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Un primer acto para enmarcar de Pedro Neto hizo soñar al Wolverhampton, tras desfigurar a un Liverpool, que tuvo a Darwin Núñez desde los 56 minutos, que cambió de cara en la segunda parte con el acierto en los cambios de Jürgen Klopp, para remontar con Mohamed Salah de asistente en los tres goles que aumentan la presión en cabeza sobre el Manchester City.
La valentía de los Wolves, su fútbol vertical con una figura emergiendo como dominador total, el extremo portugués Pedro Neto, y una personalidad arrolladora, desfiguró al Liverpool en el primer acto. Sin encontrar la fórmula para poner freno a las rápidas transiciones, el 1-0 en contra al descanso lo debía celebrar Klopp para arreglar el desaguisado.
Nadie encontró la forma de parar a Pedro Neto en la primera mitad. Un recital partiendo desde la izquierda. Recibiendo con espacio o encarando rivales. Un generador infinito de ocasiones. Sólo la falta de acierto de Cunha en el remate impidió que el encuentro quedase muy a favor de los locales.
Se decantó de inicio hacia los Wolves, a los siete minutos con la transición liderada por Pedro Neto que acabó en asistencia tras bicicleta y eslalon veloz con recorte para ponerle el balón perfecto a Hwang Hee Chan para dinamitar el partido. De los cinco goles marcados por los de Gary O´Neil en lo que va de Premier, cuatro salieron de pases del portugués.
No era más que el comienzo de su recital. La pelota no le duraba al Liverpool. Las subidas de Nelson Semedo por la derecha y las apariciones de Neto por la izquierda, zarandeaban a los Reds con continuidad. Apenas una aparición de Salah, con disparo final de Diego Jota desviado, podía interpretarse como liberación de tanta presión.
Nada más lejos de la realidad. En cuanto Pedro Neto recibía el balón, sobrado de confianza, lanzaba recortes hacia dentro y hasta acariciaba el segundo con un disparo; mataba con el pecho un cambio de juego para irse con un túnel de su defensor y servir en bandeja el segundo a Matheus Cunha. El salto antes de tiempo del brasileño le hizo fallar lo que un delantero nunca debe. Y tuvo otra que perdonó, en carrera, en la mente aún lo fallado anteriormente y con un compañero solo para marcar.
Se acordaría posteriormente de esas ocasiones Cunha como todo su equipo cuando llegó el despertar del Liverpool. Dejó un primer síntoma en los últimos compases del primer tiempo, cuando José Sá saco con el pie abajo el disparo de Dominic Szoboszlai tras una primera ocasión de Salah, pero fue tras los ajustes de Klopp en el descanso cuando se confirmó.
Alexis Mac Allister, visiblemente molesto, se quedó en el banquillo y Luis Díaz aumentó la fortaleza. Ajustó su balance defensivo el Liverpool, supo frenar a Neto con ayudas para hacerle desaparecer y se instaló en campo contrario. El panorama del partido cambió por completo. En su primer ataque ya sintió su capacidad de generar peligro cuando Robertson, de primeras, puso un centro perfecto a la cabeza de Luis Díaz.
Se impuso la personalidad de Szoboszlai con balón, al mando del juego y adueñándose del partido. Pisó más área rival el Liverpool y a los 55 minutos encontró el empate. La primera de Salah, con un centro tenso para que marcase a placer Gakpo. El tanto no cambió la idea de Klopp, vencedor del duelo con sus cambios, sentando inmediatamente al autor del gol.
Los Wolves habían desaparecido. No existía su fase de ataque. Apenas un disparo a la grada de Joao Gomes. Parapetados en su terreno, pagando el esfuerzo físico. Darwin Nuñez y Elliott lo aprovechaban con su frescura desde el banco. Sá evitaba con su rodilla la remontada en primera instancia pero la insistencia del Liverpool le condujo al triunfo.
Tras un error de Sá, que se precipitó en sacar rápido y buscar un contragolpe, golpeando a un rival con el balón que se quedó a medio camino, cayó en botas de Robertson que inició una larga carrera en la que se asoció con Salah y, juntos, firmaron un gol de bellísima factura. El pase al espacio con el exterior del egipcio, la definición con calidad del capitán, cambiando la posición del cuerpo para definir de interior.
El cuarto triunfo del Liverpool ya no tenía freno. En el añadido le puso el broche, de nuevo con Salah marcando el tempo, eligiendo el receptor de su asistencia. En esta ocasión el pase atrás a la llegada de Elliot, que se aliaba doblemente con la fortuna. Su disparo lo desviaba un rival y golpeaba en el poste que lo mandó hacia dentro.
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