Un día la conocí, alegre, inquieta, incasable, así es Déborah Rodríguez, una atleta que se las traía desde sus inicios y que llegó para marcar una época en el atletismo nacional.
Tokio no iba a ser la excepción, luego de pasar cinco años desde la participación en Río de Janeiro, aquella en donde comenzó la metamorfosis para pasar de ser vallista a competir en los 800 metros llanos.
"¡Vamooooosss!", fue el grito que se escuchó en el Estadio Olímpico de Tokio luego que finalizará la quinta serie de los 800 metros llanos del atletismo, donde con un crono de 2:00.90 finalizó segunda y con ello se metió entras las mejores 24 de la cita, es decir en las semifinales.
Rodríguez, que posee siete medallas a nivel de Sudamericano de mayores (cuatro de ellas de oro), dos medallas de bronce en Juegos Panamericanos (Toronto 2015 y Lima 2019) y además fue medallista de bronce en el Mundial de menores en Bressanonne, Italia en el 2009, en esta cita nipona se transformó además en la mujer con mayor cantidad de participaciones representando a Uruguay en Juegos Olímpicos.
Todo eso es Déborah; todo eso y mucho más. Un torbellino de personalidad que explota a la hora de rematar las carreras cualquiera sea la pista donde le toque correr, pero también un manojo de sensibilidad que no duda en mostrar sus sentimientos, reflejando, sin mediar filtro posible, lo que dicta su corazón.
Emoción a flor de piel
"Estamos en semifinales", me dijo apenas llegó a la zona mixta donde la esperaba para conversar de una jornada que seguramente le quedará grabada en la memoria por largo rato.
"Lo hicimos, pudimos", volvió a expresar antes de romper en llanto en un momento de descarga que conmovió a propios y extraños, mientras sus rivales de turno pasaban a su lado saludándola por su actuación.
"Estoy re feliz", decía tratando de contenerse para poder hablar con tranquilidad: "luché hasta el final, vine a dejar la vida en esta carrera y fue lo que hice".
"A veces cuando pasamos momentos difíciles, una racha tras otra de las dificultades, se pierde la confianza. Pero junto a mi entrenador y psicólogo me ayudaron a transitar este proceso donde trabajamos muchísimo la parte emocional".
Y ella supo reponerse a todo: críticas despiadadas, malos momentos, frustraciones; pero con la convicción que tienen los deportistas de alto rendimiento, esa de endurecer el cuero y trabajar, sobre todo en Uruguay, en silencio con los grandes objetivos con gran zanahoria.
Un abrazo con su entrenador, Martín Mañana, parte de este nuevo camino que inicio en el 2020, el saludo a su país Uruguay, del cual dijo sentirse sumamente orgullosa y el pedido de un minuto para recomponerse antes de ir a saludar a las autoridades del deporte presentes en Japón, fueron cerrando su jornada en el Estadio Olímpico.
"¿Mañana venís, no?", me preguntó en la despedida con una sonrisa dibujada en su rosto sobre la semifinal que correrá desde las 9:10 horas de este sábado en nuestro país.
Y como no voy estar, si Déborah nos tiene acostumbrados a un festejo tras otro fuera de fronteras, si su ejemplo de resiliencia es digno de admirar y cada vez agranda un poco más su figura como referencia del deporte uruguayo.
Su primer objetivo ya lo consiguió, su nombre está inscripto entre las 24 mejores de los 800 metros llanos en los Juegos Olímpicos. Ahora toca esperar con que más nos sorprenderá, tal y como nos tiene acostumbrados hace años.