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El Torneo Clausura de la primera división de Nicaragua sigue jugándose pese a la expansión del coronavirus y el equipo que lo lidera cuenta con un uruguayo. El melense Bernardo Laureiro, integrante de la mundialista selección sub-17 de 2009, anotó los dos goles con que Diriangén venció a Ocotal 2-0 este sábado. “Raramente somos de las pocas ligas que estamos jugando pese a lo que está pasando”, lamentó en diálogo con Hora 25, de Radio Oriental.
“Si bien el miércoles pasado se jugó a puertas abiertas, ya el sábado se jugó a puertas cerradas porque el viernes de tarde se detectó el segundo caso en el país. De parte de nuestro club nos dieron la total libertad de jugar o no, pero es muy complicado. A simple vista parece fácil no presentarse, pero toda decisión trae consecuencias y el equipo decidió jugar”, explicó.
“El club podía no presentarse este sábado, pero el aviso de la Liga fue que si no se presentaba en la siguiente fecha perdía la categoría automáticamente. El club nos trasladó la propuesta a los jugadores y nos dijo que como club nos iban a entender ante la decisión que tomáramos, pero si no nos presentábamos iban a tener que tomar una decisión para la siguiente fecha y ver con qué jugadores podían contar para presentarse”, narró.
Confirmaron dos casos y se jugó a puertas cerradas
“Es el club más viejo de Nicaragua con 102 años y aunque importe más la vida que las decisiones que se tengan que tomar como institución, ellos tampoco podían perder la categoría”, lamentó Laureiro, quien lamentó que en la última reunión que hubo entre los 10 clubes participantes sólo el Diriangén haya votado parar la Liga. Es increíble pero cierto”, dijo.
“El argumento que se manejó la semana pasada para no parar es que no había casos de coronavirus en Nicaragua. Después hubo uno, que se confirmó un miércoles de noche cuando nosotros estábamos en el entretiempo de un partido. No nos presentamos a entrenar los dos días siguientes y el club nos ordenó quedarnos en nuestras casas”, recordó.
“El sábado tuvimos una reunión para resolver qué hacer, porque la fecha estaba jugada y ese día confirmaron el segundo caso. Era normal el miedo que teníamos todos por nuestras familias. Ante eso, la única medida que tomaron fue jugar a puertas cerradas. Todos sabemos que en todos los países el coronavirus empezó con uno o dos casos, y después se hizo incontrolable la situación. Acá parece que no se han dado cuenta”, agregó.
Los futbolistas sin gremio y librados a la voluntad de los dirigentes
“La Federación Nicaragüense de Fútbol (Fenifut) paró sus ligas de segunda y tercera división, y también el fútbol femenino. Pero la liga de Primera División es autónoma y la Fenifut no tiene voz ni voto ahí”, afirmó.
“También están los intereses por los boletos para la Liga de Campeones de la Concacaf, pero es inentendible que estemos hablando de situaciones deportivas con todo lo que está pasando”, sostuvo, y agregó que si bien “hay jugadores que no quieren jugar, después los que mandan son los directivos y muchas veces bajan la orden y amenazan con rescindir los contratos”.
“Para muchos de nosotros es el único ingreso, y Nicaragua no es un país donde abunde el trabajo. Es complejo el tema y los jugadores son rehenes de decisiones que toman los directivos. Los sueldos son irregulares y si se para, dejamos de cobrar. Si pasa eso, muchos no tienen cómo darles de comer a sus hijos. No hay gremio de futbolistas ni seguro de desempleo. Y el apoyo entre colegas es complejo; cada uno busca resolver sus temas”, lamentó.
Dentro de lo malo de la situación, valoró la actitud de su club y explicó la foto que el equipo se sacó previo a su último partido con barbijos en señal de protesta. “En la reunión con la directiva se pidió que cada jugador tuviera una mascarilla y mucho alcohol en gel en el vestuario. Del club no tenemos nada para decir. Obviamente las mascarillas las usamos para la foto y en modo de protesta para que la gente entendiera que no queríamos jugar”, dijo.
Por último, contó cómo lo vive desde Diriamba, “una ciudad de 60.000 personas donde se ve a la gente con mascarillas y miedo”, más allá de que “también hay gente que sigue como si nada”. “Los colegios siguen funcionando como si nada, pero con mi señora resolvimos que a nuestro hijo de cuatro años no lo mandamos más al jardín. Salimos lo justo y necesario, compramos comida y nos encerramos”, concluyó.
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