Minuto 85. Fabricio Díaz acomoda la pelota. Levanta el córner. Alan Matturro la pelea. Andrés Ferrari no puede en su intento. Matturro insiste y remata. El balón rebota. Se eleva. Los corazones de tres millones de uruguayos se detienen. Luciano Rodríguez salta. Cabecea. Y un grito unísono en La Plata: Goooooool.
Domingo 11 junio de 2023, una fecha marcada en la historia del fútbol uruguayo. Ese día, un año atrás, un grupo de gurises se imponía con mucho fútbol y carácter a Italia y conquistaba, de esa forma, el primer Mundial sub-20 de Uruguay. El Estadio Único Diego Armando Maradona de La Plata, en Argentina, fue testigo de este hito.
Un día después se cumplía un año de una histórica derrota 7-0 con Brasil en un amistoso, pero el panorama continental ya había cambiado para ese entonces. En verano todos nos ilusionamos con un Sudamericano espectacular, en el que los gorriones celestes fueron subcampeones, perdiendo en el partido definitorio con, justamente, los norteños.
El “se busca rival en Sudamérica” de Andrey Santos se transformó en un “se busca rival en el mundo” de los jugadores uruguayos. Nunca favoritos, siempre desde atrás. De callados. Así como nos gusta a nosotros en este pequeño país lleno de gloria.
El camino
Pero vamos al comienzo, cuando se comenzó a gestar la obra de Marcelo Broli. 29 de marzo. Fecha clave. Ese día, la FIFA decidió de forma oficial sacarle la organización de la Copa del Mundo a Indonesia, que no aceptaba el ingreso al país de Israel por distintos conflictos entre ambas naciones.
Quienes se postularon fueron nuestros vecinos, los actuales campeones del mundo a nivel de mayores. Ellos no clasificaron a través del Sudamericano y, organizando el torneo, se podían meter. FIFA aceptó y el 17 de abril confirmó que el Mundial se iba a disputar en Argentina. Ahí, ya íbamos ganando 1-0.
La cercanía de la sede hizo que los uruguayos se entusiasmaran aún más con un plantel que venía de emocionar a todo un país en el Sudamericano de Colombia, en el que representaron la gloriosa camiseta celeste de la mejor manera. Y qué bien hicieron en ilusionarse.
El 8 de mayo la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF) dio a conocer la lista de 21 futbolistas convocados. En el camino se lesionó Renzo Sánchez, clave para Broli en el Sudamericano, y Real Madrid no prestó a Álvaro Rodríguez, uno de los goleadores. Problemas para el DT, que se las arregló y formó un grupo espectacular.
Dos días más tarde disputó su primer partido amistoso de preparación, que acabó con triunfo 1-0 sobre Honduras con un gol de Luciano Rodríguez. La cosa ya pintaba bien. Y Alan Matturro lo presagiaba: “Nos tengo tremenda fe para el Mundial”.
Luego, el 13, la Celeste se despidió de su gente con un 2-0 sobre Uzbekistán en el Estadio Centenario, partido en el que anotaron Fabricio Díaz y Anderson Duarte. La delegación celeste viajó a la ciudad de La Plata, donde iba a disputar sus dos primeros partidos, ante Irak e Inglaterra, el 10 de mayo. El hotel Grand Brizo fue el bunker elegido para descansar de cara a los partidos.
El comienzo de todo
Y llegó el día. Lunes 22 de mayo, el debut. Los dirigidos por Marcelo Broli se prepararon para este momento. El Estadio Único Diego Armando Maradona de La Plata fue testigo del contundente 4-0 frente a Irak, que situó a la Celeste en lo más alto del grupo E debido a que Inglaterra a primera hora le había ganado 1-0 a Túnez.
Matías Abaldo gritó el primer gol uruguayo en esta Copa del Mundo y en el segundo tiempo aparecieron Andrés Ferrari, Facundo González y Alan Matturro para convertir triunfo en goleada. “Fue un debut soñado” y “es un buen puntapié inicial” fueron algunas de las valoraciones de Abaldo ese día tras el partido.
¡Y cuánta razón tenía! Ese día comenzó a gestarse algo maravilloso, pero no todo sería color de rosas. Los siguientes dos días fueron de preparación en City Bell, el predio de entrenamiento de Estudiantes de La Plata. ¿El objetivo? Llegar de la mejor manera para el duelo ante los ingleses.
El 25 de mayo era la fecha marcada para el partido más importante del grupo. El que ganaba iba a ser líder y se aseguraba su lugar en octavos de final. El que perdía debía luchar hasta el final. Lamentablemente, o afortunadamente con el diario del lunes, Uruguay cayó 3-2.
