El 7 de diciembre de 1956, SAETA salía al aire por primera vez, y ese mismo día, en el recóndito pueblo de West Baden Springs, en el condado Orange del Estado de Indiana, nacía otra saeta, pero del básquetbol; tal vez el mejor alero que haya dado la historia. Ganó tres campeonatos con los Boston Celtics en las trece temporadas que jugó, y formó, junto a Kevin McHale y Robert Parish, el segundo trío más ganador de la historia de la NBA, por detrás de uno más reciente, conformado por Tim Duncan, Tony Parker y Manu Ginóbili. Larry Joe Bird es el único jugador en la historia de la NBA en ser nombrado Rookie del año, MVP de la temporada regular, MVP de las finales, MVP de All-Star Game, y entrenador y ejecutivo del año.
Pero su vínculo con el Estado de Indiana no se circunscribió a haber nacido en ese ignoto pueblo que en el censo del 2010 contaba con 574 habitantes. Desde 1997 al 2000 asumió como entrenador de los Indiana Pacers, conduciendo a dicha franquicia a jugar por primera y única vez las finales de la NBA, en junio del 2000, donde cayeron en seis partidos contra los Lakers de Shaquille O´Neal y Kobe Bryant. Entre el 2003 y el 2017 fue el presidente de operaciones de los Pacers, y en esos períodos Indiana jugó tres finales de conferencia. Durante los tres años que ejerció como entrenador, tuvo como asistente a otro ex jugador de los Celtics, y quien también jugaría un año en los Knicks.
Nacido en la ciudad de Ogdensburg, en el condado de Saint Lawrence, Nueva York, Richard Preston “Rick” Carlisle asumió como entrenador de los Indiana Pacers en el 2003, y lo hizo hasta el 2007. En el 2011 llevaría a los Dallas Mavericks a su primer campeonato, y el 25 de junio de 2021 se confirmó su vuelta al mando de la dirección técnica de los Pacers, cargo que actualmente ostenta.
La idea de esta introducción no era simplemente apabullar al lector con datos que en apariencia no tienen ninguna relevancia y obedecen a cierto capricho editorial del columnista. En verdad, intentó darle cierto marco a uno de los más emblemáticos enfrentamientos que nos ha dado la mejor liga de básquetbol profesional. Se refiere a la de los New York Knicks contra los Indiana Pacers, en una especie de reedición de la civilización y barbarie de Sarmiento pero hecha pugilato deportivo.
Es decir, si Nueva York representa la meca del capitalismo, la Nueva Roma, el paroxismo turístico-artístico-cultural y progresista de Estados Unidos; una metrópolis infinita de precios prohibitivos que desata un obsceno fetiche por devorar esa manzana hecha de rascacielos espejados e incontables dialectos, el Estado ganadero de Indiana representa lo opuesto; La falta de todo lo antedicho y la presencia de lo que podríamos llamar un “americano promedio”. Sentimientos patriotas y un vínculo más afectivo que racional hacia la segunda enmienda la cual encuentran innegociable, rutinas sencillas, servicios religiosos dominicales, ausencia de servicio subterráneo, una llamativa exaltación de los héroes bélicos estatales, y cada espacio público dedicado a narrar las proezas militares de la nación. Mientras el Estado de Nueva York alcanza los 20 millones de habitantes, el de Indiana no llega a 800.000. La ciudad de Nueva York tiene 8 millones de habitantes y sólo en Manhattan viven más de un millón. El PBI del Estado neoyorquino es de 1,758,071 millones, mientras que el de Indiana es de 377,110 millones. Para tener una referencia, el PBI de Uruguay es de 71,180 millones.
Los Pacers nacieron en el año 1967 y siempre tuvieron su sede en Indiana, donde el básquetbol es sin dudas más que un deporte para los Hoosiers, como se conoce al equipo de básquetbol universitario, y adjetivo que se ha extendido a cualquier habitante de dicho Estado. Sin embargo, los primeros años los disputaron en una liga ya extinta, nacida en también en 1967, donde obtuvieron tres campeonatos y estuvieron en cinco de las ocho finales que se disputaron, antes de que se disolviera en 1976 y cuatro equipos fueran aceptados por la NBA, liga que ya existía desde 1949;
Junto a los Pacers, se unieron los New York Nets, Denver Nuggets y los San Antonio Spurs. La transición desde la ABA, liga que supo ser semillero de grandes figuras que luego brillarían en la NBA, y que para muchos era más competitiva, e incluso jugada con un rigor físico y destreza atlética que la NBA no tenía, supuso para los Pacers un desafío económico que los puso al borde de la desaparición.
