La marca de cigarrillos Lucky Strike comenzó a comercializarse en 1871. Era la marca preferida de la gran fumadora histórica de Hollywood, Bette Davis. Fumaba como condenada y así murió: de cáncer de mama, en 1989, a los 81 años. En ese entonces nadie se preocupaba de que la vida se pudiera hacer humo por disfrutar de un cigarrillo que a cambio de su vicioso placer podía traer una enfermedad terminal. Durante la segunda guerra mundial, los soldados estadounidenses recibían paquetes gratis de Lucky Strike, pues los mandos superiores creían que el cigarrillo les levantaba la moral a las tropas. A quienes murieron en cruentas batallas, la marca no les trajo ninguna suerte. Aunque Humphrey Bogart apareció en un famoso comercial de Lucky Strike, su marca preferida era en verdad Chesterfield, la que le gustaba a mi padre. A veces extraño los tiempos cuando cerca del olor a choripán del Mercado del Puerto comercializaban cigarrillos americanos de contrabando. Mas de uno ha de acordarse.
Una leyenda urbana apócrifa dice que hubo una época en la que la gente, no toda, solo alguna, fumaba Lucky Strike por asociar a la marca con la buena fortuna. Lucky Strike quiere decir “golpe de suerte”. Solo conocí a una persona que no creía en la suerte. Era un hombre super ateo en todo; no creía en divinidad alguna, tampoco en determinado partido político, ni siquiera en el amor (se sentía escupido y detestaba a Cupido), tal vez por eso fumaba de manera brutal. Cuando fumaba, se fumaba hasta el humo. Todo el mundo, quiero suponer (no conozco a tanta gente) cree en la existencia de la suerte y en la intervención regular de esta en la vida de los seres humanos. La suerte es una abstracción de la cual le mente se apropia y el espíritu celebra, sobre todo cuando la vida va bien, mejor que las demás. En esos casos, al afortunado se le llama ‘una persona con suerte”.
Conozco dos películas notables sobre la suerte. Intactos (2002), dirigida por Juan Carlos Fresnadillo, plantea una idea original. Trata sobre gente que le roba la suerte a otra a la cual considera más afortunada. Punguistas de buen agüero. Hay gente con tanta suerte como Glad con Suerte. Hace años, el Real Madrid perdía partidos con peculiar frecuencia, pero el presidente del club decidió mantener en el cargo al entrenador, Fabio Capello, aduciendo que era un hombre de suerte y que al final esta lo ayudaría a ganar el campeonato. Así pasó. Nadie lo podía creer: “Capello es un hombre de suerte”, solía repetir. Hay quienes creen que a la suerte hay que ayudarla. Concuerdo, pero no sé cómo hacer realidad mi ayuda, ¿haciendo qué? Dicen que las patas de conejos y las herraduras ayudan a la fortuna. Si fuera así, los conejos tendrían suerte y se mantendrían completos, con sus cuatro patas pegadas al cuerpo. La otra película notable sobre la fortuna es Un hombre de suerte (1973), obra maestra del británico Lindsay Anderson (1923–1994). En las más de tres horas que dura la historia, Mick Travis, el personaje principal interpretado con magistral delirio por Malcom McDowell, hace un viaje a través de la vida guiado por la suerte. Como no podría ser de otra manera, el viaje (no voy a contarles el final) es hacia el fondo de lo más inaudito, porque ahí es donde suele residir la suerte.
Uruguay tiene suerte de tener a Marcelo Bielsa de entrenador. Pero, ¿tiene suerte Bielsa, es decir, es un entrenador tocado por la fortuna o la falta de esta hace menos productivos sus planteamientos en el perímetro de juego? Seguramente han de recordar el Argentina Suecia del 12 de junio de 2002. Argentina atacó mil veces y Suecia una. El partido terminó 1-1 y los dirigidos por Bielsa fueron eliminados en la primera ronda del mundial de Corea Japón. Debemos partir de una premisa inobjetable: se nace o no con suerte. La suerte no es un jamón o una lata de sardinas que se compra en el supermercado. Me contaron de un cura que cuando bautizaba a un niño, después de echarle agua fría en la cabeza y de expresar las palabras correspondientes a la ocasión decía: “le deseo suerte”. ¿Quién no desea tenerla? En el fútbol tiene mayor importancia que en el amor.