Bashir Humphreys y Alfie Devine aprovecharon desconcentraciones celestes en el fondo y pusieron en ventaja a los europeos, pero Franco González dio suspenso nada más comenzar el segundo tiempo. Darko Gyabi sentenció todo en el tiempo de añadido, junto antes de que llegara el tanto de Anderson Duarte. Fue derrota y amargura en un estadio repleto de argentinos que hincharon por Uruguay y que hicieron enojar a los jugadores ingleses.
“Frustración no tenemos, pero sí el dolor de no conseguir el resultado que veníamos a buscar. Hubo cosas muy buenas, el equipo compitió muy bien ante un adversario durísimo, nada menos que el campeón de Europa”, comentó Broli en zona mixta, y dijo algo clave: “Hay que seguir confiando en lo que proponemos porque es lo que nos va a llevar a grandes cosas”.
Después de ese partido, el plantel debía hacer borrón y cuenta nueva. Al día siguiente viajaron hacia Mendoza para afrontar el último partido del grupo ante Túnez. Mendoza la hermosa, una ciudad fría pero muy acogedora que apenas se enteró que había un Mundial en disputa allí.
Un triunfo colocaba a la Celeste en la siguiente ronda, y así fue. El 28 de mayo Uruguay ganó 1-0 con un tanto de penal de Franco González sobre el cierre del partido. Victoria y clasificación a octavos de final como segundos, pero, nuevamente, no todo eran buenas noticias.
En ese partido, se retiró lesionado Matías Abaldo tras un mal movimiento de su rodilla y terminó sentido Andrés Ferrari. A la noche se hicieron estudios y al día siguiente la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF) confirmó las entidades de las respectivas lesiones.
Abaldo padeció “un episodio de traumatismo indirecto con mecanismo de extensión y flexión, a nivel de su rodilla derecha, con afectación del sector anterior en su menisco interno”, mientras que Ferrari sufrió “edema a nivel de la unión miotendinosa del bíceps crural”. Los dos estaban prácticamente descartados para el resto del torneo, y, finalmente, así fue. No volvieron a jugar.
Pero no había lugar a lamentos, porque ese mismo día se dio el viaje a Santiago del Estero para enfrentar en octavos a Gambia. Del frío de la cordillera de Los Andes al calor del norte argentino.
Igualmente, la salida de Mendoza fue traumática. Debían viajar a las 12:15, les cambiaron el vuelo para las 14:30, después para las 17:00 y, por último, para las 21:00. “A las 21 horas salíamos para Santiago, pero en realidad lo hicimos 22:20 de la noche. Al arribar a destino nos enteramos que la mitad del equipaje no vino. Una parte la habíamos mandado vía terrestre porque en el avión no entraba y, la otra, que volaba con nosotros, no llegó en su gran parte”, dijo Marcelo García, presidente del Consejo Único Juvenil de la AUF, a FútbolUy.
Me permito ilusionarme
La siesta es sagrada en Santiago del Estero, al punto de que (casi) todos los comercios cierran entre las 13:00 y las 18:00, pero no así el Estadio Único Madre de Ciudades. Este hermoso recinto abrió sus puertas en la tarde del 1º de junio para recibir a los gorriones celestes, que se impusieron por 1-0 con gol de Anderson Duarte y avanzaron a cuartos.
“Ganar de esta manera, con un grupo que deja todo dentro de la cancha, es impresionante. Creemos en este equipo, en la palabra de Marcelo Broli y todos trabajamos para llevarlo al terreno de juego. Este grupo deja el alma”, expresó Duarte luego. ¿La mala noticia? La injusta expulsión de Luciano Rodríguez.
La Perla se iba a perder el partido de cuartos de final, que horas más tarde se confirmó que el rival era Estados Unidos, que llegaba con puntaje perfecto. Lo bueno para el plantel, que ya contaba con tres jugadores menos entre lesionados y suspendidos, es que se quedaban en Santiago y podían descansar bien.
Los tres días entre partido y partido parecieron eternos, pero el día llegó. 4 de junio. Domingo. Nublado en Santiago del Estero. Nada importó. La Celeste salió a comerse la cancha y pasó por encima a Estados Unidos, que nunca estuvo cerca de dañar el arco celeste. Anderson Duarte volvió a anotar y luego se convirtió en contra Joshua Wynder para el 2-0 final de los de Broli.
