Si hay dos palabras que definen a Marcelo Bielsa como entrenador son “apasionado” y “estudioso”, y si se combinan con “riguroso” y “metódico” terminan de componer un cóctel obsesivo. Igual de obsesivo era respecto al fútbol en sus orígenes, cuando se desempeñaba como defensor del Estrella Azul, el equipo de barrio de su Rosario natal.

A los 13 años comenzó un idilio que persiste hasta hoy con Newell’s Old Boys, el equipo que rebautizó el estadio del Parque de la Independencia con su nombre, aunque, según él, esa distinción la merece Jorge Griffa.

El Loco, aunque sin el apodo por entonces, militó en las formativas, debutó en el primer equipo, reclutó futbolistas para las divisiones menores, formó jugadores y los dirigió a nivel mayor para terminar conquistando títulos. Hasta hoy, dice recordar “a diario algún momento vivido de los 20 años” en los que estuvo en el club, y reconoce: “Nada me emociona más que evocar a Newell’s”.

De “jugador frustrado” y retirado a entrenador joven

Como futbolista de la cantera rojinegra llegó a jugar en la selección argentina que terminó cuarta en el Sudamericano de 1974 en Chile. Dos años después debutó en el primer equipo de Newell’s, con 20 años de edad, y esa temporada se colgó el bronce con la casaca albiceleste en Recife, donde se jugó el Panamericano clasificatorio a los Juegos Olímpicos. No le alcanzó, pero tres décadas después tuvo su revancha.

La corta carrera del Bielsa deportista, al que él mismo definió como “un jugador frustrado”, condicionó la del entrenador. Una lesión le quitó continuidad en el cuadro de sus amores y, a mediados de 1978, partió hacia Instituto de Córdoba. En julio de 1979 llegó a Argentino de Rosario, club en el que se retiró del fútbol con 25 años, en 1980, poco después de haber marcado el primer y único gol de su corta carrera.

Terminado el jugador, nació el entrenador en un curso de Educación Física mientras se ganaba la vida vendiendo diarios y revistas en un kiosco. El primer llamado para dirigir llegó rápido, en 1982, desde la Universidad de Buenos Aires (UBA), donde dirigió a un grupo de jóvenes y entusiastas amateurs que ya identificaban algunas características que luego se mantuvieron: intensidad, presión, posesión y ventaja por bandas, además de un trato distante y serio.

“¡Newell’s, carajo! ¡Newell’s!”

El periplo universitario de Bielsa duró poco, porque meses más tarde lo llamó Newell’s Old Boys y no pudo decir que no. Renunció a la UBA y, con 27 años, empezó a dirigir en formativas del cuadro que lo formó. Pasó a ser formador y cazatalentos, por lo que recorrió todo el país buscando jugadores y los encontró. Gabriel Batistuta, Mauricio Pochettino y Eduardo Berizzo, entre otros, pueden dar fe de ello.

Tras un muy buen trabajo en las divisiones formativas, le llegó la gran posibilidad de asumir al frente del plantel profesional en 1989. Un año después conquistó el Torneo Apertura al grito de “Newell’s, carajo, Newell’s”, y, a mediados de 1991, le ganó la final de la temporada 1990/91 al Boca Juniors de Óscar Washington Tabárez por penales en La Bombonera. Por la misma vía perdió la final de la Copa Libertadores en 1992 ante San Pablo, y poco después ganó el Clausura de ese año.

A mediados de 1992 partió hacia el Atlas de México, donde hizo debutar a un joven Jared Borghetti. En 1995 registró un paso efímero por el América y volvió al Atlas como director deportivo, hasta que a mediados de 1997 pegó la vuelta a su país para asumir un reto muy desafiante. Vélez Sarsfield, el equipo más laureado de los 90 en el fútbol argentino gracias a Carlos Bianchi y Osvaldo Piazza, lo llamó para que fuera su entrenador. En el primer torneo corto que dirigió terminó cuarto y a la Libertadores no estaba clasificado. En el Clausura 1998 cumplió su contrato ganando el título con holgura y luego partió.

La selección argentina: seis años, un oro olímpico y un final inesperado

Bielsa recaló en el Espanyol del Barcelona en julio de 1998, pero duró apenas seis partidos porque recibió un llamado mucho más tentador. La Asociación del Fútbol Argentino (AFA) cesó a Daniel Passarella tras el fracaso en el Mundial de Francia y le ofreció dirigir la selección, que bajo su mando obtuvo el récord de puntos en una Eliminatoria para la Copa del Mundo: 43 de 54.

El juego vistoso y los puntos ganados por aquel equipo en el camino hacia la Copa del Mundo, a la que llegó como candidato, contrastaron con los resultados. El combinado albiceleste de Bielsa quedó eliminado en cuartos de final de la Copa América de 1999, se despidió en fase de grupos de Corea-Japón 2002 y perdió la final de la Copa América 2004 por penales ante Brasil en Lima.

El 25 de julio cayó en aquella definición con los norteños, y el 11 de agosto estaba en Grecia al mando de la sub-23 que conquistó la medalla de oro por primera vez en la historia del futbol argentino. Fue lo último con la selección, porque el 14 de setiembre presentó su renuncia al cargo.

