Diego Lugano, actual superintendente de relaciones institucionales del brasileño São Paulo, aseguró que es mucho más difícil ser dirigente de fútbol que jugador, si se proyecta como entrenador, habló de la pandemia del COVID-19 y la lucha contra la discriminación.
"Es mucho más difícil ser dirigente", dijo la "Tota" entrevistado en Jornal Pioneiro de Brasil: "para mí, es mucho más difícil, por muchas razones. Ser jugador, en el vestuario, es muy democrático. Habitualmente, quienes tienen más personalidad, más carisma, más respeto entre sus pares, se impone. La dirigencia es política, es jerarquía, es tener que tragarse la rana todo el tiempo".
"En el vestuario se solía hacer lo que proponía, porque yo convencía. En el club (São Paulo) y la selección nacional muchas veces giraba en torno a lo que pensaba. Como dirigente (en Brasil) no puedo hacer eso, porque hay jerarquías y hay que respetarlas aunque no esté de acuerdo", mencionó.
Lugano contó que tiene el curso de entrenador finalizado, pero que por ahora, no piensa en ejercer la función: "todos quieren que sea entrenador, incluso en São Paulo y Uruguay. Pero ser director técnico hoy tiene una carga emocional además de tiempo muy importabte. El fútbol te consume tiempo, consume pasión, eres muy visible, dejas de vivir mucho. El entrenador es peor, hay que quedarse más tiempo, más exposición, la misma rutina todos los días: viaje, concentración, resultados, prensa. Hoy, en este momento, no tengo paciencia".
Consultado sobre lo sucedido en torno a la pandemia desatada no dudó en señalar: "este año sirvió para muchas cosas, para ver quién realmente cree en la libertad de las personas, para que el ciudadano también sepa hacer uso de esa libertad sin dañar a los demás. Ver quién usó esta pandemia para robar, porque eso sucedió en toda América y particularmente en São Paulo fue escandaloso, y también pasa notar quién utilizó esta pandemia por méritos políticos".
Y terminó hablando del fútbol y la lucha contra la discriminación: "culturalmente, en el vestuario, conviven desde el hijo del presidente, al del narcotraficante de la favela", exageró y amplió: "somos todos iguales. Ahora bien, si el narcotraficante quiere imponer que el narcotráfico es bueno, entonces ahí falla la cosa".
"Hay que tener menos prejuicios", aseguró Lugano y finalizó: "creo que hoy nadie cuestiona a otro si es homosexual o no, yo también tuve compañeros que sabemos que eran homosexuales. Tengo un respeto absoluto ya que en el vestuario todos somos iguales, musulmanes, islámicos, católicos, negros, blancos, chinos, amarillos, todo es igual. Somos iguales".