Cada deportista olímpico tiene detrás una historia de sacrificio particular. Pero lo que todos comparten es el trabajo duro, de la mano con decisiones de carrera que se asientan en una misma base: el apoyo familiar.

El caso del atleta Emiliano Lasa, tres veces olímpico en salto largo (Río de Janeiro 2016, Tokio 2020 y ahora París 2024) es otro ejemplo de ello, y su padre, Luis, es parte de ese clan que le permitió ese crecimiento a escala mundial.

El atleta, que se ubicó sexto en la cita brasileña, obteniendo un diploma inédito para su disciplina, será en París el abanderado de la delegación uruguaya, lo que marcará un nuevo mojón en una carrera marcada por distintos sacrificios y un camino conjunto que su padre rememora en diálogo con FútbolUy.

“Emiliano desde niño se interesó por el deporte, jugaba al fútbol en todos lados. Me acuerdo de que a los dos años un amigo le regaló una pelota profesional”, recuerda Luis Lasa al narrar los inicios de su hijo. “Siempre se destacaba por la velocidad y le gustaba desafiar a los amigos a correr carreras”, complementa, al mostrar algunas de las características que luego lo volcaron al atletismo.

El vínculo de Emiliano con el deporte comenzó en el baby fútbol en Bella Vista —desde los 6 años, y estuvo como hasta los 13—, aunque para Luis Lasa hubo un primer guiño que comenzó a cambiar la historia: cuando Emiliano vio los Juegos Olímpicos de Sidney 2000 por la televisión, y allí apareció el velocista uruguayo Heber Viera contando su historia, sus expectativas y experiencias.

“Eso le interesó mucho. Entonces le dije si quería ir a conocer la pista de atletismo, a lo cual accedió encantado. Allí lo recibió Luis Sotura, su primer entrenador, y que fue clave después en su formación como atleta”, apuntó Lasa.

Con ese primer contacto, Emiliano comenzó su amor por el atletismo, que fue impregnando en la familia Lasa.

Foto: Gentileza Luis Lasa

Foto: Gentileza Luis Lasa

Al principio compartía la práctica con la pelota, pero luego dejó el fútbol y se metió de lleno en lo que hoy es su pasión, recuerda su padre.

“Siempre lo disfruté mucho porque él lo hacía, y era un placer acompañarlo e incentivarlo. Queríamos que hiciera lo que le gustara y, además, tenía talento. Fue algo natural, él eligió y nosotros lo acompañamos”, afirma Luis.

Así, en sus primeras competencias internacionales se destacó en varias pruebas de velocidad, pero su don nato en los saltos lo llevó al triple y al salto largo, hasta decantarse por este último.

El viaje al exterior

La familia Lasa siempre fue muy unida. Padre e hijo compartían pasiones, como la música. “Tenemos gustos similares”, dice Luis entre risas y satisfacción.

Emiliano aprendió a tocar el teclado, percusión y batería, además de estudiar Educación Física.

Pero el camino de los deportistas uruguayos de élite también suele estar emparentado con el desarraigo.

En el año 2011, el atleta concurrió a los Juegos Panamericanos de Guadalajara, México, donde fue cuarto, mostrando ya trazos de todo su potencial. Eso luego le valió una beca para irse a vivir a Brasil y entrenar con el norteño Nelio Moura, tutor de varios medallistas olímpicos.

Un camino de ida, ya que desde aquel 2012 se afincaría en San Pablo, su segundo hogar, lo que lo llevó a comenzar una nueva vida, en otro país.

“A todos nos costó adaptarnos al principio”, dice Luis. Si bien su hijo no estaba tan lejos, era otro país, rememora. De todos modos, en el vaivén de emociones por tener a Emiliano fuera de fronteras, valora el recibimiento que tuvo de los brasileños, lo que le aportó tranquilidad a la familia.

“Lo trataron como uno más desde el primer día, y apenas pude fui a agradecerle a Nelio por lo que estaban haciendo. ‘Es de los nuestros’, me dijo, y eso me dejó súper tranquilo. Para mí era una felicidad, porque hacía y progresaba en lo que le gustaba y quería dedicarse. Desde la familia siempre estamos para ayudarlo, sin invadir, atentos y a la orden”, resume Luis.

“Es el destino, siempre sabiendo que era su camino, desarrollarse como ser humano y atleta. Brasil le daba la chance de competir a otro nivel”, expresó de inmediato.

Buenos y malos momentos

Acompañar a un atleta de alto rendimiento no es fácil para ningún allegado, porque el cuerpo se exige al límite, los objetivos son muy altos, y la alternancia de buenos y malos momentos son casi una constante del deporte.

En ese camino conjunto, Luis Lasa sabe que su apoyo emocional y psicológico es clave. Así, por más que suene una frase hecha, el aliento es en las buenas, pero “mucho más en las malas”. Eso implica “escucharlo mucho, pensar para adelante, y encontrar la solución a determinadas cosas”.

“Hay lesiones, se pierde, se gana, pero siempre vamos a estar ahí para lo que necesite, respetando sus tiempos y deseos. Al principio está la ayuda económica, y hay otros factores que se mantienen en el tiempo, como tener rigor en sus entrenamientos, la alimentación y, sobre todo, estar presentes”, confiesa.

Este camino, marcado por sacrificios, también ha tenido recompensas.

Una de las mayores llegará en poco más de diez días. Y es que Emiliano Lasa será el abanderado de la delegación que representará al deporte uruguayo en los Juegos Olímpicos de París.

Para Luis, la alegría y el orgullo van de la mano, tras un largo camino de recuerdos imborrables junto a su hijo.

“Cuando nos enteramos, nos llenó de orgullo. Es la confirmación de que recorrió el camino de buena forma, ese por el que hizo tantos sacrificios y hoy tiene su recompensa”, dice.

“Hemos vividos muchas competencias junto a él y siempre quedarán recuerdos imborrables. Uno de ellos fue aquel abrazo que nos dimos en Río 2016, cuando fue finalista olímpico y terminó sexto en su prueba, ganando el diploma. Un día que recuerdo como si fuera hoy”, expresa con emoción.

Así, Luis cuenta la historia de un padre y un hijo que tiene varios capítulos escritos, pero que promete sumar varios más, ya sea con el deporte, en una guitarreada, o simplemente en un almuerzo familiar de cualquier domingo.