Que el público que concurre a los partidos de la selección es distinto al que va cada fin de semana a ver a los clubes es un facto que se repite cada vez que una hinchada visitante llega a Montevideo y hace su fiesta.

Los argentinos alentaron a los suyos desde que se abrieron las puertas del Estadio Centenario, los vitorearon a medida que fueron saliendo al campo a realizar el calentamiento y los aplaudieron de pie tras la victoria 1-0 sobre Uruguay, luego de 90 minutos en los que no dejaron de cantar.

La efusividad visitante contrastó con la frialdad local. Un par de tímidos “U-ru-guay, U-ru-guay” bajaron desde unas tribunas donde solo hubo emoción y clima clásico al momento de entonar el himno.

En la previa, la música de los altoparlantes tapaba la fiesta albiceleste. Aún así, hubo un momento de agite visitante; cuando el animador arengó a la gente uruguaya comenzó a sonar Sabor sabrozón de La Base, un histórico éxito de la argentinísima cumbia villera.

La preocupación de los miles de uruguayos que llenaron el Centenario fue la ola, que entre el sector visitante, el palco oficial y el área de prensa, siempre se cortó en la América. Durante el partido la gente estuvo atenta a lo que hacían los futbolistas, sin que bajara al menos un “Soy celeste” o un “Uruguay” acompañado de palmas en clave de candombe.

En un teatro donde nunca hubo efecto contagio entre un equipo frío y una tribuna gélida, el calor y el festejo fueron de quienes se sintieron como en casa al grito de “somos locales otra vez”, “no se escucha, no se escucha” y “dale campeón, dale campeón”, entre otros temas del extenso cancionero de tribuna.