El voto en las elecciones internas del domingo se distribuyó entre los principales partidos en proporción de 41, 32 y 10. Parece un calco de las preferencias que arrojan las encuestas. Y sin embargo el Frente Amplio votó mucho mejor que en las internas de 2019, el Partido Nacional peor y el Partido Colorado otra vez exhibió su crisis existencial.

La izquierda votó bien, pero tenía una interna competitiva y una amargura perdurable por haber perdido el gobierno en 2019.

Los blancos recogen la cosecha prosaica de quien está en el gobierno, que suele provocar desilusión entre los militantes.

Yamandú Orsi es ciertamente un buen candidato. Ofrece toda la ambigüedad y uruguayez que se requiere para ganar la más pedestre de las competencias: una elección nacional. Estos no son tiempos desesperados, como en 2004, que se presten para ofertas más radicales, sino una era que parece preferir una mezcla de continuidad y cambios selectivos.

La experiencia fundamental de Orsi, la Intendencia de Canelones, significa poco para el común de los uruguayos, pues se sabe que el proteiforme territorio canario tiene vida propia y en esencia es ingobernable.

Carolina Cosse mientras tanto deberá disimular su altivez y justificar su pobre gestión en Montevideo, aunque representa los valores más queridos por cierto núcleo duro de la izquierda.

Las miradas se centran en Valeria Ripoll, una recién llegada al Partido Nacional tras dejar el Partido Comunista y la secretaría general de Adeom Montevideo, uno de los sindicatos más abusivos y menos queridos. Pero ella también representa la mujer que viene de abajo, que transitó los caminos que pudo y como pudo y que, en general, lo hizo con éxito.

Hay mucho blanco purista que preferiría una fórmula más blanca: pan con pan. Sería la mejor manera de ganar en Carrasco y en Flores, y de sufrir la derrota más completa en Montevideo y su área metropolitana, donde reside el 50% de la población del país.

La presencia de Valeria Ripoll en la fórmula nacionalista augura una campaña electoral brava, de poncho y puñal. Ella se mueve bien en medio del juego fuerte y tiene poco para perder. La izquierda tendrá que ponerle custodia a Carolina Cosse.

Los enemigos de Ripoll movieron rápido. Al otro día de las elecciones internas circuló la versión de que integraba la categoría de deudora irrecuperable en dos instituciones de crédito privadas. Eso la deja mal parada frente a muchas personas, y probablemente le signifique un contorno más humano ante muchas más.

Es probable que la medianía de Ripoll en algunos asuntos se convierta en su mayor fortaleza. El año pasado había en Uruguay 657.781 personas con créditos calificados como “irrecuperables”, según cifras oficiales, en tanto las familias deben el 33,3% de sus ingresos a los bancos, instituciones de crédito y tarjetas.

Saldrán a luz muchas cosas.

La política de filtraciones sistemáticas, por goteo, que provienen básicamente de las mismas fuentes y utilizan los mismos vectores, parece estar volviéndose contra los filtradores; o, al menos, semeja un juego de suma cero. La popularidad del presidente de la República es alta, según las encuestas, y la fortaleza de los dos bloques políticos en que se divide el país permanece estable: predominio de la oposición, aunque no concluyente.

En Uruguay no suele dar buenos resultados el puritanismo que tanto incide en Estados Unidos, por ejemplo. Hay muchas historias pasadas y presentes que demostrarían lo contrario. Pero tampoco tiene por qué salir bien la oferta de Ripoll como mascarón de proa para volverse más atractivos en el área metropolitana de Montevideo. Todo puede pasar.

Julio Sanguinetti ganó en 1999 junto a un huido de la izquierda (Hugo Batalla) y Tabaré Vázquez le dio mayor amplitud al Frente con un emigrado del Partido Nacional (Rodolfo Nin Novoa), ambos en procura de votos “moderados”. Pero también hay mil historias de fracasos.

Habrá que ver si Valeria Ripoll se transforma en una heroína providencial o en una mera novelería intrascendente, al modo de Graciela Villar, la compañera de fórmula que Daniel Martínez eligió por sí y ante sí en 2019.

Pero parece muy cierto que los partidos están pensando demasiado en ampliar su oferta hacia el centro, hacia la uruguayez, y muy poco en explicar cómo se ocuparán de los problemas urgentes que todos conocen.

Al final la elección nacional se definirá más por empleo, salario, seguridad pública y el grado de hartazgo con el gobierno, que por las deudas de Ripoll, o por su carácter combativo, o por su costumbre de abrirse paso en la vida a dentelladas.