"Estamos en la final, papá", así comenzó mi encuentro con Bruno Cetraro y Felipe Klüver apenas se bajaron del bote de la categoría doble par ligero tras quedar segundos en la semifinal, luego de una regata inolvidable y asegurar su posición entre los seis mejores del mundo, además de ganar el diploma olímpico.
Llanto incontenible, el abrazo junto a su entrenador Osvaldo Borchi, el grito pelado de "Uruguay nomá", que retumbó una y otra vez en el Sea Forest Waterway, sede del remo, se confundió en la alegría del puñado de uruguayos que estábamos ahí presentes.
"No lo puedo creer, es una locura", decía Felipe Klüver mientras apretaba el puño en dirección al cielo. "Osvaldo nos escribió la estrategia en una hoja, la memorizamos y salió todo a la perfección. Esa hoja va a quedar como un recuerdo, te lo aseguro".
El entrenador argentino, pero con sangre bien charrúa, sabía que lo conseguido era un paso enorme para el deporte uruguayo, pero no dejó un minuto de preocuparse por comenzar a trabajar en la recuperación de sus pupilos: "muchachos, a la bicicleta y después al hielo, que esto continúa".
"Sigo y seguiré estando loco", confesó Borchi con una sonrisa y fue a más: "estando loco llegamos a la final de los juegos olímpicos. Ojalá podamos estar más locos todavía y en la final escalar del sexto puesto hacia delante".
"El mundo no lo hace la gente normal, lo hacen los que están locos, así que gracias por decirme que estoy loco", terminó diciendo, para irse a seguir controlando que todos los pasos necesarios de ahora en más se siguieran al pie de la letra.
Remando con el corazón
Mientras Cetraro y Klüver estaban en la bicicleta fija, sus teléfonos no paraban de repicar con una y otra llamada desde Uruguay y cada dos o tres frases el grito sagrado aparecía una vez más: "Uruguay nomá".
"Este es mi hermano", me decía Bruno Cetraro sobre su compañero y explicaba: "nos conocíamos en el deporte y hoy somos inseparables, nos entendemos a la perfección y eso se traslada al bote".
"Viste mi gorro pescador", contaba después: "ese nos trae suerte y si bien sabemos que puede llamar la atención, es parte de lo que somos, los mismos de siempre en cada lugar donde vamos".
Klüver no podía contener las lágrimas cada vez que hablaba de lo conseguido: "sabés lo que nos costó, lo que trabajamos para esto y ahora podemos decir que somos finalistas olímpicos, estamos entre los seis mejores. Nosotros vamos a dejar la vida hasta la última remada, esa es nuestra característica".
El tiempo de la bicicleta había terminado y llegó el momento para sacarse varias fotos, mientras los dirigentes uruguayos encabezados por Julio Cesar Maglione (presidente del COU) y Pablo Ferrari (subsecretario Nacional del Deporte) les decían del orgullo que habían llevado al país.
"Muchos nos daban por muertos", dijo el mercedario: "pero acá estamos. Tuvimos una mala regata en el debut, en el repechaje pasamos de asco y hoy clasificamos a la final de los Juegos. Allí vamos a salir con el alma, a darle con todo, a mejorar lo hecho en la semi y entregar el esfuerzo final".
"¿Quién dice que no podemos soñar?", dijo Cetraro mientras saludaba a sus pares de otros países que se acercaban a felicitarlo: "hay que soñar, uno viene a los Juegos a tratar de ganar una medalla y hay que intentarlo hasta el último minuto".
"Vamos muchachos que hay que descansar", apareció diciendo Fernando Ucha, presidente de la Federación Uruguaya de Remo para cerrar una vez más una jornada mágica de un deporte que nos tiene acostumbrados a logros y gestas para el mejor de los recuerdos.
"¿La seguimos después de la final y quien te dice...?" cerró diciéndome el remero que se volvió a abrazar con su equipo para partir rumbo a la Villa.
Y así será, el miércoles 21:50 horas de Uruguay, 9:50 del jueves en Japón, los dos leones uruguayos volverán a participar de una regata, en este caso la definición por las medallas, esa reservada exclusivamente para los seis mejores, donde los celestes ya saben que tienen el diploma olímpico en el bolso y van a ir por mucho más.