Por The New York Times | Hannah Beech
TOKIO — Seis días a la semana desde que tenía 12 años, con solo unos cuantos días de descanso al año, Hou Zhihui ha tenido una misión en mente: levantar más del doble de su peso corporal.
El sábado, en los Juegos Olímpicos de Tokio, la dedicación de Hou (alejada de su familia, atormentada por el dolor casi constante) rindió frutos. Ganó la medalla de oro en la división de los 49 kilogramos y rompió tres récords olímpicos, esto como parte de una temible escuadra femenil china de halterofilia que buscaba arrasar en cada peso en el que competía.
“El equipo chino de halterofilia es muy unido y el apoyo de todo el equipo es muy bueno”, dijo Hou, de 24 años, después de ganar el oro. “La única cosa en la que nos enfocamos los atletas es en entrenar”.
La línea de ensamblaje deportiva de China está diseñada con un propósito: producir medallas de oro para la gloria de la nación. Las de plata y bronce apenas cuentan. Al enviar a 413 atletas a Tokio, su delegación más grande de la historia, China busca posicionarse con la mayor cantidad de oros (incluso si el público chino está cada vez más consciente de los sacrificios hechos por cada atleta).
“Debemos garantizar decididamente que somos los primeros en medallas de oro”, dijo Gou Zhongwen, presidente del Comité Olímpico Chino, en la víspera de los Juegos Olímpicos de Tokio.
Arraigado en el modelo soviético, el sistema chino depende del Estado para encontrar a decenas de miles de niños que entrenen tiempo completo en más de 2000 escuelas deportivas operadas por el gobierno. Para maximizar su cosecha dorada, Pekín se ha enfocado en deportes menos protagónicos que reciben poco financiamiento en Occidente o en deportes que ofrecen múltiples medallas olímpicas de oro.
No es una coincidencia que casi el 75 por ciento de las medallas olímpicas de oro que China ha ganado desde 1984 las ha obtenido en solo seis deportes: tenis de mesa, tiro, clavados, bádminton, gimnasia y halterofilia. Más de dos tercios de los oros de China han llegado gracias a campeonas y casi el 70 por ciento de su delegación en Tokio está conformado por mujeres.
La halterofilia femenil, que se volvió un deporte que otorga medallas en los Juegos Olímpicos de 2000 en Sídney, era un objetivo ideal para la estrategia de medallas de oro de Pekín. El deporte es una misión de nicho para la mayoría de las potencias atléticas, lo que significa que las levantadoras en el Occidente tienen que luchar para recibir financiamiento. Además, con múltiples clases de peso, la halterofilia ofrece cuatro oros potenciales.
Para los zares del deporte en Pekín, no es importante que la halterofilia no tenga un atractivo masivo en China o que las chicas preadolescentes que son canalizadas al sistema no tengan idea siquiera de que un deporte como este existe. En el centro de entrenamiento del equipo nacional de halterofilia en Pekín, una gigantesca bandera china cubre un muro entero, lo que recuerda a los levantadores que su deber es con la nación, no con ellos mismos.
“El sistema es altamente eficiente”, dijo Li Hao, jefe de la delegación de halterofilia en los Juegos Olímpicos de 2016 en Río de Janeiro y el actual director del departamento de antidopaje en el Centro de Halterofilia, Lucha y Judo en la Administración General del Deporte de China. “Probablemente esa es la razón por la que nuestra halterofilia está más avanzada que la de otros países y regiones”. .
No obstante, en algunos de los tradicionales bastiones de China, como el tenis de mesa, los clavados y la halterofilia, la esperanza de arrasar con las medallas de oro no se materializó. Hubo otras decepciones antes de que los juegos comenzaran. A un reconocido nadador le prohibieron participar por dopaje. Los equipos varoniles de futbol, vóleibol y baloncesto no lograron calificar. Para la máquina deportiva china, todos esos tormentosos años de esfuerzo todavía pueden verse frustrados en el fragor de la competencia olímpica. El lunes en Tokio, Liao Qiuyun, una levantadora de pesas de la división de los 55 kilogramos, comenzó el evento como la campeona mundial reinante. Dos días antes, en una categoría de peso más ligero, Hou se había llevado el oro.
Liao subió al escenario el lunes con una expresión que variaba entre la determinación y la resignación. En los últimos momentos de la competencia, una rival filipina la superó para quedarse con el oro.
Después, Liao, de 26 años, se quedó llorando y con la respiración entrecortada. Su entrenadora abrazó a Liao y también lloró. Al final, Liao, con los ojos rojos por el llanto, respondió a las preguntas de los reporteros chinos. La plata fue un gran logro, dijo un periodista. La mirada de Liao apuntaba al piso.
“Hoy, hice mi mejor esfuerzo”, dijo. Las lágrimas rodaron de nuevo.
El trauma de todos esos años de luchar contra la fuerza imperdonable de la masa y la gravedad dejó caer su peso sobre el cuerpo de Liao.
“Han estado ahí durante años”, dijo sobre sus lesiones. “Una y otra vez”.
No obstante, a diferencia de Simone Biles o Naomi Osaka, atletas olímpicas que han alzado la voz sobre el estrés emocional de tanta presión, Liao no abordó el costo mental de lo que ha hecho, día tras día, desde que era una pequeña niña.
Liao suspiró. Enjugó sus lágrimas con la manga de su uniforme. Los Juegos Nacionales se aproximan y representará a su provincia natal de Hunan, dijo. El financiamiento deportivo para las provincias de China depende en parte de qué tan bien se desempeñe cada una en los Juegos Nacionales.
Los Juegos Olímpicos terminaron para ella. Tenía un nuevo trabajo que hacer.