Cuando alguien se enamora, la felicidad depende más del funcionamiento de la pareja que de la suerte. De todas formas, hay canciones para celebrar el matrimonio del amor con la suerte. “Lucky Strike” es una de las mejores canciones del grupo Maroon 5. “Tengo suerte en el amor”, repite Mick Jagger en el estribillo de “Lucky in Love”, canción de 1985. En cuatro versos memorables, porque son tan rutinariamente simples que hasta un enamorado con Alzheimer puede recordarlos, Palito Ortega canta: “Qué suerte qué suerte / qué suerte que esta noche voy a verte / qué suerte qué suerte / qué suerte que esta noche voy a verte”. Simplista manera de considerar a la suerte. La efectividad de la suerte viene con rima.
En relación con la selección uruguaya de fútbol, las cosas no están como para andar cantando ¡La La La! Hace cuatro partidos que nuestra oncena no mete un gol. Contra Ecuador, el más difícil de los rivales recientes, se crearon siete ocasiones para romper el maleficio del prolongado cero, pero ninguna prosperó. Frustrante es decir poco. En una de ellas, la pelota pegó en el palo. ¿Hay una fuerza incierta y abstracta trabajando de incógnito que le impide a la pelota cruzar la línea? Estoy convencido de que la intervención del azar en el deporte de los 11 jugadores por bando es continua, que da vueltas en la duración de cada match con ganas de favorecer a unos y castigar a otros. En su original libro que no me canso de recomendar, Luck: What it Means and Why it Matters (La suerte: qué significa y por qué importa), Ed Smith, ex jugador profesional de críquet convertido en estudioso de los deportes desde una perspectiva más analítica de la exclusivamente deportiva, argumenta que en todos las disciplinas deportivas se necesita de la ayuda de la suerte para triunfar, pero es el fútbol en el que la suerte tiene mayor incidencia, siendo este detalle no tan menor una de las razones principales por el cual nada le gana en popularidad en el mundo.
Smith tiene razón; hay ocasiones en que la suerte es más parcial que en otras y premia excesivamente a uno de los equipos, el cual termina ganando por razones que a la razón le cuesta comprender. Smith recurre al factor menos demostrable de todos para intentar explicar los desequilibrios en el marcador en aquellos partidos parejos, que podrían terminar empatados pero que concluyen, no obstante, con un ganador, porque en el momento menos pensado y contra toda explicación lógica o causal, la arbitraria trayectoria del balón cambia el destino del partido, premiando al bando que menos lo merece. En este aspecto, la falta de objetividad de la suerte es absoluta, aunque no la podemos responsabilizar de la vulnerabilidad anímica y la poca puntería de algunos jugadores en el campo de juego.
¿Es la suerte hincha de algún club y a otros, en cambio, los desdeña? ¿Cuál es su selección favorita? Contra Colombia en la Copa América llegué a creer que esa noche la suerte, quizá porque le gusta el buen café, era hincha de los colombianos. La pelota no entró. El día anterior a ese partido el horóscopo vaticinó para gente de mi signo: “Para los nacidos en Géminis, la suerte los acompañará”. La calentura que tenía después del partido no creo que haya sido producida por la buena fortuna. Eso de andar deseando suerte es peligroso. Una vez me operaron de algo potencialmente serio y la gente me decía: “Te deseo suerte”. Nadie me dijo, “te deseo un excelente cirujano”. En una sala quirúrgica como en una cancha, la suerte interviene, aunque el entrenador no puede controlar que la pelota entre al arco y que no pegue en un palo, pero el cirujano sabe cómo evitar que el bisturí perfore el órgano equivocado. Yo salí de la sala de operaciones vivo, pero dudo que en el resultado haya tenido alguna incidencia el WhattsApp que horas antes me había mandado un colega que decía, escuetamente, como si la fortuna solo entendiera monosílabos: “Suerte!” ¿Qué quería decir ese solitario signo de admiración al final del deseo expresado, y por qué no estaba el otro, el primero?
Por todos es archi sabido que las indicaciones de Marcelo Bielsa a los jugadores antes de los partidos son complejas, casi un asunto de relojería suiza. Una vez me dijo en su casa de Punta Gorda el finado Boris Cristoff, astrologo búlgaro radicado en Uruguay, que hay días en los que la suerte controla por completo el destino de las personas. Tal vez contra Colombia y Brasil, próximos rivales, sentado en la hielera leal al borde de la cancha, Bielsa debería gritarles a los jugadores, ¡suerte, suerte! Por ahí la suerte lo oye, y regresa.
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