José Mujica se despide de sus votantes y se quiere concentrar en su salud, en sobrellevar su enfermedad de forma reservada.
No es fácil hablar del expresidente sin generar controversias. Ya hay toneladas de tinta —varios libros, cientos de notas—, entrevistas y documentales al respecto. Parecería que todo está dicho: el Pepe ha tenido una vida muy intensa, despierta amores y odios y es muy difícil encontrar indiferentes o gente que no tenga una opinión sobre su figura.
Por eso solo quiero hablar de algunos aspectos que podrán ser discutidos, pero que surgen repetidamente cuando se consulta al conjunto de la población. En los últimos 15 años Mujica ha sido el político más popular del país; tuvo momentos mejores y peores, según la coyuntura, pero su popularidad se ha mantenido en el tiempo. Incluso en momentos de auge de otros presidentes en Uruguay, la simpatía hacia Mujica siempre estuvo por encima. Aún más notable quizás es su popularidad a nivel internacional, ya que se ha convertido en una figura conocida y apreciada en muchos países, tanto de la región como de Europa. Lo alaban muchos líderes políticos, pero también personajes de distintos ambientes, periodistas, actores, músicos y profesionales diversos. Muchos famosos quieren o han venido a Uruguay especialmente a conocer a Mujica. Hace un tiempo me tocó recibir el pedido de un contacto con él de una vieja amiga que vive fuera hace más de 20 años, ya que un célebre médico estadounidense quería venir a conocerlo.
Es difícil determinar exactamente cuáles aspectos de Mujica lo han vuelto tan popular, algo que no sucede con la mayoría de los políticos uruguayos (y menos aún afuera del Uruguay, donde las democracias tiene más cuestionamientos y sus representantes no son valorados o reconocidos por sus virtudes). Los elogios que recoge tienden a focalizarse en su discurso y en algunas características de su historia de vida. En este sentido, se pueden detectar similitudes con un líder con una historia muy diferente, el ex presidente Jimmy Carter, cuyo gobierno estuvo plagado de controversias, pero que luego fue un activo y exitoso ex presidente, muy vocal en la defensa de las ideas que sostenía.
Mujica encarna hoy para muchas personas valores perdidos por buena parte de la clase política e incluso por las personas públicas en general. Lo que despierta más admiración son su franqueza, su coherencia y su capacidad de comunicar con un lenguaje muy llano lo que piensa de la vida y lo que considera que es fundamental para vivir mejor. Nunca se expresa en forma impositiva, y siempre reconoce que puede haber otros valores o estrategias, pero brinda consejos sencillos sobre qué cree que ayudaría a la gente a vivir más plenamente, cuidando mejor el entorno y la convivencia.
Después de haber vivido intensamente sus ideas políticas, de haber llegado hasta el extremo de tomar las armas para pelear por ellas, hoy proclama la necesidad de llevar una vida más simple, más austera, de mayor tolerancia con los demás. Y lo que más llama la atención no es solo que lo dice, sino que también lo vive, llevando una vida muy austera, simple, en contacto con la naturaleza, sin grandes comodidades y donando sus ingresos a aquellos que más los necesitan.
Más allá de los juicios sobre sus ideas políticas o su gestión como presidente, ministro o senador, los sentimientos que despierta en miles y miles de personas, algunas que viven muy lejos y otras muy cerca, están ligados a su figura y su pensamiento, con el que se identifican o aspiran a identificarse. Aunque su forma de comunicar sea simple y sencilla, Mujica no es un hombre simple o sencillo: es complejo, con muchas vidas dentro de su vida y con una gran capacidad de análisis de la realidad y de comunicación. Más aún, es uno de los pocos personajes veteranos que logra llamar la atención a los jóvenes, y los llama a vivir de una manera casi contracultural, evitando caer en la dinámica del consumo frenético que también impacta en el entorno.
No sabemos cuánto Mujica queda aún, pero sí sabemos que su figura no es indiferente y que hoy es modelo o referente para muchos. En los últimos años casi no ha habido políticos uruguayos con tanto impacto. Los críticos señalan que lo que distingue a Mujica no es lo que se requiere de un político, pero cuando se escucha a la gente de a pie resulta que siguen valorando a Mujica más allá de lo que opinen sobre su gestión política, porque sienten que lo que dice lo vive, que entiende a la gente común y que expresa ideas que comparten o desearían compartir.
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