En aquel entonces explicó que ya no tenía “la energía que exige absorber todas las tareas de ser entrenador”, aunque la prensa local especuló con que se fue cuando supo que la AFA no pidió a FIFA que exigiera a los clubes de Juan Sebastián Verón y Pablo Aimar que los cedieran para los Juegos Olímpicos como los jugadores mayores que reforzarían al combinado sub-23.

Chile: la revolución

Después de casi tres años sin trabajar, en agosto de 2007 asumió la dirección técnica de la selección de Chile, donde se encontró con la posibilidad de hacer algo que en la AFA de Julio Grondona era impensado: revolucionar la estructura de selecciones, haciendo y deshaciendo a gusto.

Se apoyó en la generación de jóvenes futbolistas sub-20 que un mes antes de su asunción al frente de la Roja hizo soñar a todo un país en 2007, cuando aquel seleccionado juvenil terminó tercero en el mismo Mundial en el que Uruguay apenas pasó la fase de grupos con Luis Suárez, Edinson Cavani y Martín Cáceres, entre otros.

Mauricio Isla, Gary Medel, Alexis Sánchez y Arturo Vidal se ganaron rápidamente su lugar en una selección que pasó a ser protagonista en todas las canchas a puro toque, presión y vértigo. Terminó segunda en las Eliminatorias para Sudáfrica 2010 con 33 puntos, uno menos que Brasil, su verdugo en octavos de final de la Copa del Mundo.

El idilio se terminó meses después, cuando en noviembre de 2010 anunció que si Jorge Segovia ganaba las elecciones de la Asociación Nacional del Fútbol Profesional de Chile, él renunciaba. Llegó de la mano de Harold Mayne-Nicholls (uno de los pocos presidentes que salieron limpios del FIFAgate junto con Sebastián Bauzá) y no estaba de acuerdo con el discurso del opositor. Finalmente, ganó Sergio Jadue, que fue un candidato de consenso de la oposición, y Bielsa se bajó del barco, dejando un legado enorme.

La vuelta a los clubes

En julio de 2011, cinco meses después de su último partido al frente de Chile, volvió a hacerse cargo de un club, después de 13 años. Al Athletic de Bilbao, primer equipo con el que alcanzó los 100 partidos dirigidos, lo llevó a las finales de la Europa League y de la Copa del Rey a mediados de 2012, aunque cayó a manos de Atlético de Madrid y Barcelona en ambas definiciones. No repitió en la campaña siguiente, y su vínculo no se renovó luego de 43 triunfos, 31 empates y 39 derrotas.

Tras un nuevo año sabático, recaló en Olympique de Marsella en mayo de 2014, cuando firmó por dos temporadas, pero cumplió solo una. Terminó cuarto en la Ligue 1 y para la 2015/16 el club pretendió cambiar los términos del vínculo, por lo que dio un paso al costado después de la primera fecha. Por entonces, se especuló con su llegada a la selección mexicana, pero no aceptó la propuesta.

Malas experiencias en Italia y Francia

En junio de 2016 fue director técnico de Lazio por dos días. Acordó el sueldo más alto de su carrera y el club de la capital italiana le cumplía con todas las exigencias, pero falló en una: no fichó a ninguno de los siete jugadores que el rosarino pidió, por lo que acabó dando un paso al costado.

Volvió al ruedo en mayo de 2017 al frente del Lille francés, su peor experiencia clubista. Ganó tres partidos, empató tres y perdió siete. El equipo estaba en zona de descenso y desde la dirigencia buscaron una salida decorosa para ahorrarse el despido, pero no la encontraron.

Primero suspendieron a Bielsa por “varias faltas graves”, entre las que hicieron hincapié se encontraba un viaje a Chile sin autorización por el fallecimiento de Luis María Bonini, su preparador físico en Chile y el Athletic de Bilbao. Luego anunciaron la rescisión de su contrato, y el argentino reclamó 18 millones de euros de indemnización, pero lo terminaron condenando a pagar 300.000 euros por daños y perjuicios al club.

El período más largo al frente de un club: el Leeds United

En junio de 2018 inició su última experiencia, en el Leeds United, donde permaneció hasta ser cesado por malos resultados en febrero de 2022. A mediados de 2020 logró el título del Championship junto al ascenso, devolviendo al equipo a la Premier League después de 16 años.

A finales de 2020 su nombre apareció entre los candidatos al entrenador del año para los premios The Best, junto a Zinedine Zidane, Hans-Dieter Flick, Julen Lopetegui y el ganador, Jürgen Klopp. Terminó tercero con 11 puntos, por encima de Zidane y Lopetegui.

En el equipo inglés también dejó un legado y los hinchas lo siguen recordando con enorme cariño. Fue el club al que más tiempo dirigió, con un total de 170 partidos, en los que registró 80 triunfos, 33 empates, 57 derrotas, 256 goles a favor y 219 en contra.

Hoy, con 68 años, asume el reto de conducir a la selección uruguaya, siendo el segundo director técnico extranjero en más de 120 años de historia.