En 1979 decidieron incorporar a su plantilla a Ann Meyers, jugadora que supo obtener la medalla de plata en los juegos olímpicos de Montreal en 76, convirtiéndose hasta el momento en ser la única jugadora femenina en integrar un plantel masculino profesional. La idea de incorporar a Meyers, aunque no llegó a disputar ningún partido, tuvo la intención de poner a los Pacers sobre la mesa a nivel mediático, y generar cierta simpatía popular. Fue recién en el sorteo del draft del año 1987, cuando seleccionan en el puesto once de la primera ronda a un escolta de UCLA, que comienzan a construir una franquicia con aspiraciones. La elección fue polémica, porque el candidato natural que tanto la prensa como el público esperaba, era Steve Alford, estrella de la Universidad de Indiana, quien siempre había sido elegido como el mejor jugador del equipo. Sin embargo, la gerencia del equipo se inclinó por quien luego sería el máximo anotador de la historia de los Pacers, jugando sus dieciocho temporadas en dicha franquicia, perteneciente al salón de la fama de la NBA, y cuyo número, el “31”, sería retirado en el 2010. En la selección nacional obtendría la medalla dorada en los juegos olímpicos de Atlanta 1996. Hablamos de Reginald Wayne Miller.
Por su parte, los New York Knicks, o Knickerbockers, en referencia a los pantalones que llevaban los primeros colonos neerlandeses de la ciudad, una especie de bombachas enrollados justo por encima de las rodillas, pertenecen a la NBA desde la primera guardia. Su estadio, el Madison Square Garden, sea tal vez la Arena más famosa, no sólo por ser la casa de los Knicks, sino por los eventos artísticos y deportivos que supo alojar. El jardín más famoso del mundo fue anfitrión de “La pelea del siglo” entre Muhammad Ali y Joe Frazier en 1971. John Lennon, Elvis Presley, Madonna y Bruce Springsteen, por nombrar sólo algunos, actuaron allí, y en 1957 fue el escenario de un discurso de Martin Luther King. Allí se celebró el primer partido de la ABA y el primer draft de la NBA.
La rivalidad entre Indiana y New York tuvo su comienzo en la temporada 92/93, donde los Knicks se impusieron en tres partidos a uno en la primera ronda de los playoffs. Durante esa temporada Reggie Miller ya se había convertido en el máximo anotador histórico de la franquicia. Sin embargo, la saga se comenzaría a tornar bíblica a partir de la siguiente temporada, año en el que New York llegaría a las finales y perdería con los Houston Rockets en siete partidos. Una anécdota satélite de aquellas finales es que el 17 de junio, mientras se llevaba a cabo el quinto partido, 100 millones de televidentes seguían la persecución policial a O.J Simpson en su Ford Bronco blanca, conducida por un amigo, por la interestatal de Los Ángeles, luego de ser acusado de matar a su ex pareja y al compañero de ella, e incluso, la transmisión nacional de la cadena NBC, encargada de cubrir el partido, llegó a partir la pantalla en dos para transmitir ambos acontecimientos.
Fue en el quinto partido de las finales de la conferencia Este de ese año cuando sucedió uno de los primeros hitos que comenzaron a escribir la historia de una rivalidad que perdura hasta hoy. New York comenzó el partido con mayor intensidad y todo hacía pensar que se llevarían la victoria. Al comenzar el último cuarto los locatarios llevaban una ventaja de doce puntos. El Madison Square Garden estaba repleto, y todos los allí presentes eran testigos de cómo la serie se pondría 3 a 2 en favor de ellos.
