El martes de 7 de mayo en la Cámara de Senadores no se alcanzaron los votos para aprobar la ley de paridad. Ese día la mayoría de los parlamentarios (hombres) no levantó la mano para aprobar una ley que promovía la obligatoriedad a los partidos y los sectores o listas de presentar paridad de género en sus integraciones, la misma cantidad de hombres y de mujeres, y que las suplencias deberían ser de personas del mismo género.
Varios países ya tienen este tipo de leyes desde hace años para generar incentivos para que más mujeres participen en política y en cargos de gobierno. Dicen los expertos que sin paridad no hay verdadera calidad de la democracia.
Uruguay está lejos de alcanzar una representación paritaria: en el último Parlamento apenas el 23% de los cargos corresponde a mujeres. Esta cifra se alcanzó con el incentivo de una ley de cuotas vigente desde hace una década, pero incluso con ese incentivo, la participación de mujeres en el Parlamento es muy baja si se la compara con la de otros países de la región y del mundo. En América Latina y el Caribe el promedio de participación de mujeres es de 36%.
El día de la votación del proyecto de ley de paridad se plantearon diversos argumentos para justificar los votos en contra. Entre ellos se señaló que lo importante es que lleguen los mejores más allá de su sexo. Ese planteo significaría que llegan más hombres al parlamento porque son más capaces, y llegan pocas mujeres porque hay pocas igualmente capaces. O sea, cabría suponer que hay más capacidad en los hombres que en las mujeres para ejercer cargos políticos.
Esta idea va contra toda evidencia. ¿Son todos los legisladores de hoy los más capaces? Si un indicador de capacidad es la educación formal, la evidencia sugeriría lo contrario. Egresan más mujeres universitarias que hombres, sobre todo de las carreras más habituales entre los parlamentarios, como lo son abogacía y notariado. Decir que las cuotas son malas y que lo importante es que lleguen los más capaces implica asumir que solo faltaría que más mujeres se capacitaran para que aumentara su participación en el Parlamento. Sin embargo, todos los que postularon este argumento conocen de cerca cómo se arman las listas y saben que nadie tuvo que dar una prueba de capacidad para integrarlas.
¿Por qué afirmo que este viernes perdieron las mayorías? En primer lugar, porque desde hace años más de siete de 10 uruguayos consideran que debería haber más mujeres en el Parlamento. Pocos saben que el porcentaje de mujeres en el legislativo uruguayo es tan bajo como efectivamente lo es. Pero incluso sobreestimando la participación actual, según una encuesta presentada por ONU mujeres, casi la mitad estaba a favor de la aprobación de una ley de paridad, y muy pocos creían que no se debería adoptar ninguna medida para aumentar la presencia de mujeres. En una encuesta de Cifra realizada hace dos meses, el 62% de la población sostuvo que para las mujeres es más difícil que para los hombres participar en política.
No votar la ley de paridad y argumentar que el sistema actual es mejor porque permite que lleguen los mejores, entonces, es ir contra la evidencia y desconocer el deseo de cambio de la población.
Si el electorado en su conjunto, que no sabe cómo se elaboran las listas, cree que el sistema pone trabas que dificultan la participación de mujeres en política, es raro que aquellos que lo conocen de cerca lo defiendan con argumentos vinculados a que el sistema actual garantiza que ganen “los mejores”.
El martes los políticos desconocieron años de encuestas que tenían a mano para conocer el sentimiento de los uruguayos frente al tema. También ignoraron los consejos de los expertos a nivel mundial, que señalan que, para hablar de una democracia representativa y justa, debe haber, entre otras cosas, paridad de género en la representación de los cargos y más garantías de acceso a todos los grupos que componen la sociedad, porque eso facilita que se aborden las preocupaciones e intereses de todos.
La legisladora Carmen Sanguinetti esgrimía el martes un argumento muy manejado por los expertos en el tema: una mayor presencia de mujeres en el Parlamento garantiza un abordaje de temas más diversos, que históricamente los hombres no han abordado, además de una mejor calidad de las leyes que consideran temas de mujeres y de políticas públicas.
Si Uruguay quiere mantenerse como ejemplo de democracia debe adoptar las prácticas que se acompasen a la realidad social en la que están insertos, respetando la opinión de los votantes y de los expertos, y cambiando las prácticas de elaboración de las listas. No alcanza con habilitar el voto de las mujeres y autorizarlas a postularse como candidatas. Han pasado más de 100 años y las democracias de hoy aspiran a darles más espacio efectivo a las mujeres que la mera autorización.
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