Quince horas de viaje separaron la salida de Montevideo y la llegada a París, capital de Francia y sede de una nueva edición de los Juegos Olímpicos, una cita que desde el deporte aúna una fiesta cultural, de intercambio y llena de historias por contar.
Ya desde el aeropuerto de Orly, punto de entrada que nos tocó para ingresar a la ciudad, eran evidentes las muestras de una ciudad embanderada en pos de la organización de un evento sin precedentes. Banderas alusivas, carteles indicadores, voluntarios por doquier y un sistema de trabajo que de a poco se va poniendo en marcha.
Con la acreditación obtenida, todos los presentes reciben una tarjeta para utilizar el sistema de transporte público de la ciudad, desde metros a buses y trenes, lo que facilita bastante los traslados.
Otro hecho que no escapa a ediciones anteriores es la utilización del carril olímpico, una senda exclusiva en las calles parisinas para que los vehículos involucrados en el evento puedan circular con otra libertad y rapidez. Algo que funciona a la perfección, ya que el respeto por este es absoluto.
También es claro el cuidado de los principales puntos turísticos, por lo menos hasta la ceremonia inaugural del próximo 26 de julio, con vallados que rodean la Torre Eiffel, la Catedral de Notre Dame y hasta el mismo río Sena.
En este último ya están apostadas gradas y palcos a los costados de su curso para seguir el desfile de las delegaciones que arrancará en Saint Denis. Cada una recorrerá seis kilómetros en barcazas hasta llegar al Trocadero, donde serán los principales espectáculos musicales y protocolares.
Por la calle aún hay cierta mirada de asombro por ver el desfilar de gente acreditada, algo que se irá intensificando con el correr de las horas y verá su punto máximo entre el 25 y 26 venideros.
Los controles de seguridad son absolutos, con escaneo de credencial, escáneres en cada acceso y revisación de bolsos y mochilas. Policías por doquier, muy amables, por cierto, pero atentos a cualquier rasgo diferente que los haga entrar en acción.
El recuerdo a Enzo Francescoli y su paso por el fútbol francés, así como la posible salida de Manuel Ugarte del PSG, fueron temas de charla con los locales al enterarse de que éramos uruguayos, aunque muchos de ellos dicen que “por la tonadita” pensaron que éramos argentinos.
Días previos de puesta a punto para que nada falle y la imagen que recorra el mundo sea la mejor, vivir una experiencia deportiva que comenzará el 24 de julio para Uruguay con el debut del rugby 7 y cuya delegación deportiva encabezarán María Sara Grippoli (taekwondo) y Emiliano Lasa (atletismo), abanderados que arribaran a París en las próximas horas.