Entre las estrellas presentes en el público, una historia paralela se escribiría, cuando el cineasta Spike Lee, fanático de los Knicks, y siempre sentado en primera fila, comenzó a tener más que un diálogo con Reggie Miller. Las idas y vueltas dialécticas parecieron encender al escolta de los Pacers, quien anotaría 25 de los 37 puntos con los que terminó el partido en ese último cuarto. Lee se burlaba de la actuación discreta que Miller había tenido durante los primeros tres períodos, y lo comparaba con su hermana, Cheryl Miller, ex jugadora de la WNBA, y considerada tal vez la mejor jugadora de todos los tiempos.
En un partido, Cheryl, llegó a meter 105 puntos. Cada vez que Reggie convertía un doble o triple, la mirada iba dirigida a Spike Lee, hasta que el partido se empató y allí tuvo lugar uno de los gestos más icónicos de la historia del básquetbol, cuando el ex jugador de la Universidad de California se llevó ambas manos al cuello, en señal de “ahorcamiento”. Chooke, es la expresión en inglés con la que se hace referencia a un equipo que dejó escapar un partido que parecía ganado. La foto que al día siguiente The Post puso en la portada, bajo el título “Spiked”, quedó inmortalizada, y hoy se la puede ver en el Museo de Brooklyn, en una sala dedicada especialmente para la trayectoria del director de Malcolm X. La prensa y afición neoyorquina responsabilizaron al director oriundo de Atlanta de haber encendido a Reggie Miller, y por ende, de haber perdido ese crucial partido, ya que el cuarto se jugaría en Indianápolis, donde los Knicks finalmente se impusieron, y luego, de vuelta en su casa, ganarían la serie 4 a 3, lo que les daría el paso a las finales contra Houston.
Sin embargo, la rivalidad entre ambos equipos, lejos de apagarse, continuó creciendo. “La espina dolorosa”; Así supe después que un relator boricua lo apodaría. Ahora que lo pienso, era el apodo perfecto, pero cuando yo lo vi, aquel otoñal domingo de mayo, no tuve demasiadas palabras para describirlo. Nadie en verdad. Quedaban 18 segundos, Nueva York ganaba por seis, algunos aficionados abandonaban las gradas del Madison Square Garden y Spike Lee sonreía. Todo parecía que seguía el curso esperable de un partido que estaba terminado. Faltaba la burocracia reglamentaria que llevara el cronómetro a cero y que los jugadores se macharan, unos cabizbajos y otros exultantes, a sus respectivos vestuarios. Pero entonces sucedió. Un triple, una pelota robada, otro triple más, y un partido que se empataba; dos libres errados por el base John Starks de un lado y dos encestados del otro. Algunos se enteraron de aquel robo -porque fue un robo, legal, pero robo al fin- mientras abandonaban el estadio o escuchaban el final en la radio del auto. Spike Lee ya no sonreía y una ciudad se silenciaba. Fue una de tantas, pero tal vez, la más dulce. De visitantes y en la gran manzana. Era el primer partido de las semifinales del este de 1995, serie que los Pacers ganaron 4 partidos a 3. Reggie Miller había convertido 8 puntos en 8,9 segundos.
Después de dos años sin enfrentarse en los playoffs, se volverían a encontrar en las semifinales de 1998. Miller, nuevamente, anotaría un triple decisivo para empatar el cuarto partido, cuando faltaban 5,1 segundos. Terminaría con 38 puntos en un partido que se decidió en tiempo extra. Indiana ganaría 4 partidos a 1. El siguiente enfrentamiento fue en las finales de 1999, serie que en ese caso ganarían los Knicks, y que tuvo otro momento de colección. Esa temporada, Indiana había terminado primero en la temporada regular, mientras New York lo había hecho en el octavo lugar. Aunque los Pacers eran favoritos, y se encaminaban a ganar su primer título con un Michael Jordan recientemente retirado, los Knicks se le plantaron en el primer partido en Indianápolis, ganando con un ajustado 93 - 90. Indiana igualaría la seria a uno, y luego, en el tercer partido en New York, sucedió lo que tal vez inclinó la serie en favor de los neoyorquinos, cuando el alero Larry Johnson metió un triple con falta incluída, cuando solo restaban 11,9 segundos e Indiana lideraba por tres. La foto de aquel tiro se encuentra dentro del estadio como uno de los momentos más emblemáticos de la franquicia. Aunque Indiana pudo empatar la serie en el siguiente partido, los Knicks ganarían 4 a 2.
