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Contenido creado por Paula Barquet
Zona franca
OPINIÓN | Zona franca

Un triple desde el medio de la cancha: Kamala Harris ganará las elecciones en EEUU

Aunque no lo parezca, ella reúne todas las condiciones para derrotar al hombre de la bala en la oreja.

Por Fernando Butazzoni

16.08.2024 12:17

Lectura: 4'

2024-08-16T12:17:00-03:00
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Hace nueve años, durante una de las tertulias que conduce Emiliano Cotelo (yo iba a la de los jueves), me atreví a predecir al aire que Donald Trump, un payaso de pelo teñido al que nadie tomaba muy en serio, podía alzarse con la nominación del Partido Republicano para 2016 en Estados Unidos. En el estudio hubo risitas, gestos y, por supuesto, desacuerdo general. ¿Ese millonario ridículo candidato a presidente de EE. UU.? Absurdo. Después alguien se ocupó de que la grabación de ese fragmento circulara en las redes. Por un rato fui meme.

Pero eso fue lo que al final sucedió: Donald Trump arrasó en la interna, descabezó uno por uno a sus contendientes, fue electo en la Convención Republicana, su cabellera adquirió con firmeza el color de la Mirinda y pasó a ser un combo imbatible compuesto por dinero, arrogancia, fama, poder y más dinero.

Y el 21 de julio de 2016, cuando aún faltaban varios meses para las elecciones, se me ocurrió decir en ese mismo programa que Donald Trump sería el ganador de la contienda y, por lo tanto, el próximo presidente del país más poderoso del mundo. Arreciaron las burlas, no en la Mesa, sino en las redes sociales. Hubo quienes confundieron incluso mi predicción con mi deseo.

La reacción de la Mesa de En perspectiva, en cambio, fue divertida pero mesurada. El inolvidable Antonio Mercader apostó una pitanza: si Trump ganaba la presidencia, él sufragaba un asado para los tertulianos de los jueves. Yo acepté el convite y guardé silencio. Pasaron los meses y Trump fue electo.

Debo reiterar, alto y claro, lo que todo el mundo sabe o imagina: le emboqué. Yo, que soy un pésimo jugador de básquet, le emboqué. No fue un análisis, ni una reflexión, ni el resultado de consultas con sociólogos y políticos. Simplemente acerté un pronóstico como se puede acertar con un número de lotería. Fue como un sueño. Mi única virtud fue mirar hacia los costados y apostar por un candidato que, al comenzar la campaña, tenía mil millones en el banco y cero posibilidad de ganar. Se oía el bullicio, pero nada más. Hasta su mujer parecía subestimarlo.

En ese inusual momento de ensoñación, cuando miré hacia los costados, me encontré en el centro de una enorme cancha de básquet, con tribunas colmadas por un público vociferante. De inmediato, pese a mi torpeza, supe cómo hacerlo. Piqué la pelota tres o cuatro veces, y luego hice mi lanzamiento, una parábola maravillosa, un tiro perfecto efectuado en un estadio lleno de gente que de repente quedó pasmada y silenciosa. Fue un monumento a la casualidad. La pelota pasó con apenas un siseo por el aro, sacudiendo la red. Un triple sensacional. Ganó Trump, perdimos todos, pero me comí un asado.

Bueno, eso ya es anécdota. Lo interesante es que ahora, en estas circunstancias, cuando todo lleva a predecir que Trump volverá a ser electo presidente, yo me inclino por Kamala Harris, y lo hago por razones triviales: tiene un nombre sonoro, luce poderosa y es justo la contracara de Trump. Lo que el electorado estadounidense necesita: una mujer en plena forma, hija de inmigrantes, de raza acrisolada pero americana hasta la médula, con una sonrisa compradora que, cuando muta a seriedad o enojo, puede helarle la sangre al más pintado. Y su cabello es oscuro, común y corriente. Algo lógico. Nada de jopos ni colorines.

Ella arranca con algo de viento en la camiseta, pero las cosas se le van a poner difíciles y hasta muy difíciles en las próximas semanas. Veremos cómo reacciona. No conozco su pensamiento político, y supongo que no será demasiado distinto del que predomina desde siempre en la Casa Blanca, ya sea demócrata o republicana: portaaviones, misiles y “América para los americanos”. El objetivo de esta columna no es analizar la contienda electoral estadounidense, para lo cual obviamente no estoy capacitado, sino volver a invocar mi ensoñación, entrar de nuevo al estadio desbordante de público que tengo en mi mente y lanzar la pelota desde el medio de esa inmensa cancha de básquet que son las elecciones presidenciales en los Estados Unidos. ¿Quién sabe? Capaz que le emboco y meto otro triple.

Por Fernando Butazzoni