía participación Felipe Klüver.
Desde aquella cita boliviana todo fue crecimiento, con la clasificación olímpica del doble par ligero conformado por la dupla antes mencionada, el sexto puesto y diploma en los Juegos de Tokio y un 2022 repleto de aspiraciones que se fueron concretando.
La apuesta fue grande con la decisión de los olímpicos de irse a España para entrenar y estar cerquita de los mejores del mundo, no solo en competencia, sino también en entrenamientos y que eso diera un salto de calidad, que luego se replicó con la llegada del resto de la selección para imitar sus pasos.
La cabeza de Osvaldo Borchi era clara, el entrenador que nació en Argentina, pero es más uruguayo que varios, trabajó en la planificación de cada detalle, todo estuvo estudiado y pensado. Su particular estilo lo acompañó como desde hace varios años: “Solo con la garra charrúa no se logran las metas, a eso hay que sumarle entrenamientos durísimos. El camino no es nada fácil y no hay excusas. Nosotros trabajamos cada día para concretar los objetivos”.
La cosecha anual
Cuando se planta una semilla en un buen suelo, se la riega y cuida a diario, y, a su debido momento, termina dando el fruto esperado. En el remo esto es una realidad que se extiende en el tiempo y que este 2022 floreció en medallas.
Ya en marzo pasado los botes celestes brillaron en el Sudamericano junior y sub-23 de Porto Alegre, Brasil, cosechando un total de trece medallas, seis de oro, cuatro de plata y tres de bronce.
Nombres como el de Martín Zócalo, Leandro Rodas, Luciano García, Yuliana Etchebarne y Paulina Centurión comenzaron a marcar presencia internacional de calidad y abrir los ojos de varios. Había un equipo fuerte.
Luego fue el turno de la primera edición de la Copa América de remo coastal (en océano) que se disputó en Perú, donde Marcos Sarraute y Romina Cetraro hicieron destrozo: cinco oros y una plata.
Sarraute fue aquel remero que, por no declarar una medicación para tratar un trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), un error compartido por varios actores, desencadenó que Uruguay no pudiera sostener la medalla de oro que ganó en el agua en los Juegos Panamericanos de Lima 2019. Pero la Federación nunca lo dejó solo, lo ayudó, le dio el pasaje para volver a defender a la Celeste y, con sed de revancha, comenzó a responder con dedicación y logros. “Fue mi gran revancha”, aseguró.
Luego llegaron las tres ediciones de la Copa del Mundo que se realizaron en Europa y allí la dupla olímpica hizo de las suyas. Compitiendo por separado en el single ligero, obtuvieron medallas de bronce históricas: Felipe Klüver en Poznan, Polonia, y Bruno Cetraro en Lucerna, Suiza.
Pero aún había más, con el arribo del Mundial sub-23 de Varese, Italia, el remo celeste participó con ocho botes y otra vez dio la nota. Felipe Klüver salió campeón en el single ligero, un logro sin precedentes e inédito que hizo enorgullecer al país, pero, además, Paulina Centurión y Tatiana Seijas fueron finalistas en el dos sin timonel, un mojón en la historia para la rama femenina. Leandro Rodas y Martín Zócalo fueron cuartos en el mismo bote de la rama masculina, marcando su destacado presente y una proyección olímpica.
Allí, Borchi y los suyos decidieron emprender viaje rumbo a Asunción para, con más de un mes de anticipación, ir a plantarse en la preparación de los Odesur: “Sin trabajo no hay premio”.
El único que demoró su llegada fue Bruno Cetraro que, tras charla con el entrenador y el presidente de la Federación, Fernando Ucha —a los que debió convencer prometiendo ganar todas sus regatas en tierras guaraníes (lo cual cumplió)—, se quedó en el viejo continente para participar en el Mundial de mayores.
“Quiero cumplir mi sueño”, contaba el remero en la previa a una competencia donde fue cuarto en el single ligero, un resultado que respaldó su decisión y que fue la mejor posición de la historia en la máxima categoría en las citas mundiales.
Ahora sí, plantel completo en Paraguay y todos enfocados en lo mismo, demostrar que este deporte es potencia a nivel continental y surcar la pista con la tranquilidad del camino recorrido.
Cielo de un solo color
Poco astuto sería repetirme en mencionar el nivel que demostró el remo uruguayo en los Odesur. La convicción que se reflejaba en la cara de cada uno de ellos, la “calentura” cuando se ganó algún bronce que pudo ser algo más, el festejo en los triunfos sin descuidar la próxima regata, fueron marcando jornadas de tinte inolvidable.
“¿Ganamos el medallero?”, me gritó desde el bote Klüver tras el oro obtenido por el ocho con timonel, algo que nunca se había conseguido, en lo que marcó última prueba de la cita. Yo, que estaba en la orilla, cerca de la llegada y trabajando para hacer llegar el material de cada consagración (que se dio una tras otra), le hice el gesto de dedito para arriba.
Pocas veces vi esa celebración mancomunada de los deportistas, el grito clásico de: “Uruguay noma’”, esa sensación del deber cumplido y la ilusión acrecentada de que el camino a París 2024 seguía en marcha y a todo tren.
Chapuzón generalizado; Ucha, el presidente de una federación que rema buscando la gloria en cada competencia, llevado en andas hacia el agua; Borchi chapoteando a grito pelado junto a sus deportistas; y la foto final de todos los remeros junto a familias y amigos que acompañaron a la delegación a Asunción, fueron imágenes de una actuación consagratoria.
“Esto recién empieza”, me dijo Cetraro con sus cuatro doradas en el pecho; y Klüver, también con sus metales brillando al sol y casi tan coordinado como cuando reman en el agua, completó: “Lo mejor está por venir”.
Lo cierto es que nada es casualidad, todo es trabajo incansable, constancia y convicción, algo que en el remo sobra y de a montones.