Juega en el filial del Bayern
Múnich, estuvo dos semanas en cuidados intensivos por un problema en el corazón
y hoy triunfa con Gambia en el Mundial sub-20 de Argentina. Su nombre es Mamin
Sanyang, protagonista de una historia de superación repleta de giros de guion.
A este habilidoso extremo diestro de 20 años le dijeron hace
cinco que quizá nunca más podría volver a jugar al fútbol por una miocarditis
que casi acaba con su vida.
Este jueves entró desde el banco de suplentes y anotó el gol que
selló el triunfo 2-1 contra Francia, tres puntos que, además, permitieron a su
selección asegurar el billete para los octavos de final.
“Somos un equipo, un solo corazón”, afirma Sanyang, que tiene
como referencias a Sadio Mané, Vinícius Júnior y Alphonso Davies, en
declaraciones a EFE en el estadio Malvinas Argentinas de Mendoza.
Nació el 6 de febrero de 2003 en la ciudad de
Brikama, en el seno de una comunidad donde el fútbol es como una religión.
Todos los días, a la salida del colegio, se juntaba con sus amigos para jugar a
la pelota, su gran pasión. Eso y la PlayStation.
Y “DE REPENTE” EN ALEMANIA
Pero todo cambió cuando tenía 10 años. “Ocurrió de
repente”, relató, antes de recorder que su madre “cayó enferma” después de que
le identificaran “una lesión en la cabeza” y esa situación, unida a “algunos
problemas familiares”, hizo que su tío les invitase a irse a vivir con él a
Alemania.
Fue de la noche a la mañana. A Sanyang le marcó profundamente el hecho de no
haber podido decir adiós a sus amigos de la infancia. Un cambio radical. De
pronto estaba en Alemania. Otra cultura, otra comida y otro clima
completamente diferente. “Fue difícil para mí y para mi familia”,
subraya.
Se instalaron en el estado de Baden-Wurtemberg,
cerca de la divisa con Baviera. Y ahí es donde apareció de nuevo el
fútbol en su vida.
Ingresó en la base del modesto Heidenheim y empezó a
destacarse. Tres temporadas más tarde fue contratado por el 1899 Hoffenheim, ya
un club de más peso.
UN PINCHAZO EN EL PECHO
Fue en ese equipo donde vivió uno de los peores momentos de
sus dos décadas de existencia. Empezó con migrañas y, una semana más tarde,
sintió una punzada en el pecho.
Preocupado, lo compartió con su madre y se fueron directo al
hospital. Se sometió a una batería de exámenes y el diagnóstico fue alarmante:
miocarditis. “Los doctores me dijeron que si hubiera esperado un día
más, habría podido ser peor”, narra.
Sanyang se pasó dos semanas en cuidados intensivos. Dice que no se acuerda de mucho.
Asegura que estuvo casi todo ese periodo durmiendo.
Estuvo otras dos semanas en planta y, al recibir el alta, le
dieron otra mala noticia: tenía que parar de jugar. Y así estuvo más de seis
meses. En reposo.
CONTRATO CON EL BAYERN
Pero tuvo paciencia y volvió. Y lo hizo a lo grande. Siguió
dando pasos en su carrera hasta que en 2020 lo fichó el filial del Bayern
Múnich, donde continúa en la actualidad.
“Es un honor ver y entrenar todos los días con jugadores como
(Thomas) Müller o (Joshua) Kimmich y poder decirles 'hola' y hablar con ellos.
Los jóvenes del Bayern somos muy afortunados”, expresa.
En el conjunto bávaro coincidió con uno de sus mayores
ídolos, el senegalés Sadio Mané, con el que pudo hablar en mandinká, su lengua
de origen, y por quien siente una profunda admiración.
A nivel de selecciones, Sanyang jugó con la camiseta alemana
sub-19 en un amistoso, pero está decidido a defender los colores de Gambia,
país al que ya representó este año de forma brillante en la Copa de África
sub-20, consiguiendo un histórico subcampeonato.
“Es un honor formar parte de este equipo (...)
Estamos juntos. Cada vez que entrenamos nos divertimos y creo que
podemos llegar lejos” en el Mundial sub-20, avisa el delantero con los ojos
centelleantes.
EFE / FútbolUy