Ariel Behar vive su mejor Momento. Con pareja estable en la cancha (el ecuatoriano Gonzalo Escobar) y con su familia formada fuera de ella, el uruguayo llegó a tres finales este año y ganó dos de boles (Delray Beach y Marbella el domingo), y perdió la de Buenos Aires, todas en la categoría superior del ATP Tour.
Luego de ganar en territorio andaluz, el dueto celeste-ecuatoriano decidió arriesgar y viajó a Montecarlo, donde están un lugar fuera del cuadro de dobles, pero con la esperanza de debutar en los Masters 1000, un espacio al que siempre soñó llegar.
"Hace 20 años que quería jugar esta clase de torneos. Es una pena que ahora se disputen sin público y con un clima más triste que antes, pero es la realizada del circuito", señaló apenas ingresado al hotel en el Principado.
Behar se refirió su pasado su pelea por mejorar, al presente junto a Escobar, al equipo de trabajo que incluye tres entrenadores diferentes, pero no puede viajar con ningún de ellos, su fisioterapeuta que lo acompaña, su esposa, que a su vez diseña su ropa deportiva, y la esposa de Escobar, que los entrena a los dos.
De hecho, la marca Lalá, de la esposa de Ariel Behar, Sabrina Sielecki, está tomando vuelo gracias al trabajo de difusión de Ariel, y a la tenacidad de la diseñadora, que lo acompaña a todos lados mientras continúa con el emprendimiento.
Behar se refirió a sus ganas de defender a Uruguay en la Davis y en los Juegos Olímpicos ("aunque para el tenista son importantes pero no son lo máximo porque tenemos Grand Slams y demás"), su casi nula presencia en redes, el alejamiento de su país porque "queda lejos del tenis, aunque volver a jugar en el Uruguay Open siempre es hermoso porque es mi club, están mis amigos", y también a su nueva vida de casado.
Luego se dedicó a dormir la siesta tras el largo viaje desde Madrid en una tarde lluviosa en Montecarlo, esperando su suerte de jugar en el cuadro final.