Enviado a Río de Janeiro 

Difícilmente se pueda encontrar un hincha de Peñarol que haya disfrutado el viaje a Río de Janeiro, al menos el miércoles. Varios llegaron el fin de semana, con tiempo de hacer turismo y aprovechar las bondades de la Cidade Maravilhosa. A medida que pasaron los días, la llegada de fanáticos fue en aumento. 

El día del partido ante Botafogo estuvo marcado por los incidentes registrados en el punto de encuentro, donde la policía local liberó la zona y dejó a integrantes de las torcidas de Flamengo, Botafogo y alguno más que se mezcló emboscar a los carboneros, que respondieron quemando motos de la policía. La barra carbonera fue detenida y el lugar de concentración para uruguayos quedó sin efecto. 

A partir de ese episodio, la logística fue un caos. La dirigencia exhortó a sus hinchas a no concurrir a un punto de encuentro que era tierra de nadie a partir del accionar de las fuerzas del orden locales, que suelen cometer excesos cualquiera sea el visitante. Hace un mes ante Flamengo fue la excepción, pero lo del miércoles es la regla. 

Algunos fanáticos empezaron a dirigirse como pudieron hasta el estadio Nilton Santos, y otros llegaron al hotel Winsdor Barra, de Barra de Tijuca, de donde estaba prevista la salida del plantel y de algunos ómnibus que ni siquiera iban a pasar por el punto de encuentro, dado que eran contratados por agencias de viaje con entrada, estadía y traslados incluidos. 

Los primeros ómnibus empezaron a salir una hora después de lo previsto y llegaron al Nilton Santos a partir de las 18:15. Luego, llegaron otras unidades que iban a ir al predio de concentración, algunas de las cuales habían trasladado a los hinchas que después fueron detenidos. Los fanáticos que ocuparon esos vehículos se encontraron con pertenencias y comidas de los que, a esa altura, estaban en la comisaría. 

Una vez dentro de los ómnibus, los parciales aurinegros estuvieron una hora y media retenidos en el lugar, con policías militares dentro. “Nos están tomando el pelo. No quieren que lleguemos en hora al partido”, comentaron algunos. Tras una larga espera, los ómnibus comenzaron a moverse y los hinchas fueron llegando en distintas tandas. 

Para varios, el retraso de 15 minutos en la hora de inicio resultó un alivio, porque iban a llegar demasiado ajustados. Una vez todos adentro, no hubo problemas con el aforo. No hubo sobreventa y la cabecera asignada albergó sin inconvenientes las 4.000 almas que esperaban llevarse algo de Río de Janeiro. 

El partido, dentro de todo lo vivido, para algunos fue lo de menos. La hinchada, sin los bombos y las banderas de Barra Ámsterdam, respaldó al equipo y se ilusionó con un correcto primer tiempo. El segundo, con los primeros tres goles en cuestión de ocho minutos, fue un sufrimiento. 

Foto: @joselocalvete / FútbolUy

Los hinchas despidieron al equipo revoleando camisetas al grito de “cada día te quiero más”. En simultáneo, los futbolistas se arrimaron a la Tribuna Sul a agradecer el aliento y disculparse por el resultado. Eran las 23:40 de la noche y empezaba otro calvario. 

Minutos después se dio la represión de la policía local, que irrumpió en la tribuna para evitar la salida de la parcialidad, algo que no se estaba dando ni por la fuerza. La exagerada y violenta acción de la seguridad generó reacciones de los uruguayos, lo que derivó en enfrentamientos, butacas lanzadas, palazos y el llamado a una ambulancia por un hincha que sufrió un importante corte en la cabeza. 

Apaciguados los ánimos, los hinchas debieron esperar más de una hora y media. La seguridad no liberaba la salida por la cercanía de una estación de trenes en la que todavía había un buen número de hinchas de Botafogo. Sobre la 1, la tribuna se evacuó, pero las puertas seguían cerradas y la espera se trasladó al sector que está debajo de la tribuna, donde la venta de comida y refrescos se dio con normalidad toda la noche. 

La salida de hinchas se fue dando en cuentagotas y organizada por un sector de la barra, lo que crispó los ánimos de otros fanáticos y produjo algún aislado enfrentamiento entre los propios uruguayos. Menos ómnibus de los previstos esperaban a los hinchas, y un buen número estaba destinado a los que contrataron paquetes con traslados incluidos. Como resultado, varios optaron por tomar taxis o algún Uber que todavía se encontraba, pasadas las 2 de la madrugada. 

Entre los que iban directo al aeropuerto con el reloj como enemigo, los que volvían a Barra de Tijuca en los pocos ómnibus disponibles, los que aprovecharon las otras unidades y los que se dirigían a distintos puntos de Río de Janeiro como pudieron, se fue evacuando lentamente y casi hasta las 4:00 el Nilton Santos. Tampoco la tuvo fácil el plantel, que vivió una odisea para llegar al escenario y arribó al hotel que lo alojó pasadas las 2:30 a. m.