El estreno de Diego Forlán en el Uruguay Open estaba previsto para “no antes de las 20 horas”, pero como suele ocurrir en los torneos de tenis, se dio más tarde. A esa altura de la noche, el público que llenó el Carrasco Lawn Tennis todavía disfrutaba del partidazo que el argentino Genaro Olivieri le ganó al danés Elmer Moller por 7-6 y 7-6 tras dos horas y media de juego.
Sobre las 21 salió a la pista central el exgoleador de 45 años, presentado por sus logros futbolísticos pero también por su presente en el tenis: 102 en el ranking de la categoría de hasta 45 años en el circuito de la ITF, finalista en Asunción, semifinalista en Montevideo y cuartofinalista en Lima. Fue ovacionado como cuando se lo anunciaba por los altoparlantes del Estadio Centenario para un partido de Eliminatorias.
El público que consume tenis habitualmente tenía claro que no existía posibilidad alguna de una victoria. Pensar en un jugador amateur, por más bien acompañado que estuviera por el argentino Federico Coria, ganándole a una dupla de profesionales, era una utopía. Sin embargo, a sus 45 años mostró una gran forma física y algunos destellos de calidad.
El partido comenzó con los bolivianos Boris Arias y Federico Zeballos al servicio, ganando el primer game en menos de dos minutos. En el segundo, empezaron los aplausos y festejos desde la tribuna por algunas intervenciones de Forlán. Primero, una zurda al cuerpo de Arias para pasar 30-15, y de inmediato una volea en la red, pese a que Zeballos le gritó “voy”. Tras ese punto para el 40-15, el argentino confirmó con su servicio y se pusieron 1-1.
Hasta ese juego, fue partido. Después, Diego no pudo sostener el saque en ninguna oportunidad. Le quebraron para el 1-3 y el primer set duró apenas 20 minutos. No obstante, cada punto que logró el exfutbolista fue celebrado con la misma efusividad que los que lograban en sus épocas de Copa Davis Diego Pérez o Marcelo Filippini, presentes en la tribuna.
Diego Pérez estuvo desde su rol de organizador y Filippini observando, junto a Ruben Sosa, como un hincha más. Y si bien el dicho es futbolero, en la noche en la que se mezclaron los deportes aplicó la frase “la pelota busca al jugador”, porque la pelotita cayó en las manos del Chelo después de una volea en la red del boliviano Boris Arias.
Para el comienzo del segundo set, bajó tímidamente el primer “olé, olé, olé, olé, Diegooo, Diegoooo” desde los cuatro costados. Esa segunda manga fue algo más pareja. Coria pudo sostener el servicio las dos veces que le tocó sacar, y hubo intercambios más largos. Pese a ello, los bolivianos impusieron su superioridad y ganaron en 47 minutos.
Poco le importó el resultado a las más de 1.000 personas que llegaron hasta Couture y Arocena. Algunos, sin tener demasiada noción de tenis, llegaron para ver en acción al futbolista con una raqueta y lo alentaron al grito de “dale, Diego, pegale como a la Jabulani”. Otros, sabedores de su pasado y presente con una raqueta en mano, asistieron con la expectativa de verlo disfrutar. Todos, sin excepción, lo hicieron con el fin de apoyarlo, brindarle cariño y agradecerle por estar ahí.
La diferencia del nivel fue muy notoria. Entre profesionales y un amateur no hay equivalencias en ningún deporte, pero eso ya era sabido. Lo que nunca se sabrá es cómo le hubiera ido a Forlán si se dedicaba al tenis, pero es mejor no saberlo. Por suerte para la Celeste se dedicó al fútbol, y mal no le fue.