Al año siguiente, y nuevamente en las finales del Este, la quinta sería la vencida para Indiana. Ganarían la serie 4 a 2, y el sexto partido se jugó en el Madison Square Garden, en una final que olía a revancha luego de lo sucedido el año anterior. Era la sexta vez que ambos equipos se enfrentaban en playoffs entre 1993 y el 2000, dejando las series empatadas en tres por bando. A partir de allí tuvieron que pasar trece años para que esta rivalidad renaciera, cuando en las semifinales del Este del 2013, Indiana se impuso 4 partidos a 2. En New York ya no estaban ni Patrick Ewing, John Starks, Larry Johnson o Alan Houston, sino Carmelo Anthony y Amare Stoudemire, mientras que del lado de Indiana un joven Paul George, junto a Lance Stephenson y compañia, lideraban a aquel equipo. Pero la rivalidad estaba intacta. La nostalgia de los titánicos duelos de los años noventa estuvo presente en cada partido. Once años después de aquel enfrentamiento que puso a los Pacers en las finales del Este contra el Miami Heat de Lebron James, este año, nuevamente, los Pacers y los Knicks se están enfrentando en las semifinales del Este, y cuando este humilde columnista se encuentra tecleando estas palabras, la serie está igualada en dos partidos por bando, luego de que New York ganara los primeros dos partidos en su cancha, e Indiana hiciera lo propio en la suya.
Actualmente Reggie Miller trabaja como comentarista para la cadena TNT, y en el segundo partido, Spike Lee, con quien en el correr de los años ha forjado una amistad, dejando atrás las viejas rencillas noventeras, llevó la portada de The Post, para que el ex jugador se la firmara. En esos dos partidos, el Madison estuvo repleto y una larga lista de celebridades se encontraban en el estadio, tales como Ben Stiller, Chris Rock, John Turturro, Michael J. Fox o Alicia Keys, así como varios ex jugadores de la década del noventa como Latrell Spreewel, Allan Houston, John Starks y Larry Johnson. También Walt Fraizer quien perteneció al plantel campeón de New York a principios de los setenta. En esta renovada rivalidad, Jalen Brunson y Tyrese Haliburton son los jugadores estrellas que están llevando a cabo otra serie para el recuerdo debido a su intensidad física y paridad, y sus técnicos, Rick Carlisle y Tom Thibodeau, supieron ser asistentes técnicos de algunos de los planteles que se enfrentaron en los años noventa. Thibodeau era asistente de Jeff Van Gundy, mientras Carlisle lo era durante las tres temporadas que Larry Bird estuvo al frente de los Pacers, por lo que se enfrentaron, en calidad de ayudantes del D.T, en los playoffs de 1998, y en las ya mencionadas finales de 1999 y el 2000.
Siempre hay que ser cauto con la trascendencia que se le otorga a los eventos deportivos. No podemos perder de vista, como escuché alguna vez decir del fútbol, que es lo más importante entre las cosas menos importantes. La vida no se detiene, ni el sol deja de brillar, juegue quien juegue, pero muchas veces, por no decir todas, lo que sucede dentro de una cancha es reflejo o se conecta con lo que sucede afuera. ¿Cómo ser indiferente a la rivalidad del norte y el sur italiano cuando Maradona supo partir al país en dos en el mundial del 90`? ¿Cómo separar la final del `86 del reciente enfrentamiento bélico que había tenido lugar entre argentinos e ingleses? En este caso, tal vez cueste entender en qué consiste esta rivalidad entre los farmers, como despectivamente los hinchas de los Knicks se refieren a los Pacers, y los city stickers, como los de Indiana pueden hacerlo sobre los de New York, pero lo cierto es que se enfrentan dos Estados con una inconmensurable tradición basquetbolística, que puede oler a David contra Goliath si pensamos en el tamaño de los respectivos mercados. Y mientras en una ciudad, el cosmopolitismo es abrumador, la oferta y la demanda abunda en todo sentido, y las luces de neón todo lo cubren, en la otra, la identidad debe forjarse a fuerza de un sentimiento de orgullo por pequeños grandes logros, como lo es el básquetbol para Indiana, o como lo es, por qué no, el fútbol para los uruguayos.