Enviado a Río de Janeiro 

Rodrigo Pérez fue uno de los futbolistas de Peñarol que estuvo más visible en el lobby del Winsdor Barra Hotel de Barra de Tijuca, donde la delegación espera su partido del miércoles ante Botafogo por la semifinal de ida de la Copa Libertadores. Al volante central se lo vio charlando animadamente con su familia, que llegó para acompañarlo y lo alentará en el estadio Nilton Santos. 

Junto a Rodrigo, también vestido de amarillo y negro, está Sebastián, quien tuvo su momento en el fútbol profesional y fue mencionado varias veces en distintas notas por el volante que hoy se perfila para ser titular en el eje del mediocampo junto a Damián García. La Copa Libertadores de 2011 los tuvo como testigos cercanos en distintos partidos, de local y visitante, y la de 2024 es especial. 

“Como hermano mayor siempre lo llevaba de la mano conmigo. Arrancamos jugando en la calle con la remera puesta y siempre íbamos al estadio juntos. Toda la familia es de Peñarol”, contó orgulloso Sebastián, quien a sus 35 años le lleva siete a Rodrigo. 

“Esa Libertadores de 2011 nos quedó marcada, como a todos los peñarolenses. Viajamos a los partidos con Independiente y Vélez Sarsfield, y de los que fueron en el Centenario no nos perdimos ninguno”, recordó sobre aquella campaña que terminó con Peñarol subcampeón. Por entonces, los hermanos Pérez Casada tenían 22 y 15 años. 

Rodrigo estuvo cerca de firmar con Nacional, según él mismo reconoció en distintas notas, pero cuando se dio la chance de Peñarol la decisión fue fácil. Fueron días de ansiedad para la familia, aunque “lo iba a apoyar en lo que decidiera. “Nunca me metí en su carrera y siempre estuve y voy a estar con él, pero sabía que cuando apareciera Peñarol no iba a haber chance de que eligiera otra camiseta”, afirmó. 

“Ahora siempre le digo que no puedo mirar más los partidos de Peñarol tranquilo. Lo veo jugar y miro para otro lado. Confío plenamente en él, pero los nervios pueden más. Lo veo más como hermano que como hincha. Mañana no sé... ¡lo voy a ver de espalda! Pensar que en 2011 estábamos los dos en la tribuna y ahora yo sigo en la tribuna y él adentro de la cancha. Para toda mi familia es una locura”, afirmó. 

Sebastián, al igual que Rodrigo, se formó en Miramar Misiones y tuvo su momento en el fútbol profesional, aunque con una carrera más corta. Gonzalo de los Santos lo hizo debutar en octubre de 2013 en un 1-1 ante Danubio, pero tras descender jugó un año en Segunda División y se retiró con 25 años. “Me dediqué al emprendimiento familiar, una óptica, de la que ahora quedó a cargo mi hermana porque el resto vinimos a Río de Janeiro”, explicó. 

Más tarde se sacó la espina de jugar en Peñarol, pero en otra disciplina. “Me di el gustito de ponerme la amarilla y negra en fútbol playa durante dos temporadas. No conocía el deporte y no tiene nada que ver con el fútbol 11, pero es muy lindo. Dani Ferrando, un amigo, me dio la oportunidad de probarme porque estaban cortos de gente. Fui a un par de prácticas, convencí y me quedé dos años”, recordó, aunque una lesión de rodilla le impidió continuar compitiendo en la arena. 

Hoy, con la arena de Barra de Tijuca a escasísimos metros del hotel que lo hospeda, tiene más activado que nunca el chip de hermano e hincha.