Por Andrés Cottini
A_Cottini
Un día lluvioso, algo frío, fui a la pista de atletismo del Parque Batlle y observé a una joven lanzadora que comenzaba a destacarse con la jabalina. Con la curiosidad a flor de piel, fui preguntando datos sobre ella y allí la conocí: era Manuela Rotundo, una sanducera con un brazo único para la disciplina.
Al arribar a Cali para cubrir el Mundial sub-20 de atletismo, sabía que llegaba transitando un 2022 excepcional, donde participó en el Iberoamericano de Atletismo en Alicante y batió, una vez más, el récord nacional con un lanzamiento de 55,81 metros.
Así, la contacté y le pedí a uno de sus entrenadores, Milton Cardozo, que me permitiera ir al entrenamiento previo al debut. Sencilla, tarareando su música que sonaba en un parlante y con una sonrisa fue que me recibió.
Ese día, con la soltura de una charla informal, me fui con la sensación de que esta perla del atletismo estaba enfocada en representar a Uruguay con muchísimo para dar. Y vaya si así lo demostró.
“Cuando logré pasar a la final estaba un poquito en shock y ahora, estar en el podio y todavía compartirlo con una colombiana, otra sudamericana, me alegra muchísimo”, fue lo primero que me dijo tras ganar la medalla de bronce en el Mundial sub-20, un hecho sin precedentes para nuestro país.
“Empecé lanzando más o menos”, confesó sobre sus primeros intentos en la final: “después pude ir progresando hasta terminar tercera y subirme al podio”, algo que alcanzó con un último lanzamiento de 55,11 metros.
Hasta el final
“El objetivo era lanzar sin presiones, quedar entre las ocho mejores y tener tres lanzamientos más. Para mí eso ya era un montón, y ganar la medalla de bronce no me lo imaginaba para nada”, confesó en zona mixta mientras se sumaban periodistas de otras latitudes para conocer a la uruguaya que le dio una presea a Sudamérica.
“No lo puedo creer todavía, mi mamá debe estar como loca”, me dijo Manu, sabiendo que viajó especialmente para verla competir y la esperaba en la tribuna: “estamos todos súper felices de llevar una medalla a Uruguay”.
“Solo queda disfrutar lo alcanzado y ahora a pensar en el Sudamericano sub-23 y los Juegos Odesur”, expresó proyectando lo que viene: “Cada competencia es como un empujoncito más y me llena de ganas de entrenar y competir por Uruguay y Paysandú”.
Ese Paysandú la vio nacer y allí encontró su amor por el atletismo cuando hace unos cinco años, Julio Acosta, otro de sus entrenadores (junto a Luciana Acosta), la vio jugando al vóleibol y la invitó a practicar esta disciplina.
“En el liceo hacía atletismo (salto largo y disco) y lo compartía con el vóleibol al mismo tiempo. Un día durante un torneo de vóleibol estaba presente Julio, me vio y me invitó a entrenar jabalina porque dijo que tenía velocidad en el brazo y además la técnica del lanzamiento tiene similitudes con el saque y pegada del vóley”, recordó.
“Ahí empecé, me motivé, fui consiguiendo objetivos y sigo entrenando hasta el día de hoy con todas las ganas. Este bronce es un espaldarazo más”, expresó la sanducera que además fue oro en el Sudamericano sub-18 que se realizó en Encarnación, Paraguay, y previamente plata en la competencia continental sub-20 de Lima, Perú, en el 2021.
Por Andrés Cottini
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