Walter el Indio Olivera, actual director de relaciones institucionales de Peñarol y excampeón de Libertadores e Intercontinental del año 1982 con los aurinegros, lamentó la muerte de Waldemar Victorino, otrora rival en Nacional y compañero en la selección Mundialito de Oro de 1980.

“Cuando pasan estas cosas a uno lo golpean fuerte”, dijo en el programa 100% deporte (Sport 8.90 AM) en referencia a Victorino, que falleció el pasado martes tras un intento de suicidio, y agregó: “Con Waldemar éramos grandes compañeros, y cuando nos encontrábamos siempre nos dábamos un fuerte abrazo”.

“Siempre lo vi bien, nunca pensé que llegara a esto. Yo también me encontré mal en algún momento, y sucedió lo que pasó con Peñarol conmigo [lo llevaron a trabajar al club] y me hizo muy bien. Esto que pasó con Victorino todavía no lo puedo creer”, continuó Olivera.

“Victorio fue un gran jugador de fútbol, goleador, muy difícil de marcar, porque era de físico chico pero era escurridizo, de aquellos jugadores que lo esperabas por un lado e iba por el otro, cabeceaba muy bien. Lo otro bueno era el don de gente que tenía, era un muchacho bárbaro. Lamento muchísimo todo esto que ocurrió”, aseguró.

“Esto me cayó de sorpresa”, dijo el Indio, y agregó: “Cuando estábamos en el entrenamiento de Peñarol llegó la noticia de que estaba grave; lamentablemente, ya ha pasado con otros futbolistas. Son cosas que a uno le golpean fuerte”.

Olivera también recordó que en alguna etapa de su vida pasó por un momento difícil: “No era un problema económico ni familiar lo que tenía, sí faltaba aquello del fútbol, lo extrañaba totalmente. Tenía otro trabajo, un comercio, y llega un momento donde uno se hace veterano y la maldita jubilación a veces te hace llegar a sentirte en el fondo sin tener una salida, porque estás ahí sin hacer nada, no tenés ganas”.

“Cada vez te sentís peor, y lamentablemente algunos, como Victorino, pienso que le habrá pasado lo mismo, no aguantó y sucede lo que pasó”, comentó.

“Volver a Peñarol fue un medicamento especial”, señaló, y cerró: “La verdad me sentía muy mal y me rescató. No sé si hubiese llegado a tanto, pero sí me sentía muy mal y veía que cada vez estaba más abajo, con menos fuerza y menos ganas. Me alegró la vida ir a Los Aromos como si fuera un entrenamiento. Voy contento y vuelvo contento, sabiendo que mañana voy a ir otra vez”, cerró.