Tras el partido, el entrenador destacó: “Sentimos que nos representan por el comportamiento, la entrega y el coraje para jugar en los momentos más complicados”. Por otra parte, Juan Cruz de los Santos, una de las figuras de la noche, expresó: “Como país y como jugadores, tenemos un plus que se conoce”. Pese a los problemas, el equipo seguía dando de qué hablar.
Al día siguiente de ese gran triunfo, la delegación partió nuevamente rumbo a La Plata, una ciudad conocida que tenía preparadas aún más alegrías. Pero las malas noticias no paraban de llegar para el equipo de Marcelo Broli.
Además de la baja de Mateo Ponte, quien sufrió ante los norteamericanos una “lesión muscular del bíceps femoral del miembro inferior derecho” que lo sacó del resto del certamen, se conoció que Luciano Rodríguez recibió dos partidos de suspensión por la roja ante Gambia, por lo que se perdería la semifinal contra Israel, selección que había dado el batacazo al eliminar a Brasil, el campeón sudamericano.
Durante esos tres días en la capital de la provincia de Buenos Aires previo al duelo, el nerviosismo en los futbolistas no se veía, pero sí esa ansiedad de jugar tan importante partido.
Hasta que llegó el día. El Estadio Único se llenó de hinchas uruguayos, pero también de israelíes que, en realidad, eran argentinos alentando por el país de sus antepasados.
Partido duro ante una selección muy buena tácticamente y que estuvo cerca de convertir, pero en el arco estaba un enorme Randall Rodríguez. Hasta que, a los 60 minutos, una patriada de Alan Matturro, típica de los defensas históricos de Uruguay, acabó en un remate al palo que empujó al fondo de la red Anderson Duarte.
Sí, Ander. El tacuaremboense se volvió a vestir de héroe y metió a la Celeste en una final del mundo a nivel sub-20 por tercera vez en la historia. “Este equipo mete huevo y corazón como loco”, retrató Andrés Ferrari tras el partido, y Matturro señaló: “En la final dejaremos hasta la última gota de sudor”.
Lugo de ese partido, Italia derrotó 2-1 a Corea del Sur y sería el rival de Uruguay en la gran final. Ese partido fue muy seguido en el hotel Grand Brizo, donde concentraba la Celeste. Muchos dirigentes y algunos miembros de la delegación, sumados a la prensa, observaron y analizaron el pasaje de la Azzurra.
Gracias, simplemente gracias
La final estaba marcada para el 11 junio, pero esos tres días fueron eternos. Un día más tarde de la semifinal, Marcelo Broli dio una conferencia de prensa y comentó: “Nuestra base es el sacrificio del equipo acorde al orden táctico. El campeonato del mundo te hace crecer muchísimo, debido a que conlleva muchas resoluciones en momentos claves y aprendés a sobrellevar la tensión”.
Ni la final de la UEFA Champions League un día antes opacaba el hecho de que estos gurises estaban a las puertas del primer título mundial de nuestro país en juveniles. Y eso quedó demostrado con el apoyo que recibieron, ya que más de 70.000 uruguayos cruzaron el Río de la Plata, algunos con entradas y otros sin que buscaron por todos los medios conseguir una.
En 1997 Uruguay había perdido la final con Argentina 2-1 en Malasia y en 2013 con Francia en Turquía por penales, pero estos chiquilines tenían algo distinto. Algo que llenaba de confianza a los uruguayos. Además, la final era en Argentina, “el patio de mi casa”, como lo denominaban algunos usuarios en redes sociales, motivados por todos los títulos logrados por Uruguay allí.
Y llegó el día. Domingo 11 de junio. Hasta ese momento, casi todos los días habían sido grises y fríos, pero en esa ocasión amaneció con un sol radiante, como si de un paralelismo psicocósmico se tratase. En el hotel, todos los jugadores concentrados en el partido. Afuera, cientos de hinchas uruguayos gritando y alentando, con canciones nunca vistas para un partido de la selección uruguaya.
El camino hacia el estadio estaba imposible de transitar, con hinchas celestes por todos lados. Las tribunas, repletas. Todos cantando el popular “soy celeste”, aplaudiendo a los suyos y abucheando a los italianos, que tuvieron el apoyo de unos escasos ciudadanos argentinos.
El momento mas emocionante fue, tal vez, escuchar el himno nacional cantando por todo el estadio. Cada uno de los presentes dejó su garganta ahí ese día y era imposible no emocionarse. Ese fue un pequeño adelanto de lo que sería el partido.
Uruguay salió a jugar como lo hizo en todo el Mundial: a comer a su rival. Dominó por completo en el primer tiempo y estuvo cerca de ponerse en ventaja hasta en tres oportunidades, pero la efectividad estaba faltando a la cita. A los europeos se los veía muertos en la cancha, y no generaron peligro nunca.
