“No hay mejor forma de terminar el año. Cuando comenzó la semana nos dijimos con el equipo que íbamos a disfrutar la semana, a dar todo en este torneo, y al final salimos campeones. Es una sensación muy hermosa”, señaló el estadounidense con su trofeo en mano y una sonrisa enorme.

Previamente, en la ceremonia de premiación, le había agradecido a Filippini “y al pelado, el mejor fisioterapeuta”, en un español perfecto ya que entrena en Argentina.

Respecto a su condición de sorpresivo campeón, Boyer indicó: “muchos dicen que los estadounidenses no somos buenos sobre polvo de ladrillo, pero yo entreno mucho en esta superficie y me siento muy cómodo porque me muevo bien y tengo muchas armas para jugar este tipo de tenis. Igualmente, en la final las condiciones de la cancha eran muy rápidas, y eso me ayudó mucho.”

Acerca de lo que ha incorporado en su trabajo junto a Marcelo Filippini (también entrena con Alejandro Fabbri en Buenos Aires), el jugador nacido en 2001 en California señaló: “Marcelo sabe mucho de tenis, juega muy bien, y me esta ayudando mucho. Tengo las armas para mejorar, pero a veces me cuesta usarlas bien, y lo mejor que hace Filippini es aconsejarme para utilizarlas. Estamos haciendo buenas cosas juntos.”

Foto: Gastón Montero / @uruguayopen

Boyer fue uno de los mejores juniors del mundo, jugó la clasificación del Masters 1000 a sus 17 años, luego ingresó a Stanford para sus estudios universitarios y, como su padre es entrenador de tenis, decidió mudarse a Argentina.

Hace no mucho más de un año estaba casi 1500 del mundo, y luego de ganar este año en Montevideo, mejoró 31 puestos respecto al lunes pasado y esta semana aparece entre los 130 mejores del mundo.

“Estuve estudiando en la universidad y con algunas lesiones entonces mi ranking no era tan bueno. Por suerte la federación de Estados Unidos me ayudó con algunas invitaciones a torneos para que pudiera jugar y sumar puntos”, añadió.