Por Andrés Cottini
A_Cottini
La uruguaya Dominique Knüppel se transformó en la primera uruguaya en competir en la “Ocean Race” de vela, una de las regatas consideradas de las más difíciles del mundo y en donde en una de las piernas logró culminar en la tercera colocación con su equipo.
Knüppel, de 30 años de edad, fue olímpica en la clase Nacra 17 en los Juegos Olímpicos de Tokio y desde allí en adelante ha integrado diferentes tripulaciones de alta competencia en el viejo continente, mostrando toda su ductilidad y talento.
Este 2023 tuvo la chance de ser convocada para participar en el equipo “Viva México” que participó en la Ocean Race (antes conocida como Volvo Race o Whitbread) una competencia que se realiza cada cuatro años y para muchos, marca uno de los puntales de este deporte náutico.
“Es una regata que da la vuelta al mundo en una de sus categorías y que tuvo otra, denominada ‘Volvo 65’ que realizó algunos tramos. En esta participamos con mi equipo”, señaló.
Knüppel de esta forma completó las etapas de Alicante a Cabo Verde, luego de Dinamarca hasta Países Bajos y desde tierras tulipanas hasta Génova: “está última donde nos metimos en el podio tras un remate muy reñido, pero que marcó un gran logro para nosotros”.
Batalla con las orcas
Siendo la única sudamericana participando en la competencia, contó que en el trayecto pasaron por días de calma, una “mini tormenta” con vientos fuertes y un ataque de orcas, sobre lo que recordó: “las mismas suelen romper timones de barcos, o incluso hundirlos, principalmente en la costa de La Coruña y el estrecho de Gibraltar. Nosotros veníamos peleando con otras dos embarcaciones durante los 12 días de navegación y nos informaron por la radio que había un crucero que estaba siendo atacado por las orcas”.
“Estábamos a tres horas y en camino a ese lugar”, comentó la deportista celeste y prosiguió: “cuando llegamos vemos que uno de los barcos de la competencia bajó las velas y empezó a retroceder y el otro mandó una señal de alerta que lo estaban siguiendo. Fueron momentos de tensión para todos, que por suerte no pasó a mayores para nadie”.
Mente, corazón y amor al deporte
Estar en un barco de esta embargadura y tripulación, implica una actividad de 24 horas de compromiso con la competencia, algo que Knüppel contó con algunos ejemplos muy gráficos.
Para prepararse para esta competencia pasó por: “un entrenamiento físico exigente, tratando de trabajar muchísimo la concentración y además lo mental para aportar desde ese lugar también”.
“Uno siempre está activo, incluso cuando llega la hora de dormir, donde hay que estar pronto para reaccionar porque si hay que realizar una maniobra o viraje (las velas pasan de un lado a otro), hay que levantarse y mover todo para el lado que conviene por el peso y además salir a cubierta a realizarla.”, explicó.
“Sabes que en el barco estás cuatro horas activo y otras cuatro de descanso sucesivamente, no importa que sea mañana, tarde o noche. No hay privacidad, ni baño cerrado, compartís sobre de dormir, almohada, todo. Te acostás con dolores y te despertás con ellos para seguir cumpliendo funciones”, explicó.
“Las regatas se dieron con bastante tiempo calmo pero cuando sopla estás completamente bajo agua y ves como la ola te pasa por arriba con mucha fuerza y a veces te barre, por eso estás atado todo el tiempo. Es como estar en una ducha de agua salada en forma constante”, mencionó.
“Fueron 2200 millas por los rincones de la costa europea con un equipazo. Una regata dura, de poco viento, muchos días y alegría”, cerró diciendo sobre una experiencia que abarca muchísimo más que una competencia deportiva.
Por Andrés Cottini
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