Cuando se avecinaba una fuerte tormenta en el París Saint-Germain, entre Kylian Mbappé, creador de una obra de arte, y Lionel Messi, con un golazo de tiro libre en el minuto 90+4, derrotaron 4-3 al Lille y salvaron a su entrenador, que vivió en el abismo durante buena parte del segundo acto.

El Parque de los Príncipes vivió una jornada digna de estudio. Pasó de la más absoluta decepción al jolgorio más extravagante con la figura de su asesor deportivo, Luis Campos, como principal protagonista. Con todo perdido, con un 2-3 en contra en el marcador tras el tanto de Jonathan Bamba en el minuto 69, Campos bajó del palco a la tribuna a gesticular con desdén y mal gusto contra su equipo. Envuelto en varios fregados con algunos jugadores en las dos últimas semanas, parecía frotarse las manos ante una más que probable destitución de Galtier.

Sin embargo, de los gritos y los gestos poco edificantes pasó al éxtasis con el tanto de Messi, que de falta dio la vuelta a la tortilla para acabar con una racha de tres derrotas consecutivas de su equipo. Campos, como un aficionado de bar, saltó al césped en los últimos compases del choque y hasta se permitió el lujo de dar órdenes.

Seguro que el asesor del PSG esperaba una reacción contundente de su equipo, envuelto en una dinámica peligrosa y rodeado de polémicas. La última, la protagonizó esta semana Neymar, que tras la caída en la ida de los octavos de final ante el Bayern (0-1), se marchó a jugar al póker y a comer hamburguesas. Antes, tras perder frente al Mónaco 3-1, se desató una bronca con fuego cruzado entre Campos y algunos futbolistas, cuyo rendimiento no cambió cuando se demandaba pegar un golpe encima de la mesa.

Además, Neymar acabo lesionado y apareció la peor imagen de Messi, que aunque salvó al cuadro parisino, hasta el gol que acabó con la crisis deambuló por el césped del Parque de los Príncipes como un jugador absolutamente desganado. Sólo Mbappé fue capaz de echarle arrestos a una jornada en la que el Olympique Marsella acabará como mínimo a cinco puntos del líder.

Deprimido por los últimos resultados, el París Saint-Germain vivió de las apariciones de Mbappé y de la varita de Messi para silenciar las críticas. Sus aciertos no escondieron las carencias de los hombres de Galtier, que cometieron errores de juveniles que casi costaron caros.

Y es que antes del primer tanto de Mbappé, el Lille dio dos sustos tremendos al París Saint-Germain. El primero, a los cuarenta segundos, cuando Timothy Weah se encontró con una pelota dentro del área, sin oposición alguna y con toda la zaga parisina dormida. Gianluigi Donnarumma sí salió enchufado y con sus piernas despejó el que habría sido un jarro de agua fría importante para el PSG.

Pero ahí no acabó todo el ejercicio de despropósitos defensivos, porque instantes antes de que Mbappé abriera el marcador, Presnel Kimpembe regaló a Jonathan David un mano a mano tras una cesión imprudente sobre Donnarumma, que de nuevo salvó los muebles a sus compañeros.

Entonces, ahora sí, apareció Mbappé para paralizar el tiempo en el Parque de los Príncipes. Su jugada, ejecutada en apenas unos segundos, valía una entrada. Entró por la banda izquierda, enfiló el área con Tiago Djalo y Bafode Diakite delante como una oposición seria e impenetrable. Se deshizo de ambos con un túnel monumental sobre el primero, resistió las tarascadas de los dos y con un derechazo imparable batió a Lucas Chevalier.

Su tanto no sólo inauguró el marcador. También tranquilizó por unos instantes a un equipo inseguro que jugó con fuego y que apenas tres minutos después marcó el segundo por medio de Neymar. El brasileño cerró a placer una jugada colectiva que terminaron de hilvanar Messi y Vitinha y que disfrazó la polémica del póker y la hamburguesa.

Con ese gol, el PSG se las prometió muy felices. El Lille, parecía acabado, con el recuerdo del 1-7 de la ida y todo parecía indicar que se iba a derrumbar como un castillo de naipes. Sin embargo, se hizo con la manija del partido y volvieron los sustos a la portería de Donnarumma. Primero, con un cabezazo de Jonathan David que salvó el portero italiano. Y, segundo, con el acierto de Diakite, que firmó un 2-1 inquietante para el conjunto parisino de cara al segundo acto.

La tensión subió enteros cuando Neymar tuvo que abandonar el terreno de juego en los primeros compases del duelo tras la reanudación. Una entrada de Benjamin Andre derribó al brasileño, que se torció el tobillo derecho para cerrar su concurso en el choque a los 51 minutos.

El París Saint-Germain, desnortado, se llevó otro disgusto con el tanto de penalti de Jonathan David, el número quince del delantero canadiense este curso, y que precedió al zambombazo de Bamba que provocó el cabreo definitivo de Luis Campos. Entonces, casi al final, primero apareció Mbappé y después Messi, para cerrar la victoria con una falta que dio oxígeno a Galtier cuando Zinedine Zidane ya calentaba en la banda.