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Contenido creado por Paula Barquet
Zona franca
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OPINIÓN | Zona franca

Una pedagogía del oprimido con cariño y al espiedo

El ABC de la supervivencia comunitaria nos impondrá enormes sacrificios.

Por Fernando Butazzoni

28.02.2025 12:01

Lectura: 5'

2025-02-28T12:01:00-03:00
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Para ese gran humanista y pedagogo que fue Paulo Freire (Brasil, 1921-1997), la educación es liberadora porque la palabra es revolucionaria. Tomando esos conceptos como buenos y sabios, debería repetirse hasta el cansancio lo que muchos pensamos y sentimos: que estamos en el horno. No es un chiste. No me refiero a un momento específico, ni a una comunidad en particular, ni siquiera a un país o a un continente. Me refiero a la humanidad toda, que ya supera los ocho mil millones de personas.

Estar en el horno es una locución que se puede interpretar de distintas maneras de acuerdo al contexto. Es razonable afirmar que en este momento los dueños supérstites de la empresa Conexión Ganadera están en el horno; o que en los últimos días el presidente de Ucrania Volodímir Zelenski parece haber sido empujado por Trump y Putin a la zona más caliente de su extraña peripecia vital, de payaso a presidente: está casi en el horno; o que Javier Milei por ahora se salva de estar allí, en el horno, aunque muchos opinan que eso ocurre porque él no es más que un criptograma incombustible y, para colmo, argentino.

Sin embargo, el horno al que me refiero es literal, aunque tenga un aire metafórico. Es que las temperaturas en buena parte de América del Sur han alcanzado cotas que, además de alimentar catastrofismos varios, vuelven a poner sobre la mesa la dura evidencia del calentamiento global, ese que nos llevará de cabeza a la extinción. El incremento de las temperaturas repite aquí como en un calco lo que ocurre en otras partes del mundo (Europa, América del Norte, Australia, la Antártida), con veranos más largos y más calientes e inviernos más breves y menos fríos.

“Son los océanos”, dice Christopher Merchant, un científico del London College especializado en meteorología y cambio climático. Él acaba de publicar con un grupo de colegas el resultado de un extenso estudio en el que señala que el agua de los océanos ha incrementado su tasa de calentamiento en un 400 por ciento entre 1985 y 2023 (se puede consultar aquí). La primera serie indicaba una tasa de calentamiento de 0,06 grados centígrados por década. La última indica una tasa de 0,27 grados por década. Según Merchant, para el año 2100 la temperatura del agua de los océanos puede aumentar casi 2 grados centígrados, o más. Como el agua se expande en volumen a medida que se calienta, ese aumento de la temperatura se traducirá en grandes zonas costeras inundadas o ganadas por el mar. Y eso sin tomar en cuenta el derretimiento de grandes masas de hielo de glaciares y de los propios casquetes polares.

Que nadie piense en lugares exóticos en medio del océano, en las Maldivas o en Tuvalu o las islas Cocos, que están prácticamente al nivel del mar. Aquí mismo tenemos bastante para preocuparnos. Entre otras zonas sudamericanas, toda la línea costera de Montevideo se verá afectada. No es que el río le “coma” un par de metros a las playas, sino que se producirán fenómenos más extremos y desagradables. Por citar solo dos: la destrucción de edificaciones ribereñas vitales y la imposibilidad de los sistemas de saneamiento actuales para seguir cumpliendo sus funciones, también vitales. Imaginen las consecuencias.

El incremento de temperatura ya verificado ha traído consecuencias catastróficas que todos conocemos y que muchos olvidan con rapidez. Para mencionar las más recientes: las cataratas de barro y agua que arrasaron parte de Valencia, en España; las inundaciones en Rio Grande do Sul, en Brasil; las feroces ventiscas de nieve y hielo en el Medio Oeste, en Estados Unidos; los incontrolables incendios en Los Ángeles, California y en la Patagonia argentina; la sequía que padecimos los uruguayos en 2022-2023, entre muchos otros episodios que sí, son atribuibles al calentamiento general del planeta, a la deforestación salvaje, a la emisión de gases de efecto invernadero y, en general, a la insoportable presión que ejerce sobre el ambiente el hiperconsumo de los sectores más favorecidos, cuyo credo describí hace treinta años en “Consumir y reventar”.

Sí, estamos en el horno. Y sí, vamos a reventar. No es que las altas temperaturas de los últimos días en esta parte del continente americano sean un indicador de nada en particular (ya ha ocurrido otras veces), pero creo que ahora comienzan a cumplir una función pedagógica, pues nos muestran de manera práctica algunos problemas de un futuro no muy lejano, que deberán enfrentar sobre todo quienes más van a sufrir: los más desposeídos, que son “los mayoritarios en todos los aspectos”. Para seguir a Paulo Freire, la palabra “calor” ha de adquirir entonces otra connotación y otra apropiación por parte de las víctimas.

Él afirmaba que nadie se salva solo, que nadie salva a nadie, que solo nos salvamos en comunidad. Sería bueno empezar a poner en práctica el arduo ABC de esa supervivencia comunitaria, tan bien argumentada por Freire. Esa tríada de virtudes fáciles de enunciar y difíciles de practicar: Aguante, Bravura, Compañerismo.

Por Fernando Butazzoni




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