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Conmemorando los 30 años del Mundial ganado por Argentina en México, el periodista Daniel Arcucci escribió “Mi Mundial, mi verdad”, un relato de Diego Armando Maradona repasando el segundo y último gran logro de la selección albiceleste, concretado el 29 de junio en el Estadio Azteca con un dramático 3-2 sobre Alemania Federal.
Para el capitán de aquel equipo fue “el mejor regalo” que hizo a sus padres, y se da cuenta que “a medida que pasa el tiempo esa copa pesa cada vez más”. “Tres décadas más tarde, esos seis kilos y pico de oro ya parecen toneladas”, sostiene, aunque aclara que no se alegra por el hecho de que ningún compatriota la haya vuelto a levantar, porque “sería un traidor”.
“Hice magia contra los uruguayos”
“Me hubiera gustado que, tantos años después, Bilardo hiciera por mí lo mismo que en su momento yo hice por él. Nada más”, dice, y cae en contradicciones históricas. Tras haber defendido a Bilardo durante muchos años, brinda distintas versiones de hechos narrados en libros anteriores a 2010, año en el que el ex director técnico permaneció en su cargo de coordinador de selecciones argentinas pese a la destitución de Maradona tras el fracaso del Mundial de Sudáfrica.
Cada partido significa un capítulo, y reconoce que si bien vio “mil veces” los goles a Inglaterra, los otros encuentros los vio por primera vez ahora, para la realización del libro. “Y cuando los vuelvo a ver, minuto a minuto, vuelvo a sentir el dolor de las patadas de los coreanos, a disfrutar el duelo contra los italianos, a embolarme contra los búlgaros, a sentir que hice magia contra los uruguayos, a ver que volé contra los belgas y a disfrutar el festejo contra los alemanes”, admite.
“A mí la droga me hizo peor jugador, no mejor. ¿Sabés qué jugador habría sido yo si no hubiera tomado droga? Habría sido por muchos, muchos años, ese de México. Fue el momento de mayor felicidad adentro de una cancha”, cuenta, y en la narración partido a partido sostiene que frente a la Celeste, en octavos de final, el resultado debió ser más abultado. Ganaron los argentinos 1-0 en Puebla, “pero pudo ser 4-0”.
“¡Cómo pegaban!”
“Contra Uruguay jugué mi mejor partido de todo el Mundial, lejos. Primero, porque no perdí un mano a mano; les gané a todos los uruguayos que se me pusieron enfrente. La mitad de la cancha de ellos, y ahí estaba la clave, justo ahí, no me vieron nunca, nunca me vieron. Incluso escuché que el Flaco Francescoli, en una que nos cruzamos, no me acuerdo si había bajado yo o había bajado él, les dijo: ‘Pero, escúchenme una cosa, ¡agárrenlo aunque sea de la camiseta!’. Así, tal cual. Un fenómeno, Enzo. Ya nos llevábamos bien en aquella época. Pero era un Argentina-Uruguay, y un Argentina-Uruguay se juega con dientes apretados, sin regalar nada”, recuerda.
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“A mí me sobraba confianza. Lo que habíamos hecho contra Italia, sobre todo, me había dejado la seguridad de que íbamos a llegar lejos. Pero los uruguayos son los uruguayos. Me acordaba del ’79, primero en el Sudamericano Juvenil, en Montevideo, y después en el Mundial, en Japón. En Montevideo, nos ganaron y se quedaron con el título ellos: primero, perdimos en la fase inicial y después nos ganaron 1-0 en la ronda final. En Tokio fue durísimo, nos recagaron a patadas, pero les ganamos nosotros, y encima pasamos a la final. Me acuerdo mucho de aquel partido porque fue duro, duro... ¡Cómo pegaban! En aquel equipo estaba el arquero Álvez y también Bossio, Barrios... Y estaba Rubén Paz, que la rompía. Con ellos, justo con ellos era que nos íbamos a reencontrar en México; el clásico con Uruguay no tiene edad”.
“Me acuerdo que los matamos a pelotazos”, recuerda Maradona, y comenzó un relato minucioso detallando jugadas y la férrea marca del Chifle Jorge Walter Barrios. “Se nos complicó en los últimos minutos, es cierto, pero porque nosotros no lo supimos definir. Pero ese partido era para un 4-0, o a lo sumo 4-1”, insistió.
