Por The New York Times | Daniel Politi, James Wagner and Sarah Pabst
El jueves, la selección nacional de Argentina iniciará en Atlanta su participación en la Copa América 2024, el campeonato de fútbol más grande de Sudamérica, con un partido contra Canadá. Los hinchas en todo el mundo, pero especialmente en Argentina, han estado esperando con ansias este día desde que su querido equipo, liderado por quien probablemente sea el mejor jugador de todos los tiempos, ganó la Copa del Mundo 2022.
Pero cuando Lionel Messi, la superestrella del fútbol y capitán de Argentina, ingrese al campo en el Mercedes-Benz Stadium con su equipo como uno de los favoritos para defender su título de la Copa América 2021, una tristeza cada vez mayor irá detrás suyo.
¿Será esta la última vez en la que Messi, quien cumple 37 años la siguiente semana y dijo dos años atrás que estaba jugando su última Copa del Mundo, vista la camiseta albiceleste de Argentina en un gran torneo? ¿Será esta la última vez en la que uno de los seres humanos más famosos del planeta, que trajo tanta alegría a tantas personas en su lugar de nacimiento en tiempos turbulentos, represente a su país obsesionado con el fútbol?
“Ya se viene despidiendo, con las entrevistas que viene dando, como que te va preparando”, dijo Sergio Colque, 40 años, electricista, mientras esperaba su turno para jugar en un partido de fútbol no profesional la semana pasada en Buenos Aires.
Jonathan Icikson, 27 años, un controlador de ambulancias, estaba con amigos fuera de un bar la semana pasada viendo jugar a Argentina contra Guatemala en su último partido amistoso antes de la Copa América. “La tristeza, obvio, que no se puede medir en palabras”, dijo, “pero no todos los finales son felices. Todo lo bueno en algún momento termina”.
Esta Copa América marcará un cierre para esta selección de jugadores argentinos.
Ángel Di María, de 36 años, también una estrella del fútbol y compañero de equipo de Messi por 16 años, ha dicho que se retirará de los encuentros internacionales con la selección cuando terminen las tres semanas de competición. Otros veteranos, como Nicolás Otamendi, de 36 años, no han señalado específicamente cuánto más continuarán, pero a esta generación de oro del fútbol argentino ya le empieza a pesar la edad.
“Un poco de miedo a que se termine todo siempre está”, dijo Messi sobre su carrera en una reciente entrevista televisiva.
Cuando Argentina venció a Francia en la final de la Copa del Mundo en Catar, fue el primer título para el país desde 1986. En aquella victoria, fue otra la superestrella del fútbol argentino, Diego Maradona, uno de los mejores jugadores de todos los tiempos, la que lideró al equipo.
Pero en sus cuatro intentos previos, y a lo largo de las subidas y bajadas en la relación con su país, Messi no había logrado estar a la altura de las expectativas como sucesor de Maradona. Era el logro que le faltaba a Messi, quien ha marcado el récord de ocho Balones de Oro como mejor jugador del mundo.
Pero cuando finalmente lo consiguió, Argentina celebró como nunca antes. Cinco millones de personas — cerca del 10 por ciento de la población del país — llenaron las calles de Buenos Aires para el desfile de la selección, uno de los eventos más grandes de la historia de Argentina.
“El mundial también lo vivimos en un momento difícil”, dijo Lorena Rovere, 45 años, una farmacéutica en Buenos Aires. “Después volvimos a la realidad”.
La economía argentina ha estado sumida en una recesión de años y continúa con uno de los índices de inflación más altos del mundo, con alrededor de 276 por ciento anual.
El presidente Javier Milei, un libertario de derecha, juramentó su cargo en diciembre prometiendo arreglar la economía nacional y advirtió que las cosas se pondrían peor antes de mejorar, mientras instituía una drástica etapa de austeridad. Prometió aplicar una “motosierra” al gasto público, al que culpó de los problemas económicos del país.
El desempleo ha aumentado este año, la pobreza se ha disparado y cada vez son más los argentinos que tienen dificultades para llegar a fin de mes.
El Senado aprobó en junio una ley que, según Milei, aumentaría el atractivo de Argentina para los inversores por, entre otras cosas, allanar el camino para las privatizaciones y eliminar las protecciones laborales. La ley provocó protestas y la detención de más de 30 personas.
Para muchos argentinos ver a Messi y compañía correr a lo largo de una cancha de fútbol, tal vez por una nostálgica última vez, les brinda un respiro necesario, aunque sea momentáneo.
“No va a ayudar al país a salir adelante”, dijo Gabriel del Río, de 45 años, entrenador de fútbol juvenil e inspector de semáforos en Buenos Aires. Añadió que su hijo de 27 años acaba de empezar el proceso de solicitud para obtener un pasaporte italiano, y, debido a las limitadas oportunidades en Argentina, cree que para su hija de 16 años vivir en el extranjero puede ser también la respuesta.
Pero el fútbol “sí da una alegría momentánea a la gente”, dijo Del Río. “Los jugadores lo saben, y lo sabían en el mundial, y ahora en la Copa América. Es darle una breve distracción a la gente, algo para disfrutar en medio de los desafíos”.
Manuel Peñalba, de 21 años, un estudiante universitario en Buenos Aires que trabaja como editor de video independiente, dijo que Argentina “merecía” el título mundial dados los problemas del país.
Dijo que planea ver todos los partidos de Argentina en la Copa América con sus amigos. Tendrán que recurrir a las transmisiones televisivas porque todos los encuentros del torneo, dirigidos por la confederación sudamericana de fútbol Conmebol, se jugarán en Estados Unidos, por segunda vez en los 108 años de historia de esta competencia. Eso forma parte de un acuerdo con la Concacaf, la confederación que dirige este deporte en Norteamérica, Centroamérica y el Caribe.
Además de Estados Unidos y Canadá, los invitados a la Copa América de este año de fuera de Sudamérica incluyen a México, Panamá, Jamaica y Costa Rica.
Adicional a los evidentes beneficios económicos de jugar en EE. UU., la Copa América también es una suerte de calentamiento para el Mundial de 2026, que se llevará a cabo en Estados Unidos, México y Canadá.
En tiempos recientes, Messi ha expresado menos compromiso de jugar la próxima edición, a celebrarse cuando ya tendrá 39 años, una edad que ha reconocido presenta dificultades para competir en ese nivel.
En una entrevista con ESPN Argentina hace poco, Messi dijo que el Inter Miami, su club actual, será el último. (El año pasado sorprendió a muchos al firmar con el Inter de Miami de la Liga Major League Soccer, una competencia relativamente nueva de Norteamérica, luego de dos décadas de jugar en ligas con más talento en Europa, en las escuadras del Barcelona y el Paris-St. Germain.
Pero ganar el Mundial de fútbol le ha brindado un nuevo aliento a Messi. Luego de las dificultades de campeonar con Argentina —se retiró fugazmente del equipo nacional luego de perder la final del Mundial de 2014 ante Alemania, y las finales de la Copa América con Chile en 2015 y 2016— ha dicho que quiere estar presente más que nunca.
“Soy consciente de que cada vez falta menos”, le dijo hace poco a ESPN.
Lionel Scaloni, entrenador del equipo argentino, le dijo este mes a Telemundo Deportes “los argentinos somos demasiado melancólicos”.
“Ya estamos pensando para el día que él no esté está jugando todavía”, agregó. “Entonces disfrutémoslo y ya veremos el día de mañana”.
Pero agregó que el equipo ya estaba en “un momento de transición” al retirarse Di María, además de que Messi pasa menos minutos en la cancha y surgen nuevos y jóvenes talentos.
“En buena medida, Messi va a probarse en esta Copa América”, dijo Messi, “y verá cómo sale para ver qué sigue”.
Muchos hinchas expresaron esperanza de que Messi aguantara un poco más, incluso como un futbolista que juegue menos, en la próxima Copa del Mundo. Despedirse es duro. Y en casa aún podría provocar algunas sonrisas más.
“El equipo sabe jugar sin Messi”, dijo Peñalba. “Terminó una era. Es doloroso, pero se viene”.