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Contenido creado por Paula Barquet
Bueyes perdidos y encontrados
Foto: Gastón Britos / FocoUy
OPINIÓN | Bueyes perdidos y encontrados

Nepotismo, clientelismo, arbitrariedades, corrupción, desidia y poco apego

Los sucesos en Artigas dejaron de ser algo carnavalesco. ¿Habrán pasado los tiempos de los caudillos locales y de los feudos?

Por Marcelo Estefanell

26.07.2024 14:38

Lectura: 4'

2024-07-26T14:38:00-03:00
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Sucedió el 19 de octubre de 2020. Luego del Consejo de Ministros se realizó una conferencia de prensa donde Azucena Arbeleche, ministra de Economía y Finanzas, expuso algunas conclusiones extraídas de 12 auditorías que se habían hecho en distintos organismos públicos. No dio cifras concretas, pero afirmó que “los documentos demuestran que hubo desidia, falta de previsión, descuidos y poco apego en el buen manejo de los dineros públicos”.

Confieso que el uso de esas dos palabras —desidia y apego— me llamó la atención; su escaso uso y, sobre todo, el significado de esas expresiones dentro de un discurso de esa naturaleza, me pusieron alerta. Al culminar la conferencia y ver las repercusiones en los medios de comunicación, resultó evidente que solo generó titulares, sembró sospechas y, como si fuera un búmeran, la desidia y el poco apego retornaron en cada irregularidad y en cada conducta política reprobable de algunos gobernantes que nos prometieron, entre otras cosas, los cinco mejores años de nuestras vidas.

No voy a enumerar la cantidad de episodios irregulares y hasta denigrantes que se sucedieron en estos últimos tiempos. Solo me detendré un instante —y desde el punto de vista político— en los actos de corrupción protagonizados por el ahora exintendente de Artigas, Pablo Caram, por su primo Rodolfo y por su sobrina Valentina dos Santos, porque ahora sí resulta difícil digerir semejante desidia y poco apego para con los dineros municipales.

Desde que los tres implicados aceptaron el juicio abreviado y cambiaron la prisión efectiva por trabajo comunitario, se ha desatado un abanico de reacciones insólitas por parte de sus correligionarios. Por más compresibles que resulten las excusas del estilo “no sabíamos nada” —como manifestó el candidato a la presidencia del Partido Nacional, Álvaro Delgado—, las mismas no son creíbles, puesto que las denuncias en Fiscalía llevaban más de un año y era de público conocimiento el manejo arbitrario y clientelístico de la administración Caram.

Lo único que parece sincero en este caso es que el fallo de la Justicia sobre estos nefastos personajes, en mayor o menor grado, sorprendió a todos. Al comienzo, sus correligionarios parecieron jugar un concurso a ver quién sacaba más rápido la pata del lazo; al mismo tiempo, cada protagonista optó por lo que creyó mejor y fueron desde: “No es el momento adecuado para  expresarse sobre el tema”, según el presidente de la República; pasando por el “Yo no soy juez moral ni ético de nadie”, del ministro Pablo da Silveira; hasta la condena fuerte y rotunda del senador Luis Alberto Heber durante su discurso con motivo del aniversario del nacimiento de Luis Alberto de Herrera.

Como era de esperar, los allegados de Caram recurrieron al viejo recurso de recordar las desprolijidades de los gobiernos anteriores, faltaba más, como si lo errores propios se atenuaran al compararlos con los cometidos por el adversario; como si se pudieran diluir las responsabilidades de unos en los desaciertos de todos. Argumento débil si los hay pero, por lo visto, lo creen efectivo, dado que lo usan reiteradamente como si fuera un dardo en el blanco y no una muletilla gastada.

Otro recurso que se va tornando rutina consiste en que estos malos momentos en política se superan con la renuncia de los implicados. El intendente Moreira inauguró ese método poco antes de las elecciones pasadas, anticipándose a la expulsión de su partido que fuera recomendada por la Comisión de Ética. Sin embargo, esto no le impidió volver a ser electo primero y, 17 meses después, ser recibido en la sede de la Plaza Matriz como si nada hubiese sucedido.

Ahora le tocó el turno al trío condenado. Pretenden que sus renuncias exculpen al partido. La Comisión de Ética no tuvo oportunidad siquiera de tratar el tema pero, por lo visto, eso parece un detalle menor. Queda la duda de si en el futuro no se repite lo de Moreira. Hay muchos votos y votantes en juego y, como dijo don Quijote, para ellos “peor es meneallo”.

Por Marcelo Estefanell