Como todo período electoral, este también se caracteriza por mostrar ciertas peculiaridades que, a primera vista, parecen inexplicables. Por ejemplo, el caso del doctor Andrés Ojeda y su campaña centrada exclusivamente en su figura, mostrando, al mismo tiempo, escaso contenido, fue un elemento destacable. Él se presenta como lo nuevo que viene a sustituir la vieja política aunque, bien mirado, lo nuevo solo es su aspecto joven para los estándares locales, su rostro en grandes planos, su colección de chalecos y sus frases pegajosas que, en el fondo, poco dicen. El uso abundante de las redes sociales quizás haya sido un aspecto novedoso y, también, muy marketinero.
El énfasis de que él era el mejor candidato para enfrentar a Yamandú Orsi en un balotaje sonaba absurdo; sin embargo, hasta la veda electoral de octubre, insistió que estaba a un punto de Álvaro Delgado y a tres de Yamandú Orsi en caso de pasar a la segunda vuelta, pero la realidad le mostró que quedó 10 puntos debajo del Partido Nacional y a 28 del Frente Amplio.
Sus escasos cuarenta mil votos en las elecciones internas y los 106.400 de su lista al Senado parecen no hacerle mella. Incluso, pasa por alto que la lista de Pedro Bordaberry fue la más votada (150.440 sufragios), aportando más de la tercera parte del total del apoyo electoral al Partido Colorado.
Visto así, es evidente que el nuevo senador va por el mundo sacando pecho como si fuera un verdadero líder y nada lo amilana. Para usar expresiones del senador Sebastián Da Silva: “El hombre está más agrandado que alpargata de bichicome”.
El otro caso peculiar de esta campaña lo representa la candidata a la vicepresidencia de la coalición multicolor. Me refiero a Valeria Ripoll, quien contra viento y marea y, sobre todo, contra todos los archivos que la muestran criticando al gobierno en cuanta tertulia televisiva y actos de la central obrera hubo, cambia de un día para el otro, abandona la lucha gremial en agosto de 2023 y se integra al Partido Nacional como si fuera un simple cambio de peinado. Los gritos e insultos proferidos contra ella la noche que el candidato del Partido Nacional anunció que la elegía como su compañera de fórmula no pasaron desapercibidos; no obstante, un manto de olvido ha cubierto esas efemérides y todo hace pensar que no alteró el resultado electoral, pese a la pérdida de 41 mil votos que tuvieron los blancos con respecto a las elecciones de 2019.
Con estas peculiaridades —y otras que merecen más espacio— nos dirigimos hacia una elección que determinará el destino de todos quienes habitamos este territorio llamado República Oriental del Uruguay.
Por un lado, el Frente Amplio, la fuerza más votada en la primera vuelta con 43,94% de los sufragios emitidos y, por el otro, una coalición de origen puramente electoral que parece ir hacia una estructura más permanente en el tiempo, porque, al fin, tomaron conciencia de que solo pueden obtener mayorías parlamentarias, gobiernos nacionales y departamentales si se presentan con un lema único.
De todas maneras, el Partido Nacional, a 17 puntos porcentuales del primero, tiene la responsabilidad de encabezar la fórmula que pretende ser la continuación del actual oficialismo “vestido” con un plan de gobierno que fue armado en una semana entre todos los coalicionistas.
Gane quien gane la presidencia y vicepresidencia de la República, ninguno la tendrá fácil. Tanto unos como otros deberán enfrentar enormes desafíos si pretenden superar la pobreza infantil, el confinamiento infernal de las cárceles, la deserción en la enseñanza, los salarios sumergidos y, sobre todo, el magro crecimiento económico de la última década.
Para colmo de males, en caso de triunfar la fórmula Delgado-Ripoll, no cuentan con mayorías legislativas. En el Senado tendrán que negociar con el Frente Amplio y en Diputados deberán acordar con Identidad Soberana, el partido del intransigente doctor Salle.
De ganar Yamandú Orsi y Carolina Cosse las ventajas, más allá de sus propuestas programáticas, se asientan en la mayoría propia en la cámara alta y la posibilidad de lograr acuerdos con el resto de las fuerzas políticas.
En cualquiera de los casos, será todo un aprendizaje novedoso porque la correlación de fuerzas actual no tiene antecedentes iguales.
El soberano dirá.
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