La Celeste, nuevamente, contra todo y contra todos. A los 80’ Mateo Pratti pegó una patada descalificadora en la rodilla a Fabricio Díaz que le costó la roja, pero del VAR llamaron a Glenn Nyberg y dio marcha atrás en su decisión. De no creer. Igualmente, fue una buena noticia para los nuestros.
Los de Broli sacaron todo su coraje y empujaron contra el arco tano. Y a los 85’ llegó lo que todos estábamos esperando. Fabricio Díaz ejecutó un tiro de esquina, Alan Matturro peleó la pelota, Andrés Ferrari no pudo rematar, Matturro siguió luchando y consiguió disparar. La pelota rebotó en un defensa y se elevó.
En ese momento apareció Luciano Rodríguez, ese pibe al que, injustamente, habían sacado de semifinales. Saltó y cabeceó. En ese momento se detuvo el tiempo y se escuchó un grito que cruzó el Río de la Plata: Gooool.
El estadio explotó con el grito de gol. La locura era total. Los minutos no pasaban más. Hasta que, después de tanto sufrimiento, el árbitro pitó el final del partido y los uruguayos saltaron a la cancha, que se vio invadida por llantos y abrazos. La copa se levantó y sonó el “vamos, vamos los pibes” en el Estadio Único Diego Armando Maradona de La Plata.
“Estos muchachos conmueven. No me entra en el pecho la alegría que tengo y quiero compartirla con todo el Uruguay. Se generó algo muy hermoso que sentimos desde allá, la energía que sentimos, la gente que vino, fue algo maravilloso. Esto es de todos”, dijo un Broli muy emocionado nada más terminar el partido.
Alan Matturro se llevó el Balón de Plata del torneo y el público abucheó la decisión de FIFA de nombrar como Guante de Oro al italiano Sebastiano Desplanches y no a Randall Rodríguez, quien recibió solamente tres goles en siete partidos y mantuvo la valla invicta en cinco partidos consecutivos.
El después
Muchos fueron los pensamientos que se pasaron por la cabeza de todos, como bien lo retrató Juan Cruz de los Santos: “Cuando el árbitro pitó el final, solo pensé en mi familia”. “La gente me daba palo como loco y no imaginaba esto”, fue la reflexión de Matturro.
Quien tenía bien claro el camino era Diego Ruso Pérez, ese que, tal vez, era ídolo de muchos de estos gurises y que pudieron compartir muchos meses a su lado en la selección: “Esto debe ser un golpe anímico en jóvenes para forjar los futuros campeones”.
Todos disfrutaron en el estadio, interrumpieron la conferencia de prensa de Marcelo Broli con cánticos y bombos, y hablaron con todo el mundo, pero la fiesta ya estaba preparada en el hotel. Hacia allí se dirigieron rápidamente, donde lo esperaban cientos y cientos de personas, entre ellas sus familiares.
El lobby hotel estaba repleto de gente, desde familiares de jugadores, los propios futbolistas, parte del cuerpo técnico, directivos de la AUF, e hinchas. Los trabajadores del minibar que había ahí se volvieron locos de tanta comida y bebida que tuvieron que preparar y vender, pero el ambiente era de fiesta y hasta ellos disfrutaron.
En un momento de la noche la delegación se fue a festejar de forma más íntima y el hotel se empezó a vaciar, pero a esa altura era ya lunes 12 de junio, día en el que el plantel debía partir temprano rumbo a nuestro país, donde los esperaban miles de uruguayos.
Sobre las 08:00 de la mañana salieron hacia Aeroparque y unas horas más tarde llegaron a Uruguay, donde inició una caravana desde el Aeropuerto Internacional de Carrasco hasta el Estadio Centenario. Canticos, saludos, vino y hasta la visita express de Luis Suárez fueron algunos de los hechos más destacables de esa jornada.
Dos días más tarde, el miércoles 14 de junio, fueron homenajeados en el Estadio Centenario previo al duelo de la selección mayor frente a Nicaragua, que marcaba el debut de Marcelo Bielsa. A partir de ahí comenzaron los homenajes de cada club a sus jugadores previo a los partidos del Campeonato Uruguayo.
Pasaron los meses y el recuerdo sigue siendo maravilloso. Parece mentira, pero ya pasó un año. Un año de un hecho que quedará para la historia. Un grupo de gurises volvió a levantar una Copa del Mundo, tal vez en una categoría juvenil, pero todos ellos pueden decir que son los MEJORES DEL MUNDO. Gracias eternas, gorriones celestes.