“Cuentan que cuando no puedes más y tus fuerzas ves marchar hay algo mágico en tu interior que te da alas para luchar” (Mägo de Oz, extraído del libro No permanecer caído de Federico Gallardo).
Contribuir a que las personas logren ser su mejor versión. Este es el faro que guía y da sentido a todo lo que elijo hacer.
La docencia, que me acompaña desde hace más de 25 años, alimenta profundamente esta dirección. Ser docente va mucho más allá de lograr el aprendizaje de los alumnos: implica guiar, inspirar y apoyar la búsqueda del camino de los jóvenes que despliegue su máximo potencial. Cada conversación, dentro o fuera del aula, representa una oportunidad.
Otro camino muy distinto, pero en esta misma dirección, es promover una segunda oportunidad para las personas privadas de libertad. Desde ACDE Uruguay comenzamos hace algo más de un año y medio a trabajar con el objetivo de lograr una reinserción sostenible, a través de la articulación activa de los sectores público, privado y social. Desde el inicio el propósito era visibilizar y posicionar esta problemática, consolidando un nuevo paradigma cultural para una sociedad con mayores oportunidades. La estrategia debía ser integral y colaborativa, considerando la complejidad de las aristas a abordar para una problemática tan urgente.
En esta dirección comulgo con los principios del programa integral de Espartanos, que cobra vida en Uruguay en la Fundación Fénix: “Creemos profundamente en el poder de las segundas oportunidades”. “Estamos convencidos que generar cambios positivos dentro de los penales crea cambios positivos en la vida de todos. Trabajamos día a día para transformar la vida de personas privadas de su libertad, brindándoles el apoyo necesario para que puedan reconstruir su camino”.
El renacer se apoya en cuatro pilares: el deporte como escuela de vida, la espiritualidad como conexión con algo mayor, el desarrollo humano fomentando resiliencia y previniendo adicciones, y la reinserción laboral como camino hacia la dignidad.
El deporte, desde el rugby masculino hasta el fútbol femenino, enseña valores como la disciplina, el respeto y la superación personal. En la cancha, los participantes descubren su rol en el equipo, aprenden a cumplirlo con responsabilidad y canalizan su energía en desafíos constructivos.
La espiritualidad permite reflexionar, encontrar sentido y renovar la esperanza, respetando la diversidad de creencias. Este enfoque acompaña procesos de autodescubrimiento y crecimiento personal.
Por otro lado, las adicciones, frecuentes causa y consecuencia de la privación de libertad, se abordan a través de talleres y charlas que fortalecen la resiliencia y fomentan vínculos saludables. La empatía y la escucha activa son esenciales para crear espacios seguros donde compartir experiencias y aprendizajes.
En cuanto a la reinserción laboral, los participantes se capacitan en oficios guiados en la búsqueda de empleo. Este proceso gradual asegura que cada persona retome hábitos laborales y, finalmente, acceda a trabajos formales gracias a alianzas con empresas amigas.
Se trata de construir un puente entre la sociedad y las personas que buscan reinsertarse. Desde su creación, la fundación Fenix ha promovido la idea de que la rehabilitación no es un acto aislado, sino un compromiso colectivo. Su equipo está compuesto por profesionales y voluntarios que trabajan incansablemente para ofrecer oportunidades reales y sostenibles.
Nada de esto sería posible sin los voluntarios, personas como tú y como yo, trabajando desde la igualdad, promoviendo confianza y respeto.
La escucha activa, una habilidad clave que he desarrollado al interactuar con personas privadas de libertad desde la Pastoral Penitenciaria, es un equilibrio entre empatía y firmeza que asegura un apoyo genuino y sostenible.
El momento de recuperar la libertad está cargado de emociones encontradas: temor, ansiedad, alegría. Por ello, es clave preparar a cada persona con anticipación, definiendo un plan claro para su reintegración. Un ejemplo de esto es la oficina de ACDE – Manpower en el Polo de la Unidad 4 (Santiago Vázquez, ex Comcar), donde se trabaja en un plan de cuatro meses preparando a los privados de libertad para su liberación. Y luego acompañarlos en su capacitación3 y seguimiento durante el empleo.
Conocidos como “Fénix”, estos hombres y mujeres que han enfrentado la adversidad —ya sea por una condena y/o situaciones extremas— eligen un camino de reconstrucción personal y social. En un mundo que a menudo estigmatiza a quienes han cometido errores, esta fundación es un recordatorio de que todos merecemos una segunda oportunidad. Porque renacer no solo es posible: es imprescindible para construir una sociedad más justa y solidaria.
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