“Fue un partido muy hablado. Claro, con los uruguayos, imaginate. Aparte, iban con los tapones de punta. Pero no fue un partido violento, para nada. Circuló por ahí una historia que decía que antes del partido Barrios o bossio, no sé cuál, se me había acercado para avisarme que jugara tranquilo, que no me iban a pegar... Ni una cosa ni la otra. Nadie me dijo una cosa así, porque eso no va contra el sentimiento del jugador uruguayo. Rasparon, sí, pero lo normal. Me salieron a cazar un par de veces y los uruguayos cuando pegan, pegan, ¿eh? Cuando te van al tobillo, suele en serio: otro te pisa, el uruguayo te pega. Directo, de frente”, afirmó.
“A mí me mandaron justamente a Barrios encima, aunque también podría haber sido Bossio. Pero fue Barrios. Y lo que hice fue pasearlo por todo el ancho de la cancha. Me lo llevaba a la derecha, me lo llevaba a la izquierda. Y fue por ahí, por la izquierda, donde me tuvo que revolear un par de veces para pararme”, contó, y luego describió cada una de las jugadas de gol que generó Argentina.
“ “Promediando el primer tiempo, Barrios me atendió feo por primera vez. Me cruzó a destiempo, abajo y sobre todo arriba, con la mano en la cara. Me quedó otro tiro libre pero no la acaricié lo suficiente; se me fue más alto. El que me acarició después fue Barrios, pidiéndome disculpas. Estaba todo bien, parecíamos señoritas”, sostuvo.
El 10 albiceleste recordó “la mejor asistencia que podía recibir Pasculli” de parte de Acevedo, que “se la llevó por delante”, para el único tanto del cotejo. “La verdad, lo merecíamos: era la tercera llegada clarita, tenía que terminar adentro”, dijo, y olvidó una ocasión muy clara que poco después falló Wilmar Cabrera para igualar. “En el segundo tiempo empezó mi show”, un lapso en el que “Uruguay era el cauteloso: perdiendo, no salía”.
“No influyó tanto la posición de Ruben Paz. Igual, menos mal que no entró antes
“Ellos metieron a Rubén Paz por Acevedo. Y aunque todos creen que a partir de ese momento nos empezaron a complicar, ¡nada que ver!... Desbordó un par de veces por la izquierda apenas entró, es cierto, pero no llegaron. No llegaron. Los que volvimos a llegar, en ese rato, fuimos nosotros”, contó, y recordó que el árbitro Agnolin le anuló un gol por plancha, pero que meses después en Italia se lo encontró y le reconoció que estuvo mal invalidado.
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“La famosa jugada que les hizo pensar a todos que Uruguay nos tenía contra un arco, cosa que no fue así, llegó faltando tres minutos. Es cierto, fue clarita. La pelota le quedó corta a Cuciuffo en la puerta del área y Rubén paz sacó un zurdazo bárbaro. Ya llovía un montón, el pasto estaba rapidito. Nery (Pumpido) se tiró, la sacó y la pelota quedó ahí, flotando en el área chica... El Flaco Francescoli se tiró con todo, con los pies para adelante, y chocó con Nery. Le dejó la pierna, Enzo. ¡Para qué, para quééé! Con el Flaco Francescoli ya tenía un pareció grande, incluso hablamos estando antes del partido; pero los dos queríamos ganar, por supuesto. Jugábamos con todo. Y esa relación era todavía mejor con sus compañeros de River. Pero me acuerdo de que Ruggeri lo fue a apretar, ¡lo levantó del cogote, casi! También se le fueron al humo Valdano, Brown... Es que faltaba nada y a esa altura todo servía para que corriera el reloj. No se nos podía escapar, era a todo o nada”, rememoró.
“El partido podría haber estado 5-0. Y nada de Uruguay, nada, ni pateó al arco hasta los últimos 15 minutos. Después, fue todo para adelante, pero no influyó tanto la posición de Rubén Paz. Igual, menos mal que no entró antes. Pero fue más nuestra responsabilidad, de no definirlo, que lo que hizo Uruguay”